Editorial

Sobre la calidad del agua

Usualmente las alertas a nivel global en torno al agua dulce giran en torno a que se trata de un recurso que no es infinito y que a medida que crece la población mundial aumenta su consumo, ya sea de las personas para beber, para higienizarse o para producir alimentos y otros bienes, por tanto se plantea un inquietante dilema para el futuro no tan lejano. Se trata de un interrogante incómodo: ¿cuándo se desatará una guerra por el agua dulce? Los expertos en geopolítica admiten que como hoy se lucha y se riegan los desiertos de sangre por el control del petróleo, en un mañana no tan lejano la batalla será por el acceso al agua apta para el consumo humano. 

En la actualidad, hay países bendecidos con mayores reservorios de este recurso en tanto que otros deben ser muy rigurosos y detallistas en el uso que se le da al agua, con topes muy marcados. Pero a esto se suma el cambio climático y las acciones humanas, como por ejemplo el desmonte de bosques o como ocurre en estos días el incendio de las selvas tropicales, lo que puede alterar la forma en la que encontramos el agua. Esto es, donde hoy no hay problemas mañana puede haberlos de a montones. 

Lo dicho, hasta ahora el problema del agua gira sobre la cantidad, si hay o no hay en determinados países, regiones o ciudades. En Rafaela, la que se encuentra debajo de la superficie no puede beberse sin generar problemas de salud a la distancia. