Editorial

Una pérdida irreparable

El futuro de la humanidad es una gran incógnita porque no se puede predecir qué podrá pasar dentro de décadas, más allá de que se predice el crecimiento de la cantidad de personas que habrá en el planeta y los crecientes desafíos que implica garantizar el alimento a toda la población mundial. ¿Qué podrá suceder con el calentamiento global y el cambio climático y de qué manera incidirá en la vida tal como la conocemos hoy? ¿Habrá más sequías, inundaciones o tormentas más violentas? ¿Los países volverán a disputarse en el campo de batalla los recursos naturales, como ya ha ocurrido por el petróleo? ¿Y cuáles serían las consecuencias de un enfrentamiento a gran escala con modernas armas? 

Vivir en armonía en la Tierra es difícil, está comprobado a lo largo de la historia de la especie. Al período que va entre las dos guerras mundiales se lo denominó la paz armada y al que siguió a la segunda Guerra Mundial se la bautizó con el nombre de guerra fría. Por tanto, en mayor o menor medida siempre hay tensiones en todos los rincones del planeta, aunque la región de Medio Oriente es, directamente, un polvorín constante. 

En este escenario y a partir del crecimiento de la población mundial que exige un mayor uso de los recursos de la Tierra para producir alimentos, cuál es el lugar que les queda al resto de sus habitantes. Un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advirtió que las poblaciones de vertebrados salvajes, como mamíferos, pájaros, peces, reptiles o anfibios, menguaron un 60% entre 1970 y 2014 por la presión del hombre. 

El declive de la fauna afecta a todo el planeta, con regiones especialmente perjudicadas, como los Trópicos, según la 12ª edición de este informe publicado recientemente junto a la Sociedad Zoológica de Londres y basado en el seguimiento de 16.700 poblaciones (4.000 especies). 

En un informe que cada año arroja conclusiones cada vez más inquietantes, el director del WWF, Marco Lambertini, aseguró que preservar la naturaleza no es solo proteger a los tigres, pandas o ballenas y alertó que no puede haber un futuro sano y próspero para los hombres en un planeta con el clima desestabilizado, los océanos agotados, los suelos degradados y los bosques vacíos, un planeta despojado de su biodiversidad.

El décimo informe hablaba de -52% entre 1970 y 2010. Nada parece frenar el desplome de efectivos, ahora en -60%.

La zona Caribe/América del Sur muestra un balance "aterrador": -89% en 44 años. América del Norte y Groenlandia salen mejor paradas, con una fauna en -23%. La amplia zona de Europa, Norte de África y Medio Oriente presenta -31%.

La primera explicación para este retroceso sería la pérdida de los hábitats, debido a la agricultura intensiva, la extracción minera o la urbanización, que llevan a la deforestación, al agotamiento o la artificialización de los suelos.

En Brasil, que acaba de elegir a un presidente cuyo programa no habla ni de la deforestación ni del calentamiento global, la selva amazónica se reduce cada vez más, como la sabana de la región del Cerrado, a favor de la soja y la ganadería. A nivel mundial, solo el 25% de los suelos quedan exentos de la huella del hombre. En 2050 solo será el 10%, según los científicos del IPBES (el "IPCC de la biodiversidad"). A esto se añade la sobrepesca, la caza furtiva, la contaminación, las especies invasoras, las enfermedades o el cambio climático.

Los economistas estimaron los "servicios devueltos por la naturaleza" (agua, polinización, estabilidad de los suelos, etc.)

en 1,25 billones de dólares anuales. Cada año, "día del rebasamiento" se mueve, ese día en el que mundo ha consumido todos los recursos que el planeta puede renovar en un año. En 2018 fue el pasado 1 de agosto. Sin embargo, "el futuro de las especies no parece captar la suficiente atención de los dirigentes", alertó WWF, para el que hay que "elevar el nivel de alerta", provocar un amplio movimiento como se hizo por el clima. 

Un combate satisfactorio especialmente porque los esfuerzos pueden compensar rápidamente, como se vio con el retorno del tigre en Nepal o el del atún rojo en el Atlántico agrega el reporte. "Somos la primera generación que tiene una visión clara del valor de la naturaleza y de nuestro impacto en ella. Podríamos también ser la última que pueda invertir la tendencia", advirtió WWF, que llama a actuar antes de 2020, "un momento decisivo en la historia", "una puerta sin precedentes que se cerrará rápido".

Este año, se instará a los Estados a reforzar sus compromisos para reducir los gases con efecto invernadero, y lograr un pacto para proteger la naturaleza durante una conferencia especial en Pekín. "Debemos pasar rápidamente a una sociedad neutra en CO2, reinvertir la pérdida de naturaleza -a través de la economía verde, las energías limpias, otra producción agroalimentaria-, restaurar suficientes suelos y océanos", enumeró WWF.


 

Autor: REDACCION

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