Editorial

Una negociación interminable

Nadie dijo que sería fácil la renegociación de una parte de la deuda externa argentina que comenzó en abril pasado, puesto que de movida implicaba no solo reprogramar fechas de vencimiento sino también quitas tanto en el capital adeudado como en los intereses. Y se sabe que a nadie le gusta resignar dinero, ni a los inversores pequeños ni mucho menos a los fondos de inversión que carecen de sentimientos y presentan dura batalla en las conversaciones entabladas en busca de un acuerdo desde mediados de abril pasado, cuando el Gobierno argentino presentó la oferta para 

reestructurar bonos emitidos bajo legislación extranjera por algo más de 66.000 millones de dólares.

Si bien inicialmente se estableció un plazo de veinte días para que los acreedores acepten o rechacen la propuesta, transcurridos más de dos meses nada se ha resuelto y las negociaciones están abiertas. Y obvio si se han prorrogado un par de veces en este período es porque no hubo acuerdo lo que derivó en la extensión del plazo.

El punto de partida de esta áspera pulseada entre un país deudor y sus acreedores al estilo de lobos de Wall Street fue una situación de default virtual o técnico. Tal como lo admitió el ministro de Economía argentino en abril pasado cuando dijo que "hay un consenso en que hoy Argentina no puede pagar nada" tanto a los bonistas privados como al FMI que prestó unos 44.000 millones de dólares.

La incertidumbre sigue siendo el componente que marca el ritmo de las negociaciones por la deuda argentina. Hay días que la distancia entre la oferta realizada y las expectativas de los acreedores es enorme, lo que provoca que aumente el dólar en el mercado doméstico a la vez que se dispara el riesgo país y caen las acciones y bonos nacionales tanto en Buenos Aires como en Nueva York. Pero hay otros momentos de mayor optimismo en el que los valores de acciones y bonos suben mientras baja el riesgo país. La ciclotimia que gobierna el diálogo por la deuda, que mezcla estados de euforia con depresión, parecen ser funcionales a los especuladores de turno que un día compran barato acciones y títulos y en la jornada siguiente las venden con amplias ganancias. Todo parece reducirse a esas dinámicas no escritas de los mercados donde un rumor puede traducirse en grandes ganancias o dolorosas pérdidas. 

Recientemente, la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, afirmó que "hay una oportunidad" detrás de las negociaciones con los acreedores para que Argentina "rompa con este ciclo" de caída de su economía, y consideró que para eso, el país debe "devolver la deuda a un nivel sostenible". En una realista pero algo cruel observación, la funcionaria expresó que "Argentina es una historia compleja. Un país que pasó por ciclos de boom y caída durante décadas, que suspendió pagos ocho veces y ahora se encuentra en el noveno impago técnico, que esperemos que no se convierta en real". 

Más allá del respaldo del FMI, la negociación con los acreedores todavía está pendiente. Es cierto que se registraron progresos pero la discusión no parece tener fin. Hace una semana se prorrogó la negociación hasta el 19 de junio y ese día se resolvió una nueva extensión esta vez hasta el 24 de julio. 

La oferta inicial, difundida a mediados de abril, contemplaba el no pago de vencimientos de capital e intereses hasta noviembre de 2023, y a partir de ese año abonar una tasa del 0,5%, que iría creciendo de manera gradual hasta niveles sostenibles. Además, esa propuesta conllevaba una reducción de capital de US$ 3.600 millones, es decir, una quita del 5,4% sobre el stock de deuda y una reducción del pago de intereses de US$ 37.900 millones, que equivale a una quita del 62%. Esta propuesta fue rechazada en tres oportunidades, y a fines de mayo, el Ministerio de Economía presentó mejoras en la oferta, con una reducción del período de gracia desde los 3 años ofrecidos inicialmente a 2 años y con una mejora en el pago de intereses. Además, propuso un menú con seis bonos, la quita de capital se redujo al 1% e incorporó un bono para los intereses no pagados. Incluso, el gobierno estaría dispuesto hasta hablar de un cupón PBI.

La última semana se lograron reducir las diferencias, pero todavía falta un poco más para cerrar un acuerdo con los tenedores de bonos emitidos bajo legislación extranjera. Es el último mes para alcanzar un entendimiento que evite un default real de la Argentina, el noveno en su historia, que no solo perjudicaría al sector público sino también al privado. 



Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web