Entre barbijos y distanciamientos sociales llegó una nueva Navidad con la que comienza a cerrarse un año singular que parece durar un siglo. La cuarentena eterna atravesada por la crisis sanitaria por pandemia que contagió la economía marcó a fuego este 2020 que también nos descolocó en el campo de la salud emocional. En Argentina, la pérdida de empleo, el aumento de la pobreza y una mayor exclusión social constituyen los efectos más visibles de este nuevo orden impuesto, a las apuradas pero sin opción, por el Covid. El confinamiento profundizó, como daño colateral, problemáticas que se combaten en forma cotidiana aunque con resultados aún magros: la violencia contra las mujeres. En este contexto, la pérdida de ingresos, el desempleo y las dificultades para acceder a ayudas sociales complican la recuperación y aumenta el deterioro en la situación emocional.
Y si bien la promesa de las vacunas aumenta la intensidad de la luz de la esperanza, lo cierto es que la pésima gestión del gobierno nacional para garantizar un rápido acceso a la inoculación provoca un grado de incertidumbre y stress social que resta. La política comunicacional del Presidente que dice una cosa y al día siguiente otra confunde a toda la población. Hasta hace una semana el propio gobierno estaba convencido que la vacuna rusa podía aplicarse a toda la gente sin importar su edad, pero una revelación del jefe de Estado ruso Putin sorprendió a los funcionarios argentinos con la novedad de que las personas mayores de 60 años no podían inyectarse las dosis ante Covid desarrollada en Rusia. Improvisación absoluta.
Con el fantasma de la segunda ola de coronavirus que amenaza al país, las fiestas de fin de año representan para todos un recreo para celebrar la vida, para volver a reunir a la familia que por un tiempo dependió de las plataformas para hablar y verse las caras, sin presencialidad. Este estado emocional colectivo refleja un relajamiento social que se contrapone a la figura de distanciamiento social forzada por el virus y que se ha transformado en una gran preocupación de las autoridades sanitarias que dan por sentado un enero complejo, con muchos más contagios.
En el mientras tanto, la Provincia de Santa Fe autorizó reuniones familiares con un máximo de 15 participantes en un intento por generar un contrato social con las familias para que mantengan la guardia alta contra la enfermedad. Claro está que no es posible controlar lo que sucede puertas adentro de las casas. En este sentido, la recomendación fue organizar la mesa de las fiestas al aire libre, en un patio, jardín o incluso balcón y si no existe esa posibilidad al menos ventilar todo lo que se pueda los ambientes internos.
Las vacaciones tradicionales de verano representan otro desafío colectivo. ¿Qué hacer? Viajar y correr riesgos o resignarse a continuar en casa se presentan como las alternativas posibles. Viajar no es un placer completo porque hay temores de contagiarse el virus a cientos de kilómetros de casa y que encima requiere una burocracia adicional con la tramitación de permisos.
Lo cierto es que hoy será Nochebuena y mañana Navidad. Pero ni siquiera las misas serán iguales. Se restringe la ocupación de las iglesias para evitar aglomeraciones de fieles que puedan desencadenar una mayor propagación del virus. Ni el ámbito de la fe queda al margen de la pandemia, no hay plegaria posible ni milagro que suspenda los efectos de la enfermedad. De todos modos, la fe es clave para quienes la tienen para prepararse mejor antes de la batalla contra ese enemigo invisible, pero letal.
La Argentina tiene más de un millón y medio de contagios desde el inicio de la pandemia, en tanto que más de 43 mil personas se convirtieron en víctimas fatales del Covid. En términos comparativos, se puede decir que en relación a la cantidad de habitantes del país no es una cifra alta. Pero cada una de esas víctimas son hombres y mujeres que hoy estarán ausentes en la mesa de Navidad. La memoria es clave para recordarlas en cada encuentro de sus seres queridos.
Si con el coronavirus el clima está muy enrarecido, nuestro país soporta una carga adicional en tiempos de fiesta religiosa. Porque eso es la Navidad, una de las festividades más importantes del cristianismo en la que se recuerda a Jesús. A contramano se inscribe el tratamiento en el Congreso del proyecto para legalizar la Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Argentina. Tras la discusión del 2018, en la que los celestes lograron un triunfo ajustado en el Senado tras perder la votación en la Cámara de Diputados, el escenario del 2020 no es muy diferente. La iniciativa ya cuenta con media sanción de la Cámara baja y ahora enfrenta la discusión en el ámbito de la Cámara alta con una votación de final incierto.
Más allá de estos avatares, la necesidad del reencuentro se impone en este día. Feliz Navidad.