Un 26 de enero de 1913 Rafaela dejaba de ser pueblo, en términos administrativos, para ser declarada ciudad mediante un decreto que firmó el entonces gobernador, Manuel Menchaca, que hoy tiene una calle de barrio Pizzurno que lo recuerda todo el tiempo. El principal fundamento para adoptar esa decisión fue el resultado de un censo realizado por la Comisión de Fomento, principal órgano de gobierno a nivel local, que reveló que la próspera colonia ya contaba con 8.242 habitantes. Como suele suceder en los procesos de cambios, hubo dirigentes que impulsaban la recategorización del gobierno de la ciudad pero otros que no estaban de acuerdo. Cuenta la historia que el radicalismo, a través de sus principales políticos, motorizaron las gestiones ante la Provincia para avanzar hacia este cambio de estatus. Y si bien encontraron resistencias en sectores de la población rafaelina por temor al aumento de impuestos que la nueva situación institucional pudiera implicar, finalmente alcanzaron el objetivo que se habían planteado.
Entre otros conceptos, la resolución del gobierno provincial que se conoció un día como hoy pero de 1913 decía que "habiendo sido aprobado por decreto del 31 de diciembre último, el censo levantado por la Comisión de Fomento de Rafaela, por el que se declara esta localidad incluida entre los centros urbanos que tiene derecho al Régimen Comunal y en atención a su desarrollo y progreso económico alcanzado". Haber sido sede de la tercera sucursal del Banco Nación en todo el país y epicentro del desarrollo ferroviario de la región aceleraron el crecimiento de la colonia que también se asumió como un centro de referencia comercial, con los Grandes Almacenes Ripamonti como emblema.
En el mismo decreto, el gobernador Menchaca designó como primer intendente de la flamante ciudad de Rafaela a Manuel Giménez, un argentino de 49 años, perteneciente al grupo de profesionales que había ocupado cargos en el Comité Radical de Rafaela. Había vínculos que explican su nombramiento: en 1912 había sido elector de gobernador y estaba adscripto a la escribanía del radical menchaquista Pablo César, a la vez que pertenecía a la Logia Masónica "La Antorcha". Giménez también tiene una calle en su memoria, ubicada en los barrios Central Córdoba y Fátima.
Tras su asunción, durante unos pocos meses Giménez estuvo a cargo del Departamento Ejecutivo aunque bajo el control de una Comisión Administradora mientras se organizaron las elecciones para definir a los integrantes del primer Concejo Municipal. Los comicios finalmente se llevaron a cabo el 10 de septiembre de 1913, quedando consagrados a través del voto de los rafaelinos Nicolás Gutiérrez -quien luego fue el primer presidente del cuerpo legislativo-, Emilio Galassi, Carlos Mognaschi, Eduardo Chiarella y Antonio Cossettini. Como dato de contexto histórico, cabe consignar que el 10 de febrero de 1912 había sido sancionada la ley nacional de Elecciones N° 8.871, conocida como "Ley Sáenz Peña", que desechó el voto calificado y estableció el sufragio a universal, secreto y obligatorio y el sistema de lista incompleta, con lo que se dio representación legislativa a la minoría.
Hoy, a 107 años de aquella declaración, se suele recordar la efeméride pero sin acciones oficiales de ningún tipo, quizás porque la fecha coincide con el receso veraniego donde la actividad oficial se reduce sustancialmente mientras que no hay clases en las escuelas, un reducto donde se mantienen vivos los hechos que hacen a la identidad de la ciudad. Sin embargo, el 26 de enero debe conformarse con tener, al igual que otros protagonistas de la historia local, una calle en su honor.
En la década siguiente de haber sido declarada ciudad, Rafaela continuó con una pujanza llamativa en la que se consolidó su incipiente perfil industrial, con la radicación de frigoríficos, empresas lácteas y talleres metalúrgicos para cubrir la creciente demanda de "fierros" que exhibían los productores para labrar la tierra, en tiempos donde la Argentina estaba mezclada entre los principales países de mayor desarrollo. Así, desde las páginas de diario La Opinión se acuñó el concepto de Perla del Oeste (santafesino) para describir a esa ciudad que no paraba de crecer.
La cultura del trabajo, de la educación y del esfuerzo son los pilares sobre los que se cimentó Rafaela desde sus primeros años y que todavía la mantienen vital para apuntalar el futuro, al que se debe construir con participación de todos. De todos modos, hay que admitir que la Perla hay que mantenerla para que no se opaque y pierda brillo. Los altos niveles de desocupación que afectan principalmente a los jóvenes, y dentro de esta franja etaria, a las mujeres, constituyen un problema sobre el cual se debe trabajar, más allá que se trate de una cuestión que no puede desligarse de escenario económico nacional. La seguridad representa otra de las problemáticas colectivas que se debe abordar entre todos, más allá de que las responsabilidades centrales son compartidas por los poderes ejecutivos y legislativos de la Provincia y también de la ciudad.