Nuevas formas de tráfico de personas se replican en distintos puntos de la geografía mundial sin que los esfuerzos de los gobiernos y las organizaciones a escala global, como las Naciones Unidas, puedan frenar un flagelo del que se benefician grandes mafias. A menudo, Europa se conmueve por las tragedias que se registran en el Mar Mediterráneo cuando precarias embarcaciones, siempre sobrecargadas, parten del norte de Africa hacia ciudades del sur de Italia pero no pueden resistir las tormentas y se hunden generando un drama humanitario.
Pero a pesar de que estas escenas se repiten desde hace años, poco se ha hecho en el marco de una comunidad internacional que condena el tráfico de personas pero no parece dedicar todos los esfuerzos por evitarlo. Ya sea por los altos niveles de violencia o por la pobreza, miles de africanos abandonan su lugar de origen y se aventuran en busca de un futuro mejor hacia Europa, a veces sin saber que los riesgos de ese periplo son tan altos que puede costar la vida. Pagan todo lo que tienen a esas mafias que le ofrecen barcos inseguros para atravesar el Mediterráneo y además sortear las autoridades de los países europeos, pues obviamente son inmigrantes sin papeles, ilegales.
A esas bandas mafiosas encargadas de la logística poco les importa la suerte de esos seres humanos que desesperados se despiden de su tierra con la esperanza de un futuro mejor. La sucesión de hundimientos que provocaron la muerte de cientos de africanos en el último mes reinstaló en la agenda de Europa una problemática cuya solución no es simple.
Hacia afuera Europa muestra una imagen de países prósperos, sociedades medianamente justas que otorgan oportunidades de empleo y realización personal a todos. Claro está que hacia adentro numerosas naciones soportan crisis profundas que dejan afuera del sistema a miles de personas, como sucedió en España, Grecia e inclusive en Italia, donde al compás de la crisis brotan odios hacia los inmigrantes, a quienes lo responsabilizan de quedarse con su trabajo.
Los ministros de Defensa de cinco países de la Unión Europea analizaron ayer qué acciones adoptar contra el tráfico de seres humanos en el mar Mediterráneo y cómo reforzar la defensa del bloque. Los responsables francés, alemán, polaco, italiano y español se reunieron en la localidad bretona de Lorient. La Unión Europea, que busca interceptar y destruir los barcos utilizados por los traficantes de seres humanos, necesita el aval de Naciones Unidas, al no poder actuar en aguas territoriales libias o detener una embarcación con bandera de un país sin un mandato internacional.
"El tráfico ilícito de migrantes es verdaderamente una preocupación global, pues afecta a un gran número de países del mundo que son puntos de origen, tránsito o destino. Los delincuentes lucran con el tráfico ilícito de migrantes a través de fronteras y entre continentes. Es tarea compleja evaluar la dimensión real de este delito, debido a su naturaleza clandestina y a la dificultad para determinar cuándo la migración irregular es facilitada por contrabandistas. Sin embargo, el gran número de migrantes dispuestos a correr riesgos en busca de una vida mejor, cuando no pueden emigrar por vías legales, brindan una provechosa oportunidad a los delincuentes para explotar su vulnerabilidad" describe con crudeza la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. "Los migrantes objeto de tráfico ilícito son vulnerables a la explotación y el abuso y sus vidas y seguridad muchas veces corren peligro: se pueden asfixiar en el interior de los contenedores, perecer en el desierto o ahogarse en el mar mientras son conducidos por contrabandistas que lucran con un tráfico en el que los migrantes se convierten en mercancías", agrega.
¿Qué hacer? Aumentar los operativos en los límites del sur de Europa es una alternativa. Promover la pacificación de los países de origen de los inmigrantes y su desarrollo económico constituye una segunda opción, más humanista uizás . Lo que sucede en la frontera entre Africa y Europa, es decir en el Mediterráneo, está en lo más alto de la problemática pero es cierto también que en otras regiones se trafican personas. Entre México y Estados Unidos hay fuertes operativos de seguridad para impedir el paso de jóvenes que abandonan la pobreza principalmente de los países de América central para encontrarle sentido al concepto del progreso. A veces lo hacen en forma aislada y en otras pagando a traficantes de personas.
En la Argentina también se detectan casos de este tipo. Identificado como un país de fuente, tránsito y destino de hombres, mujeres y niños víctimas de tráfico sexual y trabajo forzado, devuelve en tanto en tanto a personas que confiaron en organizaciones para llegar a Buenos Aires pero una vez en la gran ciudad descubren el engaño: son prácticamente encarceladas en talleres textiles clandestinos donde deben trabajar en condiciones precarias, vivir hacinadas, sin libertad y mal alimentadas. Como se observa, queda mucho por hacer.