Locales

Tiempos de fogones estudiantiles

Por Raúl Vigini (hoy sin disfraz)

La cuestión era que había tiempo para todo. Éramos amigos de las salidas de fines de semana pero también estudiábamos y trabajábamos. Sea en Rafaela o Santa Fe. Ni recordamos cómo llegó la noticia pero saber que la UTN local organizaba el Fogón Estudiantil para la primavera de ese año nos motivó. Inquietos, sagaces y audaces como éramos alguna vez -si bien muchos lo siguen siendo en el grupo- pusimos manos -y cerebros- a la obra para tratar de lograr alguna propuesta original y participar de ese encuentro recreativo. Los días hábiles se destinaban a encontrar material y aportar ideas, cuanto más alocadas mejor, para reunirnos todos, el sábado a la tarde y hacer la puesta en común donde se seleccionaba muy bien el material válido y se comenzaba a pergeñar el guión. El tema convocante fue parodiar un programa de noticias que en ese entonces tenía protagonismo extraordinario en el canal oficial argentino. Y de ahí en más era cuestión de arrimar revistas Humor y Hortensia a la mesa, además de sugerir chistes y cuestiones desopilantes a los efectos de darle forma a un noticiario televisivo. Alguien tiró un nombre: “CTV Colorada” -porque eran tiempos de la nueva imagen cromática- y el programa fue “60 pesados minutos” en el que se incluían noticias, tandas publicitarias, deportes y un recital de música internacional.
Las tijeras volaban recortando los textos marcados días antes y las biromes se descargaban anotando frases de todo tipo con tal de darle forma al contenido.
El garaje doble de la familia L. de uno de los integrantes, también nos permitía manejar los espacios escénicos, ensayar los pasos necesarios, simular la actuación, todo al detalle para no perder originalidad. Y allí mismo llovían las críticas constructivas.
Fueron un par de años. Y en todos recibimos el primer premio en nuestra categoría grupal. La segunda vez se trató de “CTV en colores”.
Omar P. fue el único que se presentó a cara lavada actuando, con la mejor pilcha como conductor de noticias. Los demás se pusieron todo lo que encontraron en el camino de sus casas y de la de sus abuelos con tal de representar de la mejor manera el papel que les correspondía. Fueron Ivo L., Diego S., Diego R., Daniel B., Daniel G., Héctor G., Rubén A., Rubén B., Omar P., Raúl V. y algunos más.
La tecnología nos jugó una mala pasada porque no había recursos nobles como en la actualidad y no superábamos la mera fotografía tomada por alguna novia o hermana de los integrantes mismos, que además eran maquilladoras, peinadoras y responsables de los últimos detalles estéticos en los atuendos de cada uno. Pero hasta Canal 13 Santa Fe de la Veracruz vino alguna vez a llevarse imágenes de nuestra puesta.
Con pocos medios de reproducción capturamos con un radiograbador y euforizamos una tanda publicitaria simulando una transmisión de fútbol uruguaya con nuestras propias voces y las frases hechas de relatores y locutores tradicionales -como aquélla de “¡¡¡Cattivelli es Cattivelli, Víctor Hugo…!!!”. También logramos el ruido de la interferencia radial. Todo en el baño de la misma casa mencionada apretando el botón del inodoro y jugando con el dial simultáneamente.
Una banda de sonido obtenida con un trabajo artesanal que ni el mejor disc jockey del momento podía lograr enganchando lo clásico con cuarteto cordobés. Para que el bailarín estilizado Mijail del Huerto Ajeno pudiera hacer de las suyas en las tablas con tutú incluido y en puntas de pie como debía ser.
Como sucedía en Titanes en el Ring con el hombre de la barra de hielo, nosotros teníamos a uno que cruzaba en escenario de punta a punta con una pelota pegada en un pie haciendo jueguito que nunca nadie supo a qué se debía esa cuestión desconcertando a todos.
Mientras tanto nuestro conductor circunspecto y de voz engolada y firme leía las películas que se iban a incluir en la programación entre las que estaba por ejemplo: “El Hombre Araña, pero no llega a fin de mes”. En fin, mucha sutileza en nuestros textos…
La pelea de la noche con Nikolino Nicolgate fue insuperable así como la propaganda del dentífrico Muelín y el institucional de SeMATA (sic) donde un operario con mameluco saltaba por el aire en cámara lenta para poder morder un sandwich de mortadela que lo desafiaba en las alturas (similar al video del galgo que brincaba en la imagen del televisor Telefunken). Un momento destacado fue el de gimnasia artística con destreza de barra y aros a cargo de varones del equipo -porque no había ley de cupo femenino todavía- ataviados con malla enteriza de gimnasia jazz y medibacha.
Los episodios más logrados tal vez fueron los musicales que demandaron la mayor producción artística como los recitales de Rod Stewart cantando “¿Crees que soy sexy?” que al finalizar su canción dejó marcado su lápiz labial en el cachete del santafesino conductor del fogón invitado Lucho Catania. Al año siguiente se trató de la presentación de Kiss (en rigor fue “Piss”) con todos los detalles y adminículos de ese conjunto internacional. Pecheras -de cartón forradas con nylon liso de mantel de cumpleaños descartable-, cinturones anchos -del ropero materno-, botas -de cuero forradas con plástico al tono de la pechera y con una plataforma de casi 10 centímetros de telgopor, nunca más recuperadas-, guitarras -siluetas de terciado- con pirotecnia en el clavijero que se rompían frente al público, y… ¡¡¡caretas!!! con cada uno de los diseños personales de sus integrantes. Un capítulo aparte merecen estos rostros que alguno había conseguido le hicieran con el modelo de un maniquí y eran de fibra de vidrio, o sea que cuando la usamos no coincidían los ojos ni la nariz en su lugar y nos quedaron pegados todos los pelitos de vidrio en la cara por varios días. Una pinturita. Pero lo importante es que esos accesorios todavía están en nuestro archivo nostalgioso.
Entremedio de esos fogones, la municipalidad nos contrató para una Semana de Rafaela y cambiamos el número artístico para no repetir. Esa vez fue Raffaella Carrá que cantó “En el amor todo es empezar”. Con sus acompañantes vestidos con blancas camisetas y calzoncillos largos. No existían las calzas pero tampoco hubieran sido “nesarias” al decir de aquel riójano. Cuando hizo el último cabezazo hacia atrás el amigo que representaba a la diva italiana con blonda peluca lacia y se tiró de espaldas para que sus acompañantes la sostengan, nuestros brazos cedieron por el peso de ese físico generoso y nos vimos acercándonos cada vez más al piso aunque pudimos detenerlo a un par de centímetros del suelo. Pero fuimos ovacionados en pleno centro rafaelino.
Algunos de esos integrantes formamos paralelamente otro grupo con la propuesta de parodiar al conjunto humorístico por excelencia de nuestro país y lo llamamos Lerithier emulando la fonética del original y en una de las ediciones interpretamos la Payada de la vaca (a nuestra manera) y el exitoso y célebre Chiquitita popularizado por Abba pero en nuestro caso traducido al piamontés. Y bueh… de poetas y de locos todos tenemos un poco dice el refrán.
Cada reunión de ésas fue un jolgorio y fue un cúmulo de felicidad vernos reconocidos en el trabajo de amigos tantas horas dedicadas a pretender matar el ocio de esos años.
Todo se dio en los últimos años de la década del 70 (sí, en el siglo pasado mhijito) lejos de la virtualidad, internet y google. Todo era de papel y no había búsquedas instantáneas, había que sudar un rato para encontrar alguna información necesaria, siempre que hayan estado las publicaciones a mano desde ya.
Y así fue que la pista central de la Sociedad Rural de Rafaela con la tribuna repleta de estudiantes de la ciudad y la región, fue testigo de esas noches majestuosas que desde la UTN supieron conseguir y hacernos vibrar a tantos jóvenes que sin recursos artificiales después partían a celebrar la noche y buscando el amanecer recibían las primeras luces de la mañana siguiente en la confitería El Ciervo, la misma que en otro momento del año organizaba la Fiestocierva (sic, como decía Livito, que también mencionaba “Lastintu Londres” cuando quería significar el último éxito de la Electric Light Orchestra llamado Last train to London).
Eran otros tiempos, hoy tal vez algunos de esos detalles no serían posibles en sus contenidos políticamente correctos. Pero fuimos premiados, donamos esos importes a entidades de bien público, si bien el último lo destinamos a un asado que muy bien nos merecíamos.
Nuestro lema siempre fue: “No sé si vamos a ganar, pero que nos vamos a divertir…”. Y miren si lo logramos: altro che.
No quieran imaginarse quienes esto leen, los lugares estratégicos que ocupan actualmente en la sociedad la mayoría de los que participaron en estas pícaras osadías de juventud.
Te pueden pasar mil cosas en la vida, de las buenas y de las otras. Pero sin dudas, nunca te podés olvidar de esas historias que por fortuna nos tocó vivir y somos capaces de recordarlas cada vez que se da la situación. Que las disfruten con salú, lectores, se lo merecen.

Autor: REDACCION

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