Por Alicia Riberi
Adviento es el tiempo que nos invita a tomar conciencia de que nuestras vidas tienen que ser un amén al proyecto del Padre. Es un llamado a vivir el presente de nuestra vida cristiana comprometida y a experimentar y testimoniar la presencia de Jesucristo entre nosotros, con nosotros, por nosotros. El adviento nos interpela a vivir siempre vigilantes. (Comisión Diosesana).
Hoy por hoy pareciera que Dios fue reemplazado por tantas cosas efímeras, que nos llevan a atajos que destruyen cualquier proyecto de vida en que esté presente el Padre, como guía, como soporte, como meta. Tal vez tantas cosas mundanas nos llevan a olvidar que Jesús quiere compartir nuestras vidas para que seamos personas de bien, con un norte enfocado a llegar a Él en el final de nuestra vida. Debemos descubrir que el testimonio debemos darlo hoy para que muchos hermanos anestesiados por lo intrascendente, adviertan que esta vida no se repite, es lo que es, lo que hicimos con ella y cuando se termina deberemos hacernos cargo si no supimos detectar lo revelado por el Padre.
Es mi deseo que en este adviento miremos hacia adentro, saquemos lo que nos aleja de Jesús que nace para renovar nuestra esperanza de una vida con sentido y no sin sentido. Jesús se hizo hombre para sentir en su carne nuestros dolores, para ver el pecado que se apropia de nosotros muchas veces y no pudo apropiarse de él, aunque el maligno haya intentado tentarlo como lo hace todo el tiempo con nosotros. ÉL nos demostró que se puede vencer nuestros malos instintos y luchar unidos por un mundo diferente, como el Padre lo creó, para que lo disfrutemos y no para que lo destruyamos con el odio, la maldad, la injusticia, la traición, el pecado.
Adviento es un tiempo de espera, de renovación profunda que nos permita ver como es una vida con Dios o sin Dios. Es en este tiempo que Jesús tiende las redes inmensas de amor para atrapar esos corazones que han perdido el rumbo y han enfocado su vida en destruirse, en perderse, creyendo que el poder, el dinero, los bienes materiales, los títulos, los cargos, los hacen dueños del mundo y no se dan cuenta que llegará el momento en que Dios que solo trata de rescatarnos, les pondrá el límite, que solo Él puede poner, cuando de proteger a sus elegidos se trata. Dios es amor, es generosidad, es humildad, es esperanza y no soporta la soberbia, el atropello hacia quienes no lo merecen.
En Navidad llegará ese niño que solo trajo amor al mundo para que no nos perdamos y nos mostró como naciendo en un portal, de una madre obediente que dijo sí al Padre sin saber todo lo que le esperaba por vivir, solo dijo sí y gracias a ese sí, entró la salvación al mundo. Como José que no exigió, solo obedeció en silencio e hizo todo lo que el Padre le pidió.
Es en este tiempo que debemos recapacitar, renunciar al mal, al odio, al pecado…es que acaso no vemos los estragos que está haciendo en la sociedad, en el mundo, es que eso queremos para nuestros niños y jóvenes. La meta en la vida del verdadero cristiano es no hacernos eco del odio sino esforzarnos por abrir ojos y mentes para que más gente se salve.
Esto finalmente es un llamado a que busquemos el camino correcto que nos permita dejar huellas a quiénes nos siguen, sin importar reconocimientos, solo hacer el bien.
A los políticos, a los poderosos del mundo, y a los que deberían impartir justicia y a las personas de a pie, les digo, llegó el momento, es este, en que se debe hacer el balance de todo lo realizado y rectificar el rumbo antes de que nos perdamos para siempre.
Jesús viene, ya llega para darnos una nueva oportunidad… a decirle sí para siempre, convencidos de que es el único camino que nos llevará algún día a la Patria Celestial y no olvidemos que nuestro último día puede ser hoy, mañana pasado, ya que no sabemos en qué momento nos tocará partir, ninguno tenemos asegurado el futuro. Este es el momento de volver a Dios…es una gran oportunidad, no la desaprovechemos.
Bendecido adviento para todos y una Navidad diferente aferrados a nuestro amado Jesús.