Editorial

Trump y la grieta

Llegó el día, hoy asumirá Donald Trump la presidencia de los Estados Unidos, lo que debería ser un cambio presidencial más, es decir, un simple mecanismo de la democracia, que es la más antigua del continente americano y habiendo superado pruebas muy exigentes para su afianzamiento a través de los siglos. Sin embargo, como nunca antes sucedió en la historia estadounidense, este cambio presidencial es mucho más que un simple reemplazo, aunque se vaya un demócrata como Barack Obama y asuma un republicano como Trump, lo cual ya sucedió muchas veces con anterioridad sin generar la incertidumbre existente ahora. No sólo entre los propios estadounidenses, sino también en el mundo entero, ya que los Estados Unidos es un país de rol protagónico y decisivo dentro de las políticas de todo tipo, tal como se vinieron aplicando en las décadas recientes, pudiendo ocurrir una variante de características inesperadas.

Por empezar, y tal fue comentado esta misma semana desde esta sección editorial, este cambio presidencial significará el punto final de la globalización con la cual se vinieron manejando las principales relaciones internacionales, tanto políticas como comerciales. Trump ya anunció que volverá a aplicarse un proteccionismo a ultranza, lo cual derribará todas las reglamentaciones aplicadas por la Organización Mundial de Comercio, en cuanto a la regulación de las exportaciones e importaciones.

Algunas de las expresiones de quien hoy asumirá la jefatura de la Casa Blanca han sido realmente temibles, inspiradoras de una justificada intranquilidad, dirigidas no sólo a empresas estadounidenses, sino también de otros países, permitiendo vislumbrar que se viene un tiempo de amenazas y muchos hechos que por su magnitud pueden derivar en una situación de clara inestabilidad mundial. Dicho esto sin exageraciones, pues Trump dejó sobreentendido que llegado el caso, y de no respetarse las normas de los Estados Unidos, no tendrá problemas en el empleo de la fuerza.

México, país vecino, es uno de los más temerosos por lo que viene, no sólo por la anunciada construcción del muro fronterizo entre ambos territorios, sino por el cerco comercial que impondrá Trump mediante la aplicación de elevados aranceles en perjuicio de productores mexicanos que hoy son exportados a los Estados Unidos, en cuyos orígenes hay capitales estadounidenses.

Pero tanto como el mundo está expectante por los aspectos comerciales y militares, los estadounidenses en cambio apuntan a su situación interna, ya que quizás por primera vez de una manera tan fuerte, el país aparezca dividido tan drásticamente, aparentemente sin posibilidades de reconciliación. Es lo que aquí en la Argentina conocemos como "la grieta", y que tantos problemas ha venido provocando, generando diferencias que en lugar de irse superando son cada vez más irreconciliables.

Los estadounidenses deberán ahora lidiar con su propia grieta, algo realmente nuevo para su democracia, ya que las diferencias en otras ocasiones anteriores, que en realidad las hubo, fueron superadas por un hondo sentimiento nacionalista que no aparece en esta ocasión. La división llegó hasta límites nunca imaginados antes y por lo tanto se deberá aguardar cómo se irán produciendo los acontecimientos inmediatos.

Lo concreto y palpable es que hay temor, intranquilidad e incertidumbre no sólo en los estadounidenses sino en el mundo entero, con sobrados justificativos para que sea de tal manera, pues las actitudes y pensamientos expuestos por Trump fueron en la mayoría de los casos realmente temibles. Y todo hace suponer que no fueron sólo bravuconadas del momento, sino cuestiones que piensa llevar a cabo, siendo el muro divisorio con México el verdadero emblema de lo que pueden ser los modos y las formas de su gestión.

Por su parte Obama se va en medio del reconocimiento y de los elogios, lo cual no significa que no haya tenido desaciertos en su gestión de dos mandatos, pero su personalidad absolutamente opuesta a la de Trump, hoy es más valorada que nunca, siendo probable que los estadounidenses ya han comenzado a extrañarla. Es que Obama deja la presidencia con 60% de popularidad, una cifra realmente trascendente.

Será cuestión de esperar, tal vez no demasiado, para ver hacia donde apunta el mundo.

Autor: Redacción

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