Editorial

Una abuela peregrina

Frente al materialismo creciente, la falta de valores y de sentido a la vida, emergen testimonios de personas con un espíritu digno de destacar para las generaciones más jóvenes.

Se trata de la italiana Emma Moronsini que con 91 años caminó desde Tucumán hasta la Basílica de Luján durante casi tres meses. Supo de su existencia por Francisco y su devoción hacia la Virgen.

Cruzó la puerta de la Basílica, rodeada de una multitud que se había acercado a recibirla. Pese a los magullones y los más de 1200 kilómetros que había caminado sola desde San Miguel de Tucumán, desde donde partió el 27 de diciembre hasta su llegada a Luján el 18 de marzo último. Cumplido su objetivo le espera otro sueño: conocer a Francisco en Roma el 22 de abril.

La abuela peregrina, como se la bautizó en Facebook que siguió su derrotero por los distintos pueblos y localidades por los que pasó, nació en Castiglione delle Stiviere, una localidad de la provincia de Mantova, en el norte de Italia. Hace 25 años que peregrina por el mundo con el objetivo de terminar su recorrido en algún santuario. Estuvo en México, Portugal, España, Polonia, Israel y Brasil, donde caminó desde Salvador hasta el Santuario de Aparecida en San Pablo. Se calcula que caminó más de 35.000 km. Emma lleva su mensaje, su sacrificio en pos de la paz mundial y de las generaciones más jóvenes.

"No es que yo tenga ningún atributo especial, soy igual a todos ustedes: tengo dos piernas, dos brazos, una cabeza. Nada especial", respondió durante una entrevista en Capitán Sarmiento, una de las tantas que dio y uno de los tantos pueblos en los que compartió su alegría, su fortaleza y ganas de vivir.

Tiene rutinas: Salía a la ruta al alba, a las 6:30, y caminaba durante toda la mañana para llegar al próximo pueblo al mediodía, donde siempre la recibió un grupo de vecinos para charlar con ella, abrazarla y acompañarla hasta la casa de la familia que ya se había inscripto para alojarla esa noche. Una siesta, unos mates con el coro parroquial en la plaza del pueblo como hizo en Tortugas, provincia de Santa Fe, visitar un hogar de chicos con discapacidades, participar de una misa o recorrer la ciudad en helicóptero o avioneta como la agasajaron en Leones y Marcos Juárez, provincia de Córdoba.

Caminar no fue un sacrificio. Arrastró con sus manos el carro donde llevaba su ropa, un paraguas y sus víveres: un poco de pan, agua y leche en polvo. Dijo que con eso era suficiente. "Yo no soy más que un burro que tira una carreta. Descanso donde tenga que descansar: congregaciones religiosas, una pensión, en un campo, o una banquina. Donde sea".

Los domingos descansaba. A caminar salía durante los días de semana. Cuatro o cinco horas en una mañana, 10, 15 hasta 30 km, como los que hizo un día para llegar a Casilda. Una abuela de contextura pequeña, ya sin familiares en Italia, pero acompañada por la gente de cada pueblo y de cada rincón del mundo. Con su carro, el sombrero de explorador, la chaqueta naranja fluorescente para que la adviertan los automovilistas, una remera o una camisa, zapatillas deportivas y medias de algodón. Pegada en la espalda una estampa de Francisco y la Virgen de Luján.

Más allá del esfuerzo, el mayor contratiempo lo padeció a sólo 35 km de Luján. Cuando se acercaba a Los Robles, Emma sufrió una descompensación por una alteración en la presión arterial: en la caída se fracturó el tabique nasal y el quinto metacarpiano -una de las tres partes que componen los huesos de la mano-, además de sufrir un leve corte a la altura del pómulo, según se detalló en "Emma, la abuela peregrina".

La atendieron en el Hospital de San Andrés de Giles y se recuperó rápido, retomó su marcha sin su carro y con el apoyo de una ambulancia. Durante el recorrido no quiso en ningún momento apoyo médico. Tampoco protección de fuerzas de seguridad. Manifestó estar tranquila y con la protección de la Virgen.

Con el brazo enyesado, una remera blanca con la estampa de la Virgen de Luján, un pañuelo en la cabeza para protegerse del sol, Emma hizo el último tramo hasta la Basílica. Hubo aplausos y lágrimas, expresando que "me dijeron que no podía ir sola por la inseguridad, pero en el camino sólo encontré buena voluntad y paz". Caminó hasta el altar y mientras le daban oxígeno con una mascarilla, se arrodilló en las escalinatas, frente a la Virgen. El padre Daniel Blanchoud ofició una misa como celebración y la Municipalidad de Luján la nombró ciudadana ilustre en reconocimiento a su esfuerzo. 

A decir verdad, es un testimonio para creyentes y no creyentes por su fuerza de voluntad a los 91 años, quien se deja guiar por Jesús y la Virgen María...

Autor: REDACCION

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