En este tiempo de pandemia, que se prolongó más de lo esperado y que todavía no puede garantizarnos una fecha de vencimiento, las recomendaciones y los consejos no alcanzan.
Se dijo infinidad de veces que los argentinos "somos hijos del rigor" y que sólo pueden mantenernos a raya con un látigo en la mano. Lo expresamos en un sentido figurativo, pero que en definitiva no está alejado de la realidad.
Desde que la pandemia se instaló entre nosotros, se adoptaron resoluciones que al principio no recibieron objeciones, pero que al poco tiempo empezaron a resultar antipáticas.
Pero eso no fue todo, porque las cuarentenas se fueron replicando de manera interminable, hasta generar un cansancio en la población y dificultades económicas como consecuencia de esas mismas disposiciones.
Sin embargo, las decisiones adoptadas por el Gobierno nacional, que siempre respondieron a las sugerencias de un grupo de "científicos", no resultaron acertadas en los diferentes momentos.
En los últimos días, el número de contagios y fallecimientos, no para de crecer, pese a las restricciones que se adoptaron y la situación es muy preocupante, aunque se intente convencer que el panorama se revertirá en un plazo relativamente corto.
No todas las opiniones son coincidentes en ese aspecto y si bien por un lado se alinean los optimistas, por el otro aparecen los escépticos, incluso dentro del propio espacio.
Una cosa es que las objeciones partan desde la oposición, como ocurre en los últimos tiempos con frecuencia y otra muy distinta, es que las apreciaciones resultan totalmente opuestas cuando opinan los funcionarios del Gobierno.
El propio ministro Ginés González García, máximo responsable del área de Salud, en más de una oportunidad fue cuestionado por declaraciones que fueron, al menos, desafortunadas.
Lo propio sucedió con otros funcionarios, que pronunciaron mensajes poco menos que apocalípticos y que debieron retractarse o fueron severamente cuestionados por el mismo Gobierno al que pertenecen.
Pero al margen de tantas idas y vueltas. De aseveraciones y desmentidas. De acusaciones cruzadas y otras yerbas, no puede soslayarse un tema que es prácticamente imposible de erradicar.
Estamos haciendo referencia a la falta de compromiso de la gente, que fiel a una costumbre transgresora que es un sello distintivo de los argentinos, desafían todos los protocolos.
¿Alguien podrá decir a esta altura de las circunstancias que no conoce las reglas básicas que deben respetarse en esta pandemia? Es imposible pensar que la gente no haya tomado conciencia de la importancia de lavarse las manos, utilizar barbijo o mantener la distancia social.
Pero, a pesar de todo, son muchos los que no atienden esas recomendaciones. Y se puede comprobar naturalmente a cualquier hora y en cualquier lugar. En la simple caminata en soledad o en compañía, por rescatar un caso que es muy común.
Para esos ciudadanos, parecen ser observaciones de una etapa superada. Por eso se considera necesario recordar, incluso asumiendo el riesgo de expresarlo de una forma que puede conducirnos al hartazgo, que es imperioso cuidarnos, porque es la única manera hacerlo con los otros.
El virus sigue expandiéndose. En algunos países, los rebrotes son más letales que la primera oleada. Entre nosotros, la curva no logra aplanarse y es muy probable que no se alcance ese objetivo en el corto plazo.
De todos modos, existen indicadores que de acuerdo con los profesionales de la salud, pueden interpretarse como alentadores. Pero, claro, aquí también, se emiten opiniones que, en algunos casos puntuales, son interesadas.
Mientras todo esto ocurre y las tan esperadas flexibilizaciones se dosifican en cuentagotas, la única esperanza concreta es la vacuna, que se anunció con bombos y platillos, aunque todavía no está confirmada su eficacia y su seguridad.
En varios aspectos, la realidad es preocupante. La salud es uno de ellos. No es un dato menor, pero sí es oportuno decir que hay otros temas que demandan soluciones que siguen dilatándose y generan un evidente mal humor.
Ese que se se vio reflejado en las manifestaciones en contra del manejo que se viene realizando de un tema sensible como el de la reforma judicial y el del mezquino aumento que se le otorgará el próximo mes a los jubilados.
¿Se los puede catalogar de irresponsables a los que marcharon el lunes pasado? Desde una óptica relacionada con lo sanitario, es atendible. Pero también hay otros puntos de vista a los que se aferran quienes salieron a la calle por las cuestiones que se expusieron durante las manifestaciones.
Mientras la grieta siga ensanchándose, el pueblo se sentirá con el legítimo derecho a expresarse como lo viene haciendo, incluso, asumiendo riesgos en este tiempo donde la paciencia en muchos casos se está agotando.