Editorial

Trump ¿cerrará más puertas?

Sin haber recibido la aprobación del Congreso, el presidente Donald Trump, reconstruyó casi todos los aspectos principales del sistema de inmigración de Estados Unidos en los últimos poco más de tres años, reduciendo los niveles de entradas legales e ilegales, de refugiados, asilados y de inmigrantes musulmanes y cristianos.

Desde la oposición y en la recta final de la campaña electoral, que podría llevar a Trump al ejercicio de un segundo período al frente de la Casa Blanca, se lo acusa de tratar de disuadir los cruces fronterizos ilegales separando de esa manera a las familias con un proceso de evidente traumatización.

De ser reelecto, es muy probable que Trump siga intentando construir esa fortaleza estadounidense, hostil hacia los recién llegados. Este es un objetivo contrario a los intereses a largo plazo de la nación y los puntos de vista y deseos de la mayoría de los estadounidenses, afirman los seguidores de Joe Biden.

También recuerda que en gran medida cumplió con el mensaje antiinmigración que impulsó su victoria en 2016 y que sigue animando a gran parte de su base electoral en este 2020.

No obstante, solo se construyó una fracción mínima de su muro fronterizo, por el que México no pagó nada, pero el impulso de su "visión nacionalista se vio reflejado en una buena cantidad de reglas que cerraron casi por completo las puertas de Estados Unidos", disparan sus adversarios políticos.

En el proceso, se modificó claramente el rol tradicional del país de ser una opción válida para las personas que buscan huir de la tiranía y un camino al éxito a través del trabajo duro.

Por su lado, el Presidente y sus asesores justificaron sus políticas al calificarlas como una postura protectora contra los inmigrantes, con el argumento que les arrebatarían sus empleos a los ciudadanos estadounidenses y amenazarían su salud con enfermedades.

En realidad, existen pocas evidencias para sustentar dichas amenazas y muchas que indican que la mayoría de los estadounidenses rechazan la xenofobia y las tácticas de miedo impulsadas por el gobierno de Trump.

De acuerdo con las últimas compulsas, más de tres cuartos de la población -la proporción más grande en dos décadas- aseguran que "los inmigrantes son buenos para el país",

A pesar de la cruzada antiinmigración lanzada por el gobierno, el porcentaje de encuestados a favor de la disminución de los flujos de inmigración es solo del 28% por ciento en la actualidad.

Ese amplio apoyo a la inmigración se basa en lo que los estadounidenses ven con sus propios ojos: que la mayoría trabajan duro, respetan la ley y son los motores de ingenio y creación de empleos.

Aseguran quienes no comparten la política de Trump y entienden que los flujos confiables de inmigrantes, la mayoría de los cuales están en edad laboral en el momento de ingresar al país, se constituyen en un verdadero baluarte para el futuro equilibrio demográfico.

Eso es considerado fundamental para los propios encuestadores, teniendo en cuenta que las tasas de natalidad en Estados Unidos se desplomaron de tal manera que hoy están por debajo de lo requerido para reemplazar a una población laboral que está envejeciendo.

Sostienen los críticos del actual jefe de Estado que reducir de forma drástica la inmigración también acelerará la inminente insolvencia del Seguro Social, como ya lo señalaron los propios administradores del sistema.

Al promediar su mandato, Trump propuso reformar el sistema legal de inmigración para favorecer a angloparlantes educados, capacitados y con sólidas perspectivas de ingresos, en vez de a los familiares de los residentes actuales, una mejora en comparación con su postura anterior de reducciones a largo plazo.

Sin embargo, ese plan demostró ser una simple postura política, ya que no hubo ningún esfuerzo por llegar a un acuerdo con los demócratas que incluya algún camino a seguir para los extranjeros criados en el país o para los 10 millones que a pesar de ser considerados inmigrantes indocumentados, residen desde hace más de 10 años en Estados Unidos.

Desde la otra trinchera advierten que el miedo que pretende imponer Trump no tiene fundamentos sólidos, aunque se reconoce que no será una tarea sencilla concientizar a los votantes de Joe Biden para que entiendan las diferentes ópticas con las que analizan un mismo tema.

Hoy, la campaña ingresó en el terreno de las desacreditaciones de uno y otro lado. Es que los tiempos electorales se van recortando y cualquier artilugio puede ser utilizado para captar a los indecisos.

Biden levantó muy pocas veces el dedo acusatorio, pero tiene una carta en la manga que puede ser determinante en el último tramo y es la que tiene que ver con la pandemia.

Trump, como respuesta, intentará recuperar la economía, en una gestión que es compleja, pero que podría ser redituable en las urnas.

Autor: REDACCION

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