La Palabra

Una aventura sonora

Soy compositora, cantautora, educadora musical, comunicadora, productora discográfica y radial. El lugar donde estrené mis primeras canciones fue la sala de música donde, con mis alumnos, cantábamos, inventábamos canciones y explorábamos el mundo de los sonidos. La primera canción que compuse fue “El Señor Invierno”, por eso desde hace más de 40 años “llueve en los paraguas / desde el cielo gris”. Le canté a la Plaza Mayo, donde “los granaderos muy enojados nunca contestan a mi llamado, pero… las palomitas comen en mis manos”. Le dediqué un disco entero a Mambrú, “Aquel que se fue a la guerra / montado en una perra / la perra se cayó / y Mambrú se escoquiñó!”. Un día, en el campo, hubo una lluvia de gatas peludas, de todos los tamaños y colores. Bajaban de los árboles balanceándose como expertas trapecistas. Conmovida, traté de guardar como pude, tanta belleza… y con el tiempo transformé esas imágenes, en algo parecido a un homenaje a “La gata peluda”. No inventé la murga, pero la incorporé hace mucho, mucho tiempo, en mis recitales, para espanto de directoras amantes del orden y las buenas costumbres. En el largo ciclo radial “A parar la oreja” (que transcurrió durante 8 años), chicos y grandes compartían música, cuentos, y poemas de todas partes, y jugaban a eso: “a parar la oreja”. Los chicos crecieron, y las aulas del comienzo se transformaron en talleres de acción musical y reflexión donde actualmente trabajo con adultos: docentes, animadores culturales y grupos comunitarios; convencida de que todos tenemos derecho a expresarnos y comunicarnos con lenguajes que nos conecten con lo mejor de nuestra condición humana. Recorrí mi país, desde el Chaco Salteño hasta Tierra del Fuego, realizando cursos y talleres para docentes, que denominé “Música y Creatividad”, y recitales de canciones para chicos en escuelas, teatros y galpones, acompañada de una pequeña banda de tres músicos y de mi violín. Generalmente auspiciadas por la Secretaría de Educación de la Nación y por el Ministerio de Cultura de Argentina, estas actividades también me llevaron repetidas veces a diversos países de Latinoamérica -Ecuador, Perú, Méjico, Costa Rica, Chile, Uruguay- y España. A partir del año 1969 comencé a producir y editar mis canciones, inaugurando el sello independiente La Cornamusa. Era época de long play y de casetes que luego se transformaron en discos compactos. La Cornamusa supo albergar ediciones de otros músicos y conjuntos como, entre otros, Las Musinas, el grupo Ollantay, Bola de nieve, Los que iban cantando, Daniel Viglietti, el maestro Abel Carlevaro, y las particulares versiones tangueras de Agustín Carlevaro. En mis  producciones de La Cornamusa  como cantautora, tuve a mi cargo los arreglos instrumentales y la dirección artística de todos los discos. La multiplicidad de roles no me impidió compartir la autoría de algunas canciones con poetas como Hebe Solves, Javier Villafañe, y Beatriz Doumerc; o incorporar canciones de Esther Schneider, Ruth Fridman y María Nardelli, compañeras de ruta en la música para niños. Mis canciones, cuentos, y delirios editados por La Cornamusa en LP, casetes y CD, son, por orden de aparición: “Vamos a inventar canciones”, “El rondó de la gallina”, “Sin permiso sale el sol”, “Estás creciendo”, “Y Mambrú?”, “La murga y el picaflor”.

Variadas selecciones de mis canciones, producidas por La Cornamusa, fueron posteriormente editadas en discos compactos: “En el majardal de la mariposca”, por el Diario La Nación (Argentina), “La gata peluda”, por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Epsa Music: la selección, arreglos e interpretación de “La gata peluda” estuvo a cargo de grupos integrantes del Momusi, “Paseos y sueños”, recientemente editada por la Biblioteca Nacional de Argentina.

Mi producción discográfica “Como las ramas al árbol”, es una selección de mis canciones para grandes. En este disco -que realicé con el destacado aporte de Esteban Morgado en guitarra-, reemplazo los paisajes de la infancia por paisajes de vida, donde el amor, el tiempo, y la memoria, son los protagonistas de milongas y canciones varias.

Soy cofundadora de MOMUSI (Movimiento de música para niños, de Argentina);  integrante y colaboradora de FLADEM (Foro Latinoamericano de Educación Musical), de MOCILYC (Movimiento de la Canción Infantil de Latinoamérica y el Caribe), de OMEP (Organización Mundial de Educación Preescolar), y pertenezco a SADAIC (Sociedad Argentina De Autores y Compositores).

Recibí de todas estas instituciones, del Fondo Nacional de las Artes, del Collegium Musicum de Buenos Aires, de la Fundación El Libro, entre otras, apoyos y reconocimientos que alentaron mis proyectos y los hicieron posibles.

¿A dónde va Vicente?*                                                

por María Teresa Corrral

(…)

Desde siempre, y en todas las culturas, las canciones de cuna, las rondas infantiles, los cantos de trabajo, las danzas tribales, la música folklórica, los bailes populares y cortesanos, la música de cámara, la música religiosa, la música sinfónica, la opera, la comedia musical, los trovadores, los payadores, los cantautores, en fin, una lista interminable de actores, han ido construyendo un repertorio tan vasto y maravilloso como inabarcable. Sin embargo, actualmente, el culto a los ídolos (cantantes, bandas, etcétera) y la compulsiva difusión de “temas”  y artistas que suben y bajan del “ranking” con asombrosa rapidez, anestesia la capacidad de selección de chicos y grandes sean estos docentes, madres, padres, o… Salvo excepciones, estamos dejando de ser protagonistas de nuestra vida para transformarnos en meros consumidores. Los protagonistas siempre son otros y pocos. Como dice la cantinela tradicional: “¿A dónde va Vicente? Adonde va la gente…”. Pues pidámosle a Vicente que no se pierda en la multitud. Pidámosle que no compre ese CD que le quieren vender para hacer dormir al bebé. Pidámosle que sea él, quien le cante a su niño y que lo haga sin apuro, escuchando su latido y su respiración y transmitiéndole el suyo; para conectarse con su criatura y dibujar esa huella imborrable e intransferible, que lo protegerá, tal vez, entre otros absurdos, de la aplastante inclemencia del  “ranking”.

*Fragmento de una de las notas con las que Momusi (Movimiento de Música para Niños de Argentina) colaboraba mensualmente con la revista Planetario

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