Suplemento Economía

Tomar medidas para no dejar una encrucijada

La sequía de dólares obligó a acelerar gestiones para liberar

préstamos trabados en organismos multilaterales mientras crecen

especulaciones sobre qué medidas podría tomar la administración de

Cristina Fernández tras las elecciones del 27 de octubre para

tratar de encauzar una economía sumida en inconsistencias.

La semana fue movida y trajo buenas noticias para el objetivo

principal de llevar algo de aire a la necesidad de divisas por la

persistente fuga de capitales que lima las reservas del BCRA.

El ministro de Economía, Hernán Lorenzino -cruzado por

versiones de renuncia- logró destrabar fondos por 3.000 millones

de dólares del Banco Mundial -en tres años-, tras comprometer a la

Argentina a pagar 500 millones a cinco compañías que habían

iniciado juicios ante el tribunal de resolución de controversias

de Banco Mundial por la pesificación de tarifas tras la salida de

la convertibilidad.

Como complemento clave, el secretario Guillermo Moreno y el

viceministro Axel Kicillof terminaron de demoler las resistencias

de las cerealeras y las comprometieron a suscribir bonos BAADE por

500 millones de dólares.

En las próximas semanas, Moreno y Kicillof se dedicarán a

tratar de convencer a bancos para que también suscriban el BAADE,

un bono pensado para el blanqueo de capitales que ahora cambió su

objetivo.


La jefa del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, viene

llamando a las entidades financieras para pedirles recibir dólares

de sus casas matrices o préstamos en divisas.

Así, el gobierno pudo exhibir algunos logros en materia

financiera, mientras la presidenta Cristina Kirchner se recupera

en forma satisfactoria de su operación.

La Argentina necesita obtener dólares porque las reservas del

Banco Central no paran de caer, ante la desconfianza sobre el

futuro en materia cambiaria.


En el gobierno hay preocupación porque el BCRA debe seguir

vendiendo dólares a pesar del feroz cepo impuesto a la compra de

dólares.

Una economía cada vez más irregular e incierta lleva a la

gente a desprenderse de los abundantes pesos emitidos por el

Central lo más rápido posible.

Eso explica el auge de compra de autos importados, la

contratación de paquetes para hacer turismo en el exterior, el

adelanto de importaciones y hasta el pago de seguros en el

exterior. Un banquero lo dijo amargamente: "No sea cosa que el gobierno

quiera que pongamos los dólares para financiar la fiesta de unos

pocos".

La carrera con la depreciación de los ingresos explica también

el alza de insumos para la construcción en los últimos meses, ya

que los desarrolladores están comprando todo lo que necesitan para

sus obras en forma adelantada, antes de que aumenten.


Antes de internarse, Cristina bajó una orden directa al equipo

económico: transmitir la idea de que su gobierno no hará el ajuste

que le reclaman los mercados, e impedir a toda costa que el dólar

paralelo supere los 10 pesos cuando llegue la elección del 27 de

octubre, ya que lo contrario podría representar una catástrofe

electoral.


A pesar de su discurso blindado, el gobierno sabe que el cepo

al dólar y la inflación están haciendo trizas el modelo económico

y erosionando los auxilios con cada vez menor impacto que

representan los planes sociales, pero también es consciente de que

salir de esa trampa tendría un costo enorme.

Ese deterioro de los ingresos -donde un billete de 100 pesos

rinde lo que valía unos de 20 hace cinco años-, sumado a la

inseguridad, explica que el oficialismo haya perdido millones de

votos en el conurbano bonaerense, aún en distritos históricamente

alineados como La Matanza o Lanús.

La importación de combustibles, la demanda de viajeros al

exterior y la necesidad de importaciones para mantener la economía

en funcionamiento presionan sobre la necesidad de adoptar

decisiones agrias tras los comicios del 27 de octubre.


Inflación, cepo al dólar, subsidios, crisis energética, déficit

fiscal y gasto público desbordado son algunos de los temas en

agenda.

A fines de diciembre de 2015, el gobierno que suceda a Cristina

deberá afrontar el pago de U$S 9.800 millones, y probablemente las

reservas del BCRA estén a esa altura por debajo de ese nivel.

A fines de 2015 cae el vencimiento del bono que el Tesoro

Nacional le colocó al Banco Central en 2005, para que Néstor

Kirchner saldara toda la deuda con el Fondo Monetario.

Unos días antes, el futuro presidente podría tener que cargar

con una factura cercana a US$ 5.000 millones, si en 2014 la

economía creciera el 6,2% previsto en el Presupuesto Nacional.


Esta vez, tocarían las obligaciones con acreedores privados

atadas a la evolución del PBI, que se gatillan cuando el Producto

Bruto sube más del 3,22%.

El kirchnerismo había arrancado con una deuda de U$S 150.000

millones, en los últimos diez años se pagaron U$S 173.700 millones

y, pese a todo, datos de fines del 2012 revelan que las

obligaciones pendientes suman U$S 220.000 millones.

La duda es qué medidas se pueden esperar de un gobierno que

parece dispuesto a priorizar dejar el poder sin hacer las

correcciones necesarias y dejarle una pesada herencia a su

sucesor.

En 2001, Fernando de la Rúa pagó carísima la herencia que le

dejó Carlos Menem, con un país endeudado, desocupación récord y

una convertibilidad que se había agotado varios años antes.


La pregunta que orada la piedra de la política por estas horas

es si Cristina Fernández está dispuesta a demostrar liderazgo

aplicando la medicina amarga necesaria para dejarle allanado el

camino a su sucesor.

Fue lo que hizo Eduardo Duhalde durante su precario gobierno

entre enero de 2002 y mayo de 2003, que posibilitó a Néstor

Kirchner profundizar políticas que permitieron crecer a tasas

chinas durante varios años.


La Argentina vuelve a estar frente a la encrucijada de repetir

miserias del pasado o crear la oportunidad de construir un camino

hacia el desarrollo.

Autor: REDACCION

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