La Palabra

Una mirada desde la osteopatía*

Nací en un pueblito que se llama Campo Largo en el Chaco en el sesenta y cuatro. Mi papá nació en Grecia y vino joven a la Argentina, fue comerciante, tenía tienda y barracas. Teníamos una cultura griega muy arraigada en la familia. Y mi madre argentina descendiente de aborígenes, una gran conocedora de la naturaleza, una genia total. Somos cuatro hermanos que estudiamos guiados por ese liderazgo paterno y materno. Deambulamos por distintos lugares de la provincia. Terminé el secundario el Corzuela y de ahí me voy a Corrientes donde me recibo y empecé a trabajar en un equipo de fútbol de Mandiyú hasta que llega Diego Maradona de técnico y con él entramos en una cuestión de empatía, me lleva a Racing donde sigo mi vida en ese club. Paralelamente me pongo a estudiar osteopatía. Sigo trabajando en otros equipos, me fui a Almagro, después a Banfield, me empiezo a relacionar con el mundo empresarial y decido dejar el mundo del fútbol porque el nuevo trabajo me llevaba a viajar por el mundo. 

Algo acerca de mi profesión

Soy osteópata. Mi pensamiento es osteopático. ¿Qué quiere decir osteopático? El osteópata lo que hace es investigar las causas que provocan dolencias. No le da tanta importancia al síntoma que es el dolor. Mira el dolor en un contexto general, pero no deja de mirar siempre el lugar de dónde viene el dolor. Como que existe una causa y efecto que está siempre relacionado en todas las actividades de la vida. Entonces cuando uno aprende a mirar un cuerpo humano, y aprende, o trata de aprender, por la complejidad que representa un cuerpo humano. El cuerpo humano es una máquina sumamente inteligente, sumamente complicada, y llegar a comprenderla es prácticamente imposible. Cuando se empiezan a vincular los distintos acontecimientos que pueden mover el cuerpo, que son los acontecimientos mecánicos, fisiológicos, emocionales, inconscientes y conscientes, entonces te das cuenta que es una bolsa demasiado grande para comprender. No se puede comprender todo. Pero nosotros conocemos algunos callejones que nos permiten a veces acceder adentro. Nos permite acceder al mundo interior de cada uno. Y acceder al mundo interior tiene que ver con conocer cuestiones de su fisiología, de su mecánica, como así también de su mundo interior referido a su mundo emocional. Entonces si nosotros tomamos en consideración esto, lo que está pasando por dentro, ya sea a nivel fisiológico, mecánico o emocional, puede llegar a imaginar que ese síntoma que representa tenga un vínculo con ese detalle. Entonces tratamos de buscar las calles, los callejones, las vías, los canales que vinculen una cosa con la otra. Los osteópatas lo hacemos a través de técnicas manuales generalmente, o con distintos tipos de técnicas. No importa el tipo de técnica. La técnica es nada más que una herramienta, es como un llavero que tiene un manojo de llaves y utiliza una llave para abrir una puerta. Nosotros no descartamos ninguna herramienta. Las herramientas referidas a un medicamento son totalmente válidas, al igual que un aparato de fisioterapia, al igual que una maniobra de quiropraxia o un masaje. O una palabra, una palabra bien dada en un momento adecuado, es un hachazo que te cae en la cabeza y que te abre la cabeza, y hay un antes y un después, después de una palabra. Lo que hacemos los osteópatas es tratar de generar este vínculo entre lo de adentro,  la manifestación externa que es el síntoma, y provocar un cambio. Ese cambio no necesariamente tiene que ver con corregir el problema. No. Porque el cuerpo es sumamente inteligente y sabe lo que tiene que corregir. Lo único que nosotros podemos hacer es habilitar las compuertas, los cables, para que el cuerpo desarrolle ese mecanismo de autocuración que hace que el cuerpo se vaya sanando. Creemos en la sanación del cuerpo, a través de sus propios métodos, de sus propios medios, que los llevan a tratarse de una dolencia. 

