El panorama laboral en la Argentina cruje ante los efectos de la pandemia y las decisiones que adoptan los distintos gobiernos para enfrentar al coronavirus, con cuarentenas sucesivas o fases de distanciamiento que permite la habilitación gradual de actividades económicas. Una coyuntura enrarecida en la que las empresas, grandes, pequeñas y micro, no tienen garantías de supervivencia más allá de las políticas asistencialistas que se implementan para que nadie caiga en camino.
De nada valen los eslogan de las campañas de la política para las elecciones de 2019. El coronavirus neutralizó aquella bandera que invitaba a poner la Argentina de pie, la redujo a su mínima expresión, al igual que otra más cercana que proponía despertar al gigante en Santa Fe. Solo las películas de ciencia ficción o libros de cuentos fantásticos plantearon un escenario tal como la humanidad enfrenta en estas horas, el de un virus que se lleva puesta las vidas de los más vulnerables.
En Rafaela, en forma indirecta el Covid le dio un golpe de nocaut a comercios tradicionales, en especial del sector de la gastronomía, uno de los más afectados por la caída de la actividad por el perfil de los emprendimientos. Se trata de negocios familiares que tienen una espalda chica que impide soportar demasiado tiempo un déficit de caja. Así, Comedor Susana y más recientemente la pizzería Tupambaé se despidieron para siempre tras una agonía de meses. No poder trabajar durante varios meses, luego hacerlo pero con nuevas condiciones y un mercado cambiante no sumió a estos locales gastronómicos en una agonía que terminó con el peor final, un adiós definitivo. Clínica Nacer se sumó por unas horas a esa lista de empresas caídas en desgracia por falta de ingresos desde marzo pasado, ya que registra un rojo insostenible al menos desde la perspectiva de las asociaciones de médicos y de empresas de salud de la ciudad. Ahora un gesto del gobierno provincial le daría sobrevida para mantener operativa a la única clínica privada especializada en los servicios de pediatría y neonatología.
En los últimos meses se aceleró la destrucción de empleo, más allá de que rige un decreto del Gobierno nacional que prohíbe los despidos y obliga a pagar una doble indemnización cuando no haya remedio. Paralelamente, un sistema de subsidios a empresas y trabajadores autónomos e informales debió ponerse en marcha para paliar los efectos del parate de la economía. El programa de Asistencia al Trabajo y la Producción, que se conoce como ATP, representa el oxígeno necesario para mantener respirando a miles de empresas que de este modo logran un gran alivio en la carga salarial. La otra herramienta en curso es el Ingreso Familiar de Emergencia, o simplemente IFE, que por unos meses se convirtió en el único ingreso por ejemplo de un remisero, una empleada doméstica o los monotributistas.
Ahora la Nación analiza una redefinición del IFE como parte del desafío de volver a generar un mercado formal de trabajo, para lo cual se inició la caracterización de la población laboralmente activa dentro de los sectores más vulnerables. Unas 9 millones de personas reciben desde comienzos del aislamiento social por la pandemia de coronavirus la ayuda de $10.000 del IFE y la reconversión de ese beneficio es una posibilidad que refleja la necesidad de plantear el escenario de pospandemia.
El análisis que se hace desde el Gobierno es que buena parte de ese universo de trabajadores informales o desempleados hoy alcanzados por el IFE se quedaría sin ingresos cuando concluya la asistencia por la emergencia sanitaria. La continuidad del IFE podría tomar características similares al plan "Potenciar trabajo", que lanzó el Ministerio de Desarrollo Social y que permitiría vincular el beneficio a un desempeño de tareas, como mejorar las condiciones edilicias de comedores comunitarios, la urbanización de barrios y a la producción de la economía popular.
Uno de los problemas recurrentes que se observa en la Argentina se vincula a la baja calificación de los desocupados, es decir que no pueden ofrecer capacidades para tener mayores posibilidades de emplearse. Está claro que cuando mejor es un trabajo, de mayor calificación, más alto es el ingreso del trabajador. Por el contrario, sino hay habilidades valoradas por el mercado, el salario es bajo lo que recorta el acceso a bienes y servicios de las esos trabajadores y sus familias.
De todas formas, lo que requiere la Argentina para despegar y avanzar hacia una prosperidad inclusiva son empleos de calidad. La educación tiene que cumplir un rol clave en esta matriz de desarrollo como país. Por eso de una buena vez por todas no hay que hacer siempre lo mismo desde los gobiernos, porque los resultados están a la vida. Si quieres resultados distintos, hay que hacer algo mejor para lograrlos. No hay secretos.