Editorial

Una realidad preocupante

Desde que el Covid-19 tuvo su origen en la ciudad de Wuhan y que alcanzó una triste celebridad en el mundo entero, el virus se fue propagando y afectando a todo el planeta.

La declaratoria de pandemia, que oportunamente dio a conocer la Organización Mundial de la Salud (OMS), fue una reacción lógica tras constatarse que la enfermedad empezó a dispararse de una manera incontrolable.

Sus efectos letales golpearon a la mayoría de los países, en algunos casos con extrema dureza, alcanzando cifras tal vez impensadas, pero todavía alejadas de las registradas en otras pandemias, que dejaron millones de víctimas fatales.

El avance de la medicina fue muy significativo desde aquellos lejanos tiempos, pero las recomendaciones, sin embargo, no variaron demasiado.

Mientras tanto, se sigue especulando con la salida al mercado de una vacuna efectiva, en la que se está trabajando en distintos frentes y realizando algunas pruebas alentadoras, pero hasta el momento, ningún laboratorio dio a conocer una fecha precisa de su lanzamiento masivo.

Las expectativas están centradas en los trabajos que realizan los científicos, en algunos casos, con un significativo grado de avance, para que de una buena vez, esta pandemia pueda controlarse y extinguirse.

La segunda pandemia, también lo comentamos en reiteradas oportunidades en esta misma columna, es la económica. Y también en este caso, nadie quedará exento.

Las grandes potencias y los países más desarrollados, seguramente se podrán recuperar en menos tiempo que los de menores recursos.

Muchos ya lo demostraron luego de las dos guerras mundiales en las que se vieron involucrados, con pérdidas humanas y materiales impresionantes.

Todos lograron renacer de las cenizas, incluso los más castigados, como lo fueron, entre otros, Alemania y Japón.

Sus pueblos lo hicieron posible, con la cultura del trabajo, que es propia de su gente. Hoy, son ejemplos, no solo por haberse recuperado, sino también por haber alcanzando un crecimiento que les permite ubicarse, por méritos propios, entre los más avanzados del planeta.

En cambio, en los países que ya venían atravesando una crisis preocupante en materia económica y social, las expectativas distan muchísimo de ser las que sus habitantes quisieran.

Las naciones emergentes y las más vulnerables, son las más complicadas. Las proyecciones son desalentadoras y en la medida que el coronavirus las siga afectando, el panorama seguirá agravándose.

El horizonte se presenta oscuro, por ejemplo, en toda América Latina, desde México hasta Argentina, con algunas situaciones de excesiva complejidad y otras, quizá, no tan dramáticas.

Pero al margen de las situaciones específicas, nadie que tenga muy elevados índices de pobreza, saldrá indemne de esta pandemia.

Las actuales referencias ya son alarmantes, justo en un momento donde se siguen manifestando con números elevados los contagios y las muertes en varios países, incluido el nuestro. Ni hablar de las proyecciones que hoy se vienen realizando de parte de los analistas económicos.

En ese sentido, son coincidentes las opiniones sobre el futuro, que sin duda, estará marcado por las drásticas caídas en la inmensa mayoría de los sectores productivos.

Desde hace un tiempo, como consecuencia de las dos pandemias, tanto la sanitaria como la económica, viene cobrando fuerza una tercera.

La inseguridad, claramente pasó a ocupar también un lugar importante en la escena nacional.

Nadie puede desconocer esa situación, porque así lo reflejan diariamente los noticieros televisivos, en los que se otorgan espacios generosos a un tema que alcanzó una proyección insospechada.

La liberación masiva de presos, que vuelven a delinquir, amparados por una impunidad que sigue alentando a los delincuentes, es el principal factor.

Las puertas giratorias nunca dejaron de funcionar, pero en estos tiempos lo hacen con absoluta naturalidad. Y eso lo saben quienes están fuera de la ley, porque las condenas, salvo raras excepciones, son leves.

Es común observar cómo una o más personas, atacan con total libertad a sus víctimas en la calle, no únicamente valiéndose de las sombras o de lugares de escasa transitabilidad, sino a plena luz del día y en espacios muy concurridos.

La falta de respeto por las autoridades superó todo lo previsible, y ese tipo de conductas, obviamente, limitan el accionar de las fuerzas de seguridad, que muchas veces se encuentran en un total estado de indefensión para enfrentar a las bandas organizadas.

Los blancos preferidos de los delincuentes son los mismos de siempre: las mujeres solas o los adultos mayores. Eso viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, pero recrudeció considerablemente últimamente y todo hace suponer que la escalada no se detendrá, porque, en el peor de los casos, quien comete un delito de esa naturaleza, lo saldará con su inmediata libertad.

Autor: REDACCION

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