Con cambios de conducta por parte del paciente

Totalmente. Soy creador de una técnica de trabajo. Me cuesta decir creador. Digamos que encontré, desarrollé, en mi experiencia de treinta años una técnica que me permite llegar al paciente de una manera directa. En esa técnica que pude desarrollar dispuse como un holograma fundamental que tiene tres puntos importantes de anclaje donde radico mi pensamiento y son el movimiento, el trabajo voluntario consciente y la indemnidad del sistema nervioso. Necesito esas tres patas para poder acceder a tu mundo. El movimiento tiene que ver porque si no existe el movimiento no existe vida. Si a vos no se te mueve el codo, algo le pasa al codo, puede ser que nunca sentiste dolor en él, pero al poco tiempo vas a tener dolor en el hombro, y en el cuello, y en la muñeca. Porque alguien tiene que hacer el trabajo que no hace el codo. Entonces el movimiento es necesario. Cuando un río no se mueve, el agua se estanca y se pudre. Y lo mismo pasa por el cuerpo, todos los tejidos tienen que tener un movimiento. Y hablo de los tejidos que nosotros conocemos físicos, y hablo del movimiento sutil también que tiene que ver con la energía que maneja el cuerpo. Si tengo una energía que mueve el pensamiento y yo no trabajo el pensamiento, el pensamiento también se me deteriora. Como se deteriora el agua del río te le dije, por lo tanto para mí el movimiento es fundamental, tengo que tener movimiento. La segunda pata que marqué tiene que ver con el trabajo voluntario consciente que es un pensamiento que me surge a través de la expresión de mi viejo, de mi padre, que siempre lo recuerdo porque él me decía: “mirá, cuando encontrás a alguien tirado en la calle y lo querés ayudar a levantar tenés que darle la mano y hacer fuerza, pero si el tipo que está en el suelo no hace fuerza  no lo vas a levantar nunca”. Entonces esa fuerza es la que necesito para que cada uno pueda levantarse. Si tenés un problema, vos tenés el problema, vos tenés que comprender que ese problema es tuyo y lo tenés que resolver, y que tenés que ayudar a resolverlo, no me tenés que hacer peso muerto. Si te duele la cintura y te digo tenés que bajar de peso, tenés que hacer este ejercicio, hacélo viejo, porque si no te comprometés con tu problema, yo tampoco me voy a comprometer con tu problema. Y la tercera pata que había marcado es la indemnidad del sistema nervioso. El sistema nervioso del cuerpo humano es como el sistema eléctrico de una casa. Nuestras acciones, las acciones de nuestro mundo mecánico, dependen de un cable que lleva energía. Si ese cable no está bien es imposible que yo pueda tener energía, es imposible que yo pueda mover la mano si no tengo un cable que haga que los músculos se activen. Los músculos son solamente peones. Cuando todos piensan que el problema lo tiene el músculo, es el último eslabón que considero. La indemnidad del sistema nervioso tiene que ver con que las vías de conducción de  nuestro mundo emocional, de nuestro mundo consciente e inconsciente llegan a nuestra periferia, a nuestro sistema músculo esquelético a través de cables que son los nervios, y si no están bien es imposible que llegue esa energía. Miro esas tres cosas, y todo lo que hago va apuntado a esas tres patas. Cuando me preguntan qué es la osteopatía, qué es lo que hago, es muy difícil decirlo en pocas palabras. Tengo que desarrollar este pensamiento para que comprendan para dónde va mi trabajo. 

¿Hay una evolución o una involución en el uso del cuerpo que trae consigo problemas posturales?

El cuerpo humano tiene un sistema nervioso que se divide en dos: uno que es voluntario y otro que es involuntario. El involuntario se llama sistema nervioso autónomo y está representado igual que los cables de una caja por un positivo y un negativo que en el cuerpo se llama simpático y parasimpático. Este sistema nervioso autónomo involuntario gobierna el noventa y cinco por ciento de nuestra vida, por lo tanto tenemos un cinco por ciento solamente de cosas voluntarias. Te estoy hablando de las manos, la postura, los ojos, la respiración, la frecuencia cardíaca, todas las funciones que están pasando adentro de mi cuerpo son automáticas y reflejas y están gobernadas por ese sistema nervioso autónomo. Por lo tanto los pequeños músculos de la postura también responden a este sistema. Quiere decir que la postura es refleja, que es inconsciente y que es involuntaria. Esta es una verdad absoluta, por lo tanto si te digo que corrijas tu postura no sirve de nada. Las madres de antes les decían a sus hijos que se sienten bien, pero no servía de nada esa exigencia. No podemos corregir la postura a través de nuestra voluntad. Ese sistema nervioso autónomo está totalmente condicionado por nuestro mundo emocional: alguien deprimido está agachado, alguien eufórico está erguido, alguien triste de otra manera. Hay una postura que define el estado emocional, entonces no puedo modificar eso a través de ciertos reflejos. Entre el hombre de antes y el de ahora cambió totalmente la mecánica. Antes subía al árbol para buscar naranjas, ahora va a la verdulería. Cuando le quitaste movimiento lo lastimaste. Hoy el escenario de trabajo de la gente es un escritorio, una computadora y un teléfono. Antes eran animales, era una pala, un arado de mancera. Cambiaron las condiciones de vida de la gente. Antes iban descalzos, no usaban zapatos con tacos ni suelas con plataformas. Hacía sus necesidades fisiológicas agachándose con unas cuclillas forzadas para ir de cuerpo, hoy se sienta en un inodoro. No sabés lo importante, lo que significa ese gesto que hacían porque moviliza el intestino, los tobillos, la rodilla, la columna, la sacroilíaca. Es el ejercicio más completo que hay. Y no lo hacemos. Hay muchos componentes que influyen en nuestra postura y sería una falta de respeto que consideremos la postura de una manera tan simplista. Debemos tratarlo mejor, estimular ciertas vías y darle la chance de que el cuerpo vaya por ese lado haciendo consciente algunas cosas que se pueden hacer, y trabajando fundamentalmente el mundo de reflejos que trabajen y que influyan sobre tu cuerpo.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Ricardo Papastavros

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