La Argentina se ha consolidado como un destino de los migrantes principalmente de países limítrofes como Paraguay, Bolivia o de la región como Perú. Y a pesar de ser un país fronteras abiertas para recibir a quienes escapan de la sangrienta guerra siria, que ya se ha cobrado alrededor de 500 mil muertos desde su inicio, no ha recibido muchos ciudadanos de ese país asiático.
En los últimos años, Rafaela ha sido parte de este proceso de migraciones al formarse y consolidarse la comunidad boliviana que llegó a buscar un horizonte mejor y ha logrado echar raíces. Primero fueron los trabajadores ligados al sector de la construcción y ahora se asumen propietarios de tiendas. Los hijos ya se incorporaron a las escuelas de la ciudad y sus instituciones participan de la fiesta de las culturas que se realizan en octubre de cada año en coincidencia un tanto con el Día de la Diversidad Cultural y otro poco con el aniversario de la formación de la ciudad.
Así, la Argentina sigue siendo un país abierto a los extranjeros como lo fue a la inmigración europea del siglo 19 llamada para poblar las amplias y desoladas llanuras, más allá de que las oportunidades de inserción que brinda la economía no son tantas debido a las recurrentes crisis.
De todos modos, las olas migratorias se han transformado en una de las problemáticas de la aldea global, principalmente en los países europeos que han logrado un enorme desarrollo de sus economías y en cierta medida ofrece posibilidades de crecimiento y una buena calidad de vida. Cansado de la pobreza o de la violencia y las guerras, los habitantes de países africanos o asiáticos eligen Europa para radicarse y buscar un futuro que no tienen en sus lugares de residencia, lo que despierta resentimientos y desconfianza -principalmente ligados a la cuestión del terrorismo internacional- que entra en conflicto con las razones humanitarias para albergar a los migrantes.
El otro caso está en el continente americano: familias empobrecidas de países de Centroamérica o incluso también de México están dispuestos a encarar arriesgadas travesías con tal de ingresar a Estados Unidos, incluso si mueren en el intento. Es que el lugar en el que residen no hay nada por lo que quedarse ni luchar, no hay futuro entonces entienden que no hay otra alternativa que jugar un pleno por ingresar al país más rico del planeta.
La cuestión alcanzó tal dimensión que prevalece en la agenda pública de los estados y de las organizaciones. En este contexto, el lunes en Marruecos una conferencia intergubernamental que reunió a cerca de 160 países aprobó formalmente el Pacto Mundial para la Migración de Naciones Unidas.
Destacando los "esfuerzos" hechos para llegar a este pacto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, exhortó a no "sucumbir al miedo" a la migración. En su discurso de apertura, denunció las "numerosas mentiras" sobre este texto que provocó críticas de los nacionalistas y de los partidarios del cierre de fronteras.
El pacto, destinado a reforzar la cooperación internacional para una "migración segura, ordenada y regular", deberá ser sometido todavía a una última votación de ratificación el próximo 19 de diciembre en la Asamblea General de Naciones Unidas. La conferencia de Marruecos tenía que ser una etapa puramente formal en el proceso pero, como la cuestión desata pasiones, unos 15 países anunciaron su retirada o la congelación de su decisión sobre el pacto.
El pacto, no vinculante, recoge principios (defensa de los derechos humanos, de los niños, reconocimiento de la soberanía nacional) y enumera propuestas para ayudar a los países a enfrentar las migraciones, como el intercambio de información y de experiencia o la integración de los migrantes. También prohíbe las detenciones arbitrarias y solo autoriza los arrestos como medida de último recurso.
Los activistas de los derechos humanos consideran que el acuerdo no llega suficientemente lejos en materia de ayuda humanitaria, servicios básicos y derechos laborales de los migrantes. Sus detractores lo consideran una incitación a los flujos migratorios incontrolados.
Según las estadísticas, en el mundo hay alrededor de 258 millones de personas en movilidad y migrantes, esto es, 3,4% de la población mundial. Las tensiones entre aquellos gobiernos que se muestran más permeables a flexibilizar el ingreso de migrantes entran en colisión con posiciones más duras, como las que encarga el gobierno estadounidense de Donald Trump, que la semana pasada consideró que las decisiones sobre la seguridad de las fronteras, sobre a quién se le permite residir legalmente u obtener la ciudadanía, son algunas de las medidas soberanas más importantes que puede tomar un país. De este modo, la problemática continuará ocupando un lugar prioritario en las agendas, lo cual no quiere decir que se resuelva.