Fui una niña siempre muy inquieta, siempre haciendo travesuras. Mi papá nos decía hagan travesuras, pórtense mal pero no para que no hagamos caso sino para que vayamos un poquito más allá. Para que nos autodesafiemos y para que rompamos el límite, pero para ser creativos. Y eso fue siempre la crianza que tuve, ser traviesa, ser inquieta es lo que más me acuerdo de la infancia en Santo Tomé, Santa Fe. Paseando con mis amigas, yendo a pescar al río, más adolescente haciendo actividades en el centro de estudiantes de mi escuela, o empezando con la literatura y a leer los libros, a estudiar cada vez más. Un poco rebelde y sobre todo muy aventurera.
A través de quién me llegó la literatura
De mi papá Sergio. Quería que leamos así que todas las hijas leemos, y nos incentivaba mucho a leer a la noche antes de dormir. No teníamos televisor en la pieza así que leíamos algún libro. El me introdujo a varios autores, le gustaba mucho Gabriel García Márquez así que ahí fue que descubrí a este Nobel de la Literatura y leí sus cuentos primero y sus novelas después. Me fascinaron.
Los años en la escuela secundaria
Me encantó. Fui a Nuestra Señora del Calvario en Santa Fe, fue una etapa de plena exploración, de aventura, era un poco la líder del centro de estudiantes de una escuela católica donde todo funcionaba bien y no había mucho por resolver, pero ahí ya estaba intentando mejorar las cosas, los proyectos. La pasé bárbaro con mis amigas, en campamentos, en las quintas. La secundaria fue una época a la que siempre volvería.
Cuando fue tenida en cuenta la orientación vocacional
No tenía mucha idea al principio de quinto año. A mediados dije quiero algo que sea noble, que pueda ayudar al mundo, siempre un poco defensora de los pobres, queriendo aportar algo a la sociedad, así que dije voy a hacer medicina para cambiar al mundo, y voy a intentar la cura del cáncer, obviamente eso es muy difícil, pero de acuerdo a lo que estoy haciendo ahora, se cierra el círculo. Con lo que estoy haciendo ahora ayudo a muchas personas y cambié algo del paradigma de la medicina, eso era lo que buscaba: aportar un granito de arena en salud, por eso elegí medicina como carrera principal y después elegí ginecología y obstetricia porque sentía mucha empatía por las mujeres, no solamente por ser mujer, también por entender las necesidades que quizás otras mujeres tengan o tenían, y no porque yo tenga una situación privilegiada dentro de la sociedad, otras mujeres también, entonces quería ponerme en el lugar de ellas y ayudarlas desde ese punto de vista.
Y fui a la universidad…
Estudié en la Universidad Nacional de Rosario, pero en la sede de Santa Fe así que seguí viviendo con mis padres y eso me permitió llevar la carrera al día. Porque me iba bien en la facultad, durante los veranos trabajaba en la ferretería El bulón de mis padres en Santo Tomé. Así que eso también fue una escuela para mí, porque formarme en un comercio, manejar a clientes, a proveedores, el banco, uno no se da cuenta, pero cada experiencia que uno vive en la vida lo va formando. Entonces ahora que estoy en otro lado más administrativo de gestión de empresas, algunas cosas ya las tenía incorporadas.
Recibirme de médica. ¿Y después?
El médico tiene que hacer una residencia sí o sí. Parece que si sos médico solamente es peor que no ser nada, es una injusticia creo, pero aun así yo sabía que quería hacer una especialidad y elegí ginecología y obstetricia. En el medio cuando estaba por rendir la última materia de la facultad dije si rindo bien esta materia me voy en viaje de aventura por el Caribe noventa días con el objetivo de conocer a Gabriel García Márquez. Ahí se cierran un poco todos los puntos de lo que decía que me gustaba la aventura, la travesía, esto de pescar, estar en la naturaleza, junto con la literatura y un poco con la carrera porque si rendía mal una represalia era no ir a ese viaje. Rendí bien y me fui al viaje en dos mil once. Tenía veintitrés años. Volví en dos mil doce.
Cómo organicé ese viaje
Fue un año la planificación del viaje, porque por supuesto no era un viaje fácil, pero tenía que planificar todo. En esa época había un auge de los blogs, yo trabajaba en una cadena de blogs de España donde escribían muchos chicos de Latinoamérica. Eso significaba muchísimo dinero porque además pagaban en euros que era una fortuna para ese momento. De ahí obtuve los ahorros para hacer el viaje. Eso fue de los veinte años en adelante. Escribí en varios blogs. Siempre me gustó mucho la tecnología, siempre estuve mucho en internet viendo oportunidades. Mi novio es periodista, escribía en blogs, tenía trabajo, tenía contactos, se necesitaba más gente, empecé a escribir. Relacionando un poco todo lo que me gusta: escribir, leer, comunicar, tener algo para contar como lo hago en http://90diasxelcaribe.com.ar/ y @ibriggiler. Podía hacerlo desde mi casa. Y con todos estos amigos de los blogs que eran latinos fui armando el cronograma del viaje. En mi recorrido iba a la casa de ellos, me recibían, me acompañaban, compañeros de trabajo que nunca había visto, estuvo muy bueno, además la ayuda, la generosidad del grupo.
Hace una década ¿cómo se viajaba con la cuestión del dinero?
En ese momento me había llevado un poco de efectivo, pero sabía que no me iba a alcanzar porque el viaje era muy largo, así que tenía tarjetas de débito y crédito para poder sacar dinero de la cuenta y pagaba con la de crédito a veces. Visité Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua y México en tres meses todo por tierra.
¿En algún momento me arrepentí de haber viajado sola?
No. Arrepentirme no es la palabra, y nunca me arrepentiría del viaje.
¿Tuve temor a algo?
Sí, por supuesto. Al principio no porque uno viaja como aventurera, pero tuve pequeños inconvenientes de robos. Otro más grande en Nicaragua, un país muy necesitado, muy humilde, con grandes índices de delincuencia por ese mismo motivo. Estaba con un nivel de confianza, era la líder latina de un grupo de turistas extranjeros. Y ahí sufrí el robo de todo lo que tenía, no violento, pero sí traumático. Por primera vez a los dos meses y medio me quise volver. Me faltaba bastante para llegar a México, pero estaba un poco cansada, extrañaba. Y ahí fue cuando un amigo que nunca vi en la vida todavía, me dijo no te vuelvas todavía y llamá a este número de teléfono para que te puedas contactar. Y era el número de la casa de García Márquez. Yo había pasado por Colombia, estuve en Aracataca, fui a Cartagena, hice toda la tarea para llegar a donde él vivía que era México. Y así fue como se me abrieron un poco las puertas de esa casa. Mi amigo Fernando Jaramillo vive en Cali, Colombia, y no me dio el número antes porque me dijo que él sabía que yo iba a llegar de todas maneras. Tenemos una excelente relación a distancia y esas me gustan porque son cálidas.
Y llamé por teléfono…
Llamé. Justo atendió Mercedes que es la mujer de García Márquez y me dijo que nunca atiende el teléfono. Lo hace la secretaria. Le pregunté: ¿Mercedes? “Sí, ¿quién habla?”, me responde. Ahí empecé a hacer mi historia y le dije que si había una mínima posibilidad de que lo conozca al marido viajaba de Nicaragua a México si no me volvía a Argentina. Me dijo: “Llamame cuando llegues a México”. Así que fue una alegría toda la tristeza que venía del robo y cambió el plan. A los pocos días llegué a México un lunes, llamé y desde ahí me empezó a atender la secretaria de ellos, Mónica. La reunión fue el jueves al mediodía de doce a dos de la tarde, en su casa en el Distrito Federal en un barrio muy lindo. Yo sabía la dirección.
Cómo fue la ceremonia del encuentro
Increíble, increíble. Imagínate que estuve dos horas con él charlando. Me atendió una señora que trabajaba en la casa, me vino a buscar la secretaria Mónica, pasamos al living, un caserón divino, pero una casa súper cálida, amena, con fotos, con flores. Esperamos a don Gabriel como ella le llamaba, ella me hacía preguntas y yo estaba totalmente desconcentrada, no podía contestarle porque estaba pensando en otra cosa. A los pocos minutos apareció Gabriel García Márquez en una puerta que estaba al costadito, se acerca caminando muy erguido él, muy elegante, pero también de entrecasa, me saluda, me acaricia la cara, me agarra las manos y me dice: “¿Por qué llorás?”. Y la secretaria le dice: “Llora por usted, don Gabriel”. Y él dice: “No me lo digan así que me lo creo”. Un genio. Con mucho sentido del humor.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Ingrid Briggiler