A medida que el ciclo del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner llega a su fin, se vacía de contenido el concepto de "década ganada", acuñado por la Presidenta para hacer referencia a los supuestos avances registrados por el país entre 2003 y 2013, principalmente en lo que hace a reivindicaciones sociales. Hoy parece una definición que apenas responde a criterios del marketing político que no engloba, tal la pretensión original, a un conjunto de políticas públicas exitosas.
Si bien es cierto que en el plano laboral se reimplantaron las negociaciones colectivas, con el paso del tiempo y en especial con el aumento sostenido de los precios el ámbito de las paritarias quedó limitado a una discusión para recortar las pérdidas que el proceso inflacionario causa al poder adquisitivo de los salarios. Y en un país donde las estadísticas oficiales están con una crisis de confianza por la manipulación ejercida por el INDEC, que se excedió en su rol de dibujar números para acomodarlos a los intereses del Gobierno, la desocupación es relativa. En los últimos años prácticamente es inexistente la creación de empleo en el sector privado y sólo la esfera de lo público absorbió a miles de personas que se incorporan al mercado laboral. Por tanto, el saldo no es demasiado favorable. Por tanto, la tan promocionada reindustrialización parece más un mito que una manifestación empírica.
En el campo social, la Asignación Universal por Hijo es quizás la política más representativa de una mirada y una gestión inclusiva, que contó con el respaldo de todo el arco político. Sin embargo, cuesta admitir que después de casi 12 años en el Gobierno este subsidio aún cumpla un rol protagónico, lo que confirma que los anunciados logros en materia de igualdad no se verifican en la realidad. El nudo de subsidios cruzados difícil de desenredar es por sí una muestra sobre las distorsiones que este Gobierno dejará a modo de herencia para quien asuma el 10 de diciembre en lugar de Fernández de Kirchner.
El cepo cambiario, el déficit de las cuentas públicas, el retraso de la cotización del dólar, la política de subsidios generalizada al transporte y a la energía que no distingue necesidades reales de asignaciones injustas (las tarifas bajas de gas y energía son tanto para los hogares pobres como para los ricos, agravando la ineficiencia del Estado) modelan un cóctel que perdurará más allá del 10 de diciembre, colocando en una difícil situación al próximo Presidente justo en el año del bicentenario de la Declaración de la Independencia.
Podría interpretarse que las ganancias de la década que va del 2003 al 2013 se evaporaron en los últimos dos años de la Presidencia de Fernández de Kirchner, que ahora está tan desesperada por recursos que ni siquiera tiene margen para retocar el antipático, en términos electorales, impuesto a las Ganancias.
"El principal factor que explica la peor distribución del ingreso de la Argentina con respecto a Europa es el mal funcionamiento del sector público. Por eso, para ser coherentes con la aspiración de lograr una mayor igualdad social, el camino no es presionar para no pagar el impuesto a las ganancias sino mejorar su aplicación, replantear prioridades en la asignación del gasto público y abordar un proceso estructural de modernización y profesionalización del Estado", subrayó en su último reporte el Instituto para el Desarrollo Argentino (Idesa), en el que efectúa un profundo análisis tomando como referencias datos de la CEPAL.
El informe concluye que mientras "en Argentina el Estado hace una contribución muy modesta a la mejora en la distribución del ingreso, en los países europeos el sector público juega un rol decisivo en el aumento de la igualdad: los cálculos de la CEPAL estiman que el Estado en la Unión Europea reduce 3 veces más la desigualdad que en la Argentina.
El estudio advierte que en Europa se aplica una estructura tributaria más progresiva que en la Argentina. En este sentido, puntualiza que el impuesto a las ganancias sobre el ingreso de las personas, que es una potente herramienta de redistribución, recauda el 10% del PBI mientras que en Argentina apenas llega al 1,7% del PBI. "Por el contrario, en Argentina se recauda más impuesto inflacionario y cargas sociales los cuales impactan mucho sobre los salarios más bajos", expresa Idesa.
Asimismo, consigna que en Europa "hay una mejor calidad en la gestión del gasto público". Prueba de ello -agrega- es que prácticamente toda la población en Europa, sin distinción socioeconómica, se atiende en los mecanismos sociales de salud, manda sus hijos a escuelas públicas, está bien protegida por la policía y la justicia, y utiliza los medios públicos de transporte. En cambio, en Argentina, aun pagando impuestos a niveles europeos, el ciudadano medio tiene que contratar una prepaga, un colegio privado, una agencia de seguridad e ir a trabajar en auto particular. Todo dicho.