Editorial

Tantas tragedias

La tragedia ocurrida en Rosario con la terrible explosión de un edificio en torre, que resultó prácticamente derrumbado con la pérdida de numerosas vidas y la afectación de decenas de familias que quedaron destruidas por la muerte de alguno de sus integrantes, fue conmocionante para todos los argentinos. Es cierto que el escenario fue la ciudad del sur santafesino, siendo su gente la directamente alcanzada por la tragedia, aunque los efectos del horror y sus consecuencias no dejaron margen para que nadie se desentienda. El impacto fue tremendo, y más aún cuando esta nueva desgracia, como tantas otras en los últimos tiempos, se encuentra dentro de las evitables. 

Los interrogantes retumban con fuerza, no siendo suficientes todas las declaraciones y argumentos que se superponen en la indisimulada búsqueda de eludir responsabilidades. Las medidas de seguridad, los controles, el cumplimiento de las normas y protocolos existentes se encuentran en juego, pues para llegar a tan terrible desenlace, no hubo otra posibilidad que la falta de cumplimiento de alguna de las reglamentaciones, desechándose la participación de la fatalidad a la cual se suele recurrir con tanta facilidad.

Que un combustible tan peligroso como el gas se encuentre manejado de esta forma, más que preocupante e intranquilizador, es de una gravedad enorme, pues estas situaciones pueden repetirse frente a parecidas circunstancias. Sea por las fallas en las instalaciones o los controles, como por la negligencia de los operarios. El estallido se produjo no por consecuencia de la casualidad, hubo orígenes y causas que deberán ser debidamente establecidas, pero que demandan de una enérgica actuación posterior, para que esta clase de sucesos no vuelvan a reiterarse. Es evidente que en alguno de los eslabones se produjo una anormalidad y ahí es justamente donde deben focalizarse todos los esfuerzos, para que afronten las consecuencias los responsables, pero tanto como eso que pueda evitarse la repetición en el futuro.

Es cierto que en las grandes ciudades existen edificios de muchos años que se cuentan por miles, tiempo en que las medidas de seguridad en las instalaciones de gas seguramente no eran tan exigentes como en el presente, lo que habrá de ser revisado para que se contemple la posibilidad de una revisión total de las mismas.

Aquí mismo en Rafaela existen numerosos edificios en torre y otros de no tanta altura pero con apreciable cantidad de departamentos, con equipamientos de distribución de gas, los que en su mayoría son de reciente o mediana construcción contando por lo tanto con mayores previsiones, aunque no por eso debe darse una distensión que, muchas veces es sostenida por el acostumbramiento cotidiano. Y además, seguramente sin el equipamiento necesario  de los bomberos para enfrentar una situación de esta naturaleza. Rosario, lamentablemente con tan altísimo costo, fue quien encendió las luces rojas de alarma.

Nuestro país, y todos nosotros que somos sus habitantes, ya hemos sufrido demasiadas tragedias. Son cotidianas casi, las que tienen por escenario las rutas extendidas por todo el territorio nacional, donde se combinan las deficiencias del escenario con el factor humano, responsable de más del 90% de los accidentes. Aunque, entre estos episodios, donde sobresalen por su magnitud e impacto, fueron hace unos años el incendio del local Cromañon en Buenos Aires, el 30 de diciembre de 2004, cuando murieron 194 jóvenes en un incendio y otros 1.432 resultaron heridos, consecuencia de un incendio de esas instalaciones que estaban excedidas de público mientras actuaba un grupo musical, recordándose que la falla de los controles llegó al extremo de no supervisar una puerta de salida de emergencia que se encontraba con candado. Y además, más reciente el 22 de febrero de 2012 el tremendo choque del tren en Once, falleciendo 51 personas y otras 702 con lesiones, cuando un convoy con deficiente equipamiento se estrelló contra los elementos de contención existentes al final de las vías de la referida estación.

Todo, tanto Cromañón, Once, como la mayoría de las tragedias en las rutas, y esta reciente de Rosario, son en su mayoría evitables, ocurriendo por negligencia, irresponsabilidad o debilidad en la aplicación de las normas establecidas.

Autor: REDACCION

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