Sr. Director:
Se avecina el fin de otro ciclo lectivo y con éste, se inicia una nueva odisea para los padres que deben inscribir a sus hijos en los diferentes colegios secundarios de la ciudad. Para muchos va a significar el padecimiento de una instancia de sorteo que definirá si su hijo puede cursar (o no) en el colegio de su elección. Este perverso e injusto sistema de admisión escolar se sostiene en nuestra provincia desde hace más de un decenio y es avalado por una corriente pedagógica que desde hace ya varias décadas se impone en nuestro país con nefastos resultados.
En efecto, el desempeño de Argentina en los exámenes internacionales, como las pruebas PISA, se ha desmoronado. Pasamos de los primeros a los últimos puestos de Latinoamérica en apenas dos décadas, tratándose de una caída sin precedentes.
Este paradigma, que supone una mayor igualdad, ha hecho todo lo contrario. Hoy no importa el desempeño que ha tenido un alumno durante los 7 años de su educación primaria, al sistema no le interesa el mérito de ese alumno, ni siquiera es relevante si tuvo la distinción de ser abanderado, todo queda librado al azar, asumiendo los resultados de ese sorteo como una decisión divina y coartando así la libertad y el derecho del alumno de poder elegir en que colegio continuar sus estudios. Obviamente, esto significa un fuerte golpe moral para ese niño, atentando contra su autoestima, lo que también se traslada a su núcleo familiar, que intenta darle sentido a un hecho que no lo tiene.
Sostener este sistema de admisión es consistente con el hecho de que, desde hace muchos años, se viene demonizando y estigmatizando a la meritocracia. Contradiciendo a quienes lo sostienen desde el dogmatismo, el docente Rafael Micheletti, miembro de “Docentes por la Educación” afirma que “la meritocracia genera igualdad, ya que da lugar a un sistema educativo más eficiente, que estimula y saca lo mejor de cada alumno, dándole más herramientas culturales y psicológicas para desarrollarse y afrontar la vida”.
Por otra parte, también sostiene que “la meritocracia involucra, de hecho, un manto ético imprescindible. Enseña, o brinda la oportunidad de enseñar, a conocerse y valorarse como uno es, con fortalezas y debilidades; a cultivar la fuerza de voluntad; a aceptar la realidad y trabajar sobre ella; a competir sanamente, buscando superarse uno mismo en vez de estar comparándose con el de al lado; a acostumbrarse a la diversidad humana y desarrollar tolerancia a la frustración; a comprender que, al ser parte de un todo, hay que alegrarse por dar lo mejor y poner el esfuerzo propio al servicio de un sistema que redunde en el bien común, sin importar las diferencias individuales”.
Es imperioso sanear el sistema educativo santafesino, comenzando por derogar las inconsultas resoluciones ministeriales de la gestión saliente, que solo contribuyeron a agudizar las desigualdades sociales por medio de un creciente facilismo que solo condujo a nuestros jóvenes a la mediocridad e ignorancia.
Solo nos queda la esperanza de que esta nueva gestión arbitre los recursos y estrategias para modificar el actual sistema de admisión, deseando que esta reflexión llegue a los oídos de aquellos que toman las decisiones que afectan a nuestra vida, a nuestros hijos y nuestra historia como sociedad.
Luciano G. Perren
DNI 28.571.864
Docente de la E.E.T.P N° 460 “Guillermo Lehmann” de Rafaela.