Suplemento Economía

Superávits, reservas internacionales y fondos de riqueza soberana: combinación moderna “made in” emergentes

Los acontecimientos recientes en países del norte de Africa y de Medio Oriente han despertado nuevamente las preocupaciones por el petróleo. Las mayores reservas del “oro negro” se encuentran justamente en dichas regiones. El conflicto libio y su incierto desenlace, provoca zozobras en los mercados mundiales. Se teme que una escalada fuerte del petróleo mine la recuperación económica de los Estados Unidos, economía que representa el 25% del producto bruto mundial.

El mundo vivió en los años setenta dos “shocks” de oferta originados en aumentos fuertes del crudo. El primero en el año 1973. En respuesta al apoyo que Estados Unidos le concedió a Israel en la guerra de “Yom Kippur”, los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) ejercieron su dominio en el sector y redujeron la producción del hidrocarburo. El segundo “shock” petrolero de 1979-80 surgió en instancias de la guerra entre Irán e Irak. Como consecuencia de ello la inflación a nivel mundial comenzó a generar estragos en las economías, aunque sin duda los países exportadores del “commodity” se beneficiaron de sobremanera. Del proceso nacieron los petrodólares canalizándose los mismos, principalmente, hacia el sistema financiero occidental a través de los bancos europeos. Con esa liquidez estos últimos expandieron sus operaciones prestando a países del tercer mundo. América Latina recibió en esos años considerables sumas de dinero. Luego este fenómeno desembocaría, en la década del ochenta, en la crisis de la deuda sumiendo a Latinoamérica en lo que más tarde se denominaría “la década perdida” (estancamiento productivo y crecimiento de la pobreza e indigencia).

Históricamente los países de la “periferia” han sustentado sus economías en la producción y exportación de materias primas. Después de muchas décadas con términos del intercambio desventajoso, la realidad de la primera década del siglo actual es totalmente diferente, dado que los precios de los “commodities” han experimentado un crecimiento marcado. No sólo el petróleo sino también la soja, el azúcar, el cobre. Las razones son varias, entre las que se cuentan las de demanda (mayor protagonismo en la economía mundial de dos grandes mercados como son India y China y la producción de biocombustibles), las de oferta (problemas de producción originados en desastres naturales y cuestiones geopolíticas) y, finalmente, las de carácter tecnológico (crecimiento y sofisticación de los mercados de derivados financieros). Esto se ha traducido, por un lado, en superávits comerciales sostenidos y, por el otro, al ingreso neto de flujos de fondos privados en las economías emergentes.

Frente a la tendencia natural de apreciación nominal de las monedas de estos países, dado el fenómeno mencionado, la respuesta abordada es la de la acumulación de reservas internacionales por parte de los bancos centrales. Y esta decisión de política tiene un objetivo doble. Y es que no sólo buscan evitar de esta manera la pérdida de competitividad (un tema no menor) de sus empresas sino que también intentan establecer condiciones de estabilidad de la economía al sumar una herramienta de control de los capitales de corto plazo. Estos últimos suelen ser pro cíclicos y profundizadores de ciclos. Las crisis financieras acaecidas a partir de la segunda mitad de la década del noventa del siglo pasado en países asiáticos, latinoamericanos y otros emergentes (Rusia y Turquía, por ejemplo) indujeron un efecto histéresis para no volver a repetir la historia. De esta forma, los bancos centrales conservan suficientes reservas internacionales para limitar y suavizar los efectos perjudiciales de dichos capitales. Resulta entonces en una estrategia claramente defensiva, que no está exenta de costos. La emisión monetaria que se produce por el control de las reservas tiene que ser absorbida por lo menos en su gran parte para impedir el florecimiento de inflación, puesto que si la primera es mayor al crecimiento de la demanda de dinero generará una apreciación real de la moneda nacional. Esto se logra con emisión de deuda. Evidentemente, el auto aseguramiento dado por la acumulación de reservas internacionales es más valorado a ojos de los hacedores de política que sus costos explícitos e implícitos.

Pero el atesoramiento de reservas internacionales no es el único instrumento que los países emergentes han sabido incorporar a su manejo de la economía. Han surgido en los últimos años los “Fondos de Riqueza Soberana “(FRS) y, tienden a ser, una especie de complemento del anterior. O sea que constituyen otro mecanismo de reciclaje de los elevados superávits de cuenta corriente y de las entradas de flujos financieros. Son entes públicos que gestionan fondos con visión estratégica global. La actitud es más ofensiva que defensiva ya que invierten en activos en el exterior, focalizándose en aquellos que resultan estratégicos para la expansión económica del país. Se puede ver entonces FRS comprando bancos o puertos en países desarrollados. Los principales FRS se encuentran en países emergentes y exportadores de petróleo como es el caso de Kuwait, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos, Qatar, Omán, Rusia y Argelia. Noruega se presenta como la excepción; constituye el único país desarrollado que se suma al grupo mencionado. ¿Cómo es esto posible? Gracias al petróleo que explota en el Mar del Norte. Otros países como Chile, debido al cobre, y algunos países del sudeste asiático (Corea del Sur, Malasia y Singapur) a través de recursos fiscales también administran fondos por intermedio de FRS. No nos podemos olvidar de China, que en el año 2007, según el Boletín Económico de enero de 2009 del Banco de España, sus FRS manejaban U$S 200.000.- millones, cifra que representaba más de dos tercios del producto bruto interno argentino del mismo año. En el año 2007 y en base al mismo informe del organismo, los FRS administraban algo más de U$S 2,5 billones. Algunos FRS, por los fondos que manejan, adquieren gran importancia macroeconómica y financiera. La Autoridad de Inversiones de Qatar (QIA, por sus siglas en inglés) gestiona fondos que van desde los U$S 65.000 millones a los U$S 90.000 millones. Entre sus inversiones se cuentan: participaciones accionarias en entidades financieras internacionales (Barclays y Credit Suisse), en la industria automotriz (Volkswagen) y la tienda de almacenes Harrods en Inglaterra.

Muchas veces los FRS han recibido la crítica de ser instrumentos creadores de inestabilidad financiera. Esa idea ha venido generalmente de sectores en los países desarrollados que se oponen a que extranjeros compren empresas en actividades estratégicas. Sin lugar a duda que no son organizaciones de beneficencia. Pero lo cierto es que los FRS no se apalancan (endeudan) para poder llevar a cabo inversiones, las cuales en su mayoría son a largo plazo. Sino que de alguna manera están reorientando los recursos que se vuelcan a sus países nuevamente hacia los desarrollados en busca de oportunidades como así también con el objetivo de diversificar sus economías y generar recursos para las generaciones futuras de sus países.

Los países emergentes impiden con la acumulación de reservas y administración de fondos por parte de los FRS reducir o eliminar los desequilibrios globales (persistentes y fuertes déficit de cuenta corriente de países como Estados Unidos junto a superávits de cuenta corriente principalmente en países emergentes). Del otro lado, los Estados Unidos no les dejan otra alternativa, ante la constante emisión de dólares que “inundan” el mundo presionando artificialmente a la suba a los activos emergentes (tanto monedas como otros activos financieros) alimentando potenciales burbujas. Pero la solución al citado desequilibrio no es una que ataña exclusivamente a estos países; los países desarrollados también son responsables. Claro está que no existe hoy en día coordinación y cooperación serias en estos temas. Mientras este escenario no cambie, los países emergentes por medio de sus FRS irán participando más activamente en la economía mundial aprovechando su mayor protagonismo de cara a potenciar sus posibilidades futuras de crecimiento económico.

Autor: Lic. Esteban Rugna

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web