Ahora que el Gobierno transita la recta final que termina el 10 de diciembre, en forma paralela a la campaña presidencial que ya arrancó comienzan los tiempos de balances de la gestión, a destacar lo positivo pero también lo negativo. Y es indudable que en los últimos años las sombras opacaron a las luces al punto de que ahora se habla de una pesada herencia que dejará la administración de Cristina Fernández de Kirchner a su sucesor.
En septiembre del año pasado, un informe sobre el escenario económico de la consultora Analytica decía: "Se acabó la suerte. En el momento menos oportuno, el contexto global le juega una mala pasada a la coyuntura local. La revalorización del dólar a nivel mundial, la caída en el precio de los commodites, de la soja en particular, no son buenas noticias para una economía que necesita divisas del comercio exterior para descomprimir al mercado cambiario y hacer más llevadera la transición. Mientras el Gobierno siga alejado de los mercados financieros internacionales y sin el impulso de la mejora en los precios, la restricción externa se hará cada vez más fuerte. De cara al 2015, con vencimientos de deuda por más de USD 12.000 M, la actividad será la variable de ajuste. El `vivir con lo nuestro´ será cada vez más nocivo para el bienestar general".
A pesar de que transcurrieron más de seis meses de ese reporte, prácticamente no han variado las condiciones y la descripción del contexto bien podría utilizarse ahora. Las alarmas que preanuncian la profundización de los problemas suenan cada vez más fuerte pero el Gobierno, casi autista, opta por no escuchar con la premisa de llegar a diciembre sin perder el centro del ring (en esto se ha convertido el país a partir del modelo de la confrontación para construir poder) y luego que se arreglen los bomberos, los rescatistas y los médicos para curar a un país herido.
La economía argentina por ahora extiende la vida útil de un modelo agotado con un festival de parches mientras el Gobierno se empeña en defender una década que, si fuera un partido de fútbol, empezamos ganando pero que ahora estamos perdiendo en forma contundente.
Elevado déficit de las cuentas públicas, inflación sostenida, falta de financiamiento internacional, cepo cambiario, caída de la actividad económica, trabas comerciales, caída de reservas, escasa generación de trabajo, conflicto con los fondos buitre y deterioro de las condiciones sociales son algunos de los ingredientes del cóctel que se consume por estos días en el país.
¿Y qué análisis se realiza desde el exterior? En estos días un foro de bancos que se desarrolló en la ciudad coreana de Busan planteó su visión de la economía nacional y popular, y también de América Latina, en el marco de un debate impulsado por el Instituto Internacional de Finanzas (IIF). En este sentido, las restricciones cambiarias y comerciales, la inflación y la recesión fueron las principales preocupaciones que manifestaron los inversores que participaron del foro, en el marco de un encuentro que contó con la organización del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
De acuerdo a los pronósticos del IIF, la economía argentina caería 2% este año lo que profundizará la estanflación, a la vez la nueva administración que asuma en diciembre tendrá graves dificultades para enderezar el país en su primer año de mandato a raíz del legado del gobierno kirchnerista.
El documento presentado en Busan titulado "América latina, el año de ajuste de cuentas", se advierte que "en la Argentina y en Venezuela la estanflación se está profundizando" al tiempo que apunta que ambos países "necesitan urgentemente reconstruir sus instituciones e instalar una política macroeconómica coherente".
"El default o el miedo a él continuarán pesando sobre la performance de la Argentina y Venezuela. Los mercados esperan una resolución en la saga de la Argentina con los holdouts después de 2015, cuando una administración más pragmática tome la gestión. Esto respalda hoy los precios de los activos", sostiene el informe.
Más aún, el informe macroeconómico 2015 del BID presentado en Busan, bajo el título "El laberinto. Cómo América Latina y el Caribe puede navegar la economía global", anticipa un menor crecimiento para la región y crecientes obstáculos. La delicada situación de Brasil y los interrogantes de una Argentina que se obstina en tapar el sol con las manos explican en parte el espíritu del informe.
Para el BID "la mayoría de los países de la región requiere un ajuste fiscal. La composición precisa de dicho ajuste dependerá de un conjunto de características de cada país. En numerosos países con altos ingresos tributarios, aumentar los impuestos que tienden a distorsionar los incentivos económicos podría ser contraproducente, y sólo la disminución del gasto puede tener éxito para reducir la deuda".