A veces, lo imposible se hace posible. Algo de eso hay en aquella proeza deportiva que Atlético de Rafaela concretó hace 50 años cuando organizó la primera carrera de la temporada del Campeonato Indycar del USAC (United States Auto Club) en su óvalo de 4.600 metros, lo que pasó a la historia como "Rafaela 300 Indy". Un puñado de voluntades, como decía un célebre periodista de estas tierras, plasmaron una competencia sin importar la magnitud del desafío, como fue traer desde Estados Unidos una categoría completa, desde los autos hasta los pilotos y mecánicos. Eran tiempos en los que las comunicaciones no eran sencillas, solo un teléfono de línea permitía acelerar las negociaciones.
"Si puedes soñarlo, puedes lograrlo", dijo alguna vez el popular cineasta Walt Disney. Una frase que cabe como anillo al dedo para sintetizar lo que pasó en los albores de la década del 70 en Rafaela, que por esos días contaba con 43.695 habitantes (21.092 varones y 22.603 mujeres) según el Censo Nacional de Población de 1970 -el país contaba con 23 millones de personas según la medición-.
La competencia de la que hoy se conmemora las Bodas de Oro de su realización reunión entre 35.000 y 38.000 espectadores según distintas crónicas de la época. Por tanto, en el predio del autódromo se concentró prácticamente la misma cantidad de personas que habitantes tenía Rafaela en ese febrero de 1971, año en el que la ciudad celebraba sus 140 aniversario.
Que Atlético haya decidido encarar un ambicioso proyecto que implicó una apuesta sin garantías demuestra la determinación que los dirigentes tenían para seguir hasta el final sin desistir ante la primera dificultad. Hubo que invertir para adaptar la estructura del circuito a las necesidades de una categoría internacional de velocidad extrema, organizar una logística impresionante desde una ciudad donde no había un aeropuerto de grandes dimensiones sino solo un aeródromo mediano entre otras tantas tareas, colosales por cierto.
Sin duda que la ciudad de Rafaela se alineó rápidamente para conseguir el objetivo, por más inalcanzable que pareciese al menos para los escépticos (no para los soñadores ni para los hombres de acción). Como lo hacía desde siempre, en realidad desde el 25 de mayo de 1919 cuando Atlético organizó su primera carrera oficial que tuvo su largada en la actual esquina de bulevar Lehmann y Alem. Eran tiempos en que la industria automotriz daba sus primeros pasos por lo que podría pensarse que la competencia no debería establecer grandes exigencias para las máquinas. Pero no, todo lo contrario, aquella primera prueba que marcó definitivamente una relación de amor y pasión entre la ciudad y el automovilismo deportivo consistió en recorrer una distancia de 320 kilómetros que comprendió caminos de una docena de localidades del oeste santafesino y del este cordobés. El ganador, Oberdán Piovano, tardó más de 4 horas en completar ese recorrido entre los siete participantes. Hace casi dos años Atlético celebró el centenario de su rica historia automovilística y homenajeó a quienes escribieron las primeras líneas de este libro que no tiene final sino que suma capítulos todo el tiempo.
Poco después de inaugurar de esa primera competencia, Atlético inauguró una serie que se repitió una y otra vez durante casi 50 años: las 500 Millas Argentinas. El 6 de junio de este año se cumplirán 95 años de aquella carrera iniciática, en la que 29 pilotos y sus autos buscaban la corona de laureles para lo cual debían recorrer 21 veces un circuito pensado sobre caminos rurales al oeste de la ciudad que tenía 37 kilómetros de extensión. En esa jornada, una multitud de 40 mil espectadores no quería perderse la prueba. El mal tiempo metió la cola y después de dos horas de vuelta tras vuelta la lluvia obligó a suspender hasta que se reanudó el 29 de agosto, día en que el porteño Raúl Riganti inscribió su nombre en la historia.
Atlético fue forjando su historia fierrera a medida que pasaban los años hasta que resolvió tener su propio circuito, un ovalo considerado el más largo del mundo. Cuando promediaba la década del 60 logró pavimentar su trazado, lo que certificó la decisión de ir por más. Así apareció la oportunidad de las 300 Indy, que se corrió un día como hoy pero del año 1971. Al Unser terminó en lo más alto del podio en lo que fue una gran fiesta de la ciudad.
Pero si la historia tiene protagonistas principales, siempre hay actores secundarios. Son los que se encargan de dar testimonio, como el periodismo. LA OPINION reúne en sus páginas, y ahora también en su portal, una gran cantidad de artículos que son fuente de consulta sobre esta épica carrera. Y ahora uno de sus periodistas destacados como lo es Víctor Hugo Fux, plasmó en un libro todo lo que sucedió en aquellos buenos viejos tiempos. De alguna manera, permite revivir una hazaña quizás irrepetible.