Editorial

Tensiones del continente

Para la historia, aquella Guerra Fría que dominó la segunda mitad del siglo XX, en la que Estados Unidos y la antigua Unión Soviética medían fuerzas en cada rincón del planeta sin llegar a una confrontación directa, es historia. No obstante, esas tensiones se reinventan con nuevos formatos y actores emergentes. Estados Unidos y una Rusia que busca recuperar el brillo de antaño vuelve a una puja global amparada en cuestiones ideológicas en tanto que China asoma no tan interesada en cuestiones de sistemas sino más bien en un dominio comercial. Por tanto, Estados Unidos que ejerce el liderazgo en ambos territorios -el ideológico y el del comercio- siempre está bajo amenaza, lo que enturbia el campo de la diplomacia internacional pero también contamina y vuelve espeso el ámbito de los negocios globales. 

En este mundo se encuentra Latinoamérica con sus propios desequilibrios y polvorines. Las derechas, las izquierdas y los populismos también se las ingenian para imponerse por épocas en los países, caer y volver a levantarse. A principios del milenio surgió con fuerza el concepto de la Patria Grande con la Venezuela chavista, el Brasil de Lula, el Ecuador de Correa, la Bolivia de Morales, la Argentina de los Kirchner y el Uruguay de Pepe Mujica. Por años se consolidó un bloque que incluso llegó a crear sus propias instituciones, como la ahora oxidada Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas) para romper con aquella dependencia histórica de las potencias o funcionar como satélite de ellas. Sin embargo, el modelo populista encontró sus propias limitaciones y entró en crisis, cediendo el poder en Brasil o Argentina o conservándolo en términos caóticos como en Venezuela. 

Así las cosas, contra viento y marea el ¿presidente? Nicolás Maduro asumió el jueves su segundo mandato en lo que queda de la Venezuela chavista, país del que emigraron más de 2,3 millones de personas desde 2016, de las cuales más de 130 mil eligieron la Argentina para vivir. 

Pese al rechazo de la oposición interna y de gran parte de la comunidad internacional, liderados por Estados Unidos, Japón, la Unión Europea, la Organización de los Estados Americanos, el Grupo de Lima y también la Argentina, Maduro tomó posesión de un nuevo mandato consecutivo mientras su país se consume por las llamas de la crisis profunda en lo social, económico y político. Por la falta de transparencia y de garantías en las elecciones celebradas el pasado 20 de mayo, la Asamblea Nacional, es decir el parlamento venezolano, desconoce la legitimidad de la nueva presidencia de Maduro. 

El "presidente" reduce -desde lo discursivo- la situación crítica de Venezuela a que es objeto de una guerra económica del imperialismo. Nada dice de la hiperinflación galopante, de la falta de alimentos, medicinas y la represión a las protestas sociales y el encarcelamiento de dirigentes políticos opositores. 

Como herencia de otro tiempo, en tanto, la revolución cubana se mantiene en pie en modo gasolero a las sombras de su todopoderoso vecino Estados Unidos. Pese al fin de aquel mundo bipolar del siglo XX y del programa de reformas, aquel gobierno que llegó por la fuerza a La Habana de la mano de Fidel Castro y nuestro Ernesto Che Guevara celebró hace menos de dos semanas su 60 aniversario. 

Ya sin Fidel Castro, quien murió a finales de 2016, la isla socialista busca por la vía de las reformas evitar el naufragio económico. Por primera vez desde 1976, Cuba tiene un presidente sin apellido Castro: Miguel Díaz-Canel, de 58 años, que repite "somos continuidad", y que poco antes de la fecha patria tuiteó que "la revolución cubana es invencible, crece, perdura".

La nueva Constitución cubana, que será llevada a referendo el 24 de febrero, ratifica el comunismo como meta social, pero reconoce el papel del mercado, la propiedad privada y la inversión extranjera, y asegura que Cuba "jamás" retornará al capitalismo. El Partido Comunista sigue siendo "único" y la "fuerza política superior del Estado y la sociedad". Pero la sociedad va cambiando y pronto habrá, por ejemplo, beisbolistas millonarios en la isla tras el reciente acuerdo con las Grandes Ligas de Estados Unidos.

Mientras tanto, Rusia y China se vuelven a alistar como aliados de Cuba, pero no están dispuestos a subsidiarla, como hizo la Unión Soviética durante 30 años con Fidel, mientras Estados Unidos, tras el deshielo de Barack Obama, ha regresado a la hostilidad con Donald Trump y no se vislumbran cambios antes de 2020.

Rusos y chinos, siempre desafiantes al poder estadounidenses, están interesados en tener un amigo en sus narices. Y la Cuba pobre no es una amenaza para el gigante más allá que sí constituye una incomodidad para el niño rico que cree que todo lo puede y no le gusta que le digan que no, como en este caso. Pero al menos por ahora, ambos deben seguir conviviendo como vecinos.  






 

Autor: REDACCION

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