La industria argentina está siempre bajo fuego, amigo o enemigo, pero siempre soporta escenarios bélicos intensos con escasos períodos de calma para recuperar energías y volver a la batalla. Algo así como el popular videojuego Fortnite, en el cual aquel soldado que se relaja pierde y queda fuera de combate. La lucha puede ser contra las inconsistencias de la economía argentina, una devaluación, la inflación o un nuevo impuesto que aumente la presión fiscal. También la crisis que provoca la caída del consumo, la falta de acceso al crédito, el problema crónico de la deuda externa y la permanente modificación de las reglas de juego que obliga a improvisar casi todo el tiempo. La crisis generalizada del 2001-2002 marcó la dificultad mayor que dejó empresas en el camino y sobrevivientes. En ocasiones el ataque puede venir desde el exterior con un efecto Tequila por la crisis económica de los 90 con origen en México o el derrumbe global del 2008, entre otros tantos.
Pero en este 2020 apareció en escena la pandemia que nadie esperaba, reconfiguró el mundo, eliminó las zonas de confort y obligó a todos a aprender un nuevo libreto para seguir hacia adelante. Así las cosas, los industriales argentinos celebran hoy su día con la premisa de mantenerse de pie ante un piso en constante movimiento y evitando las balas como si fuera un Fortnite de la vida real. Gran parte de los rubros industriales debieron cerrar durante todo el mes de abril y un poco más lo que reflejó caídas históricas en el nivel de actividad.
En el último informe de la Unión Industrial Argentina (UIA), se destaca que en junio, la actividad manufacturera se contrajo -10,7%
interanual y subió 17,7% mensual en la medición
desestacionalizada. Es que venía con caídas de - 28,4% interanual en abril y de -26,2% en mayo, meses en los que la cuarentena impactó de lleno. En el primer semestre de 2020 se
acumuló una baja de -13,8% respecto a igual período del
año anterior.
En este día vale repasar algunas capacidades del sector industrial de acuerdo a un documento elaborado hace algunos años por Matías Kulfas, actual ministro de Desarrollo Productivo de la Nación. La Argentina es un país de desarrollo industrial intermedio, ubicado en el puesto 26 entre las economías de mayor producción industrial del mundo y 45 en términos per cápita (valor agregado manufacturero constante a precios de 2010, promedio 2010-2016, estimado a partir de datos del Banco Mundial, World Development Indicators). Si bien el posicionamiento de la Argentina en términos manufactureros puede parecer poco relevante, es importante señalar que, sobre 217 países existentes en el mundo, los 10 primeros explican el 71% de la producción industrial global y los 30 primeros el 90%, subraya. En otras palabras, la producción industrial mundial está acotada a unos pocos países y la Argentina forma parte de ese mapa, aunque en un lugar de menor relevancia relativa.
En este artículo Kulfas aborda el desarrollo industrial argentino en perspectiva histórica y en ese contexto señala que el país transita el período de consolidación de un nuevo modelo industrial abierto y flexible (a partir de 1991). La industria manufacturera terminó de asimilarse al nuevo esquema de apertura al mercado internacional y las reformas promercado implementadas a partir de 1989.
Kulfas describe una trayectoria histórica errática, cambiante y plagada de proyectos contrapuestos y contradictorios. Considera que en estos más de 130 años de historia industrial se produjeron interesantes experiencias de desarrollo, algunas de vanguardia, pero que nunca llegaron a generar una masa crítica que diera un perfil de mayor liderazgo tecnológico al país.
En el final del extenso trabajo, advierte que la Argentina debe recuperar un proyecto industrial que incorpore los desafíos del presente. La política industrial en un modelo abierto no consiste en preservar rentas sino en crear capacidades, de modo que la política en ciencia y tecnología pasa a ubicarse en el centro de la escena. Asimismo, la conformación de clusters tecnológicos en torno a recursos naturales, que permitan desarrollar y manufacturar bienes de capital y sumar servicios de ingeniería, es un eje estratégico que además rompe la dicotomía recursos naturales-industria. Las iniciativas de industrialización verde son otro eje central en un mundo en el que las agendas ecologistas irán ocupando mayor espacio. Los servicios de alto contenido tienen un papel central en esta fase de industrialización. Las industrias tradicionales deberán aggiornarse a nuevos desafíos tecnológicos, de materiales y de diseño. En definitiva, los desafíos son enormes y dejan poco margen para continuar evitando o desviando esta discusión de la agenda política decía Kulfas antes de ser ministro. Ahora que integra el gobierno, tiene la oportunidad de llevar a la práctica lo que planteó como desafíos.