Editorial

Un año difícil

Como todos los últimos, y desde hace tiempo, fue un año difícil, complicado, con situaciones que pusieron una vez más, y con toda profundidad, las diferencias que nos separan a los argentinos. Pero también fue esperanzador, pues hemos comenzado a transitar un camino lleno de grandes dificultades, pero que puede significar la salida de una encrucijada que fue muchísimo más dura ahora, en este tiempo contemporáneo, pero que viene de lejos, con un arrastre que tuvo lugar en los mismos comienzos de la patria, allá por 1810, cuando poco después de la Revolución de Mayo, se produjeron serios e irreconciliables distanciamientos entre algunos de aquellos próceres. Como por ejemplo entre Cornelio Saavedra y Mariano Moreno, aunque ahora, a tanta distancia constituya nada más que una referencia que vale de poco, pero que en cambio nos referencia un escenario que se fue extendiendo en el tiempo, y no sólo eso, sino agravándose. Apareciendo más problemas que soluciones, siempre generados por esa fractura que en estos años dio en denominarse grieta.

Toda esta somera descripción sirve para explicarnos las razones por las cuales la Argentina no alcanzó a convertirse en uno de los más grandes y ricos de la tierra, y quizás poderoso-, como otros que a su par e incluso con mayores inconvenientes y posibilidades, consiguieron ese objetivo, tales los casos de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, e incluso Estados Unidos, que sirven como contundente ejemplo.

Hasta la primera guerra mundial, en 1914, la renta argentina per cápita era parecida a la de Estados Unidos, y además, uno de los mayores exportadores de cereales y carne del mundo, al punto de representar el 7% de todo el comercio internacional. La Argentina acumulaba la mitad del producto bruto interno de toda Latinoamérica, en tanto que el sueldo medio en Buenos Aires era 80% superior al de París, y cuando los inmigrantes llegaban a nuestro país ganaban lo mismo que si hubiesen ido a Nueva York. ¿Le parece exagerado? nada de eso, era exactamente lo que sucedía hace poco más de una centuria.

Durante las dos décadas siguientes la Argentina se mantuvo dentro del grupo de los 10 países más ricos del planeta, con una riqueza mucho mayor al de la mayoría de los países de Europa -datos concretos dan cuenta que estábamos en el nivel de Francia y Alemania y por sobre Italia y Japón-, con salarios promedio que seguían estando por sobre los percibidos en Europa. Por los años '30 Estados Unidos, Canadá, Australia y Argentina integraban el grupo de los países más ricos del mundo, con un PBI per cápita de unos 5.000 dólares.  

¿Por qué razones formulamos este repaso? No con la intención de amargar a nadie, menos en un día como este, pero si para siempre tener presente lo negativo que ha sido esta permanente y sostenida división que hubo en el país, la cual adquirió su mayor notoriedad durante la reciente docena de años del gobierno kirchnerista.

Pero además, y por sobre todo, para que de una vez por todas los argentinos reflexionemos con la suficiente serenidad e inteligencia para comenzar a dejar atrás las diferencias que terminaron por perjudicarnos a todos, sin excepciones. El de hoy, cuando estamos viviendo las últimas horas de 2017 y nos aprestamos a ingresar en un 2018 que renueva fuerzas, expectativas y esperanzas, es un momento oportuno para mirar atrás y ver el espinoso camino por el cual hemos andado, y en lo que hemos convertido a una Argentina que tenía entonces un venturoso porvenir, llevándola en cambio a un país con un tercio de su población en la pobreza.

En lo personal, es la más adecuada ocasión para la formulación de un balance que nos ubique en la realidad de lo transcurrido, con todo lo que pudimos hacer y no concretamos, o simplemente hacerlo mejor. Es tiempo de correcciones, pero por sobre todo de fijarnos metas y objetivos, de meditar con la suficiente e indispensable serenidad que imponen estas circunstancias de cierre de año y comienzo de un nuevo ciclo, que siempre nos abre generosamente la puerta de la esperanza.

Juntos levantemos la copa del brindis, ese mismo que nos ofrezca el deseo de un 2018 con paz y trabajo, con tranquilidad de conciencia y con la reafirmación de los valores solidarios. ¡Felicidad para todos!



 

Autor: REDACCION

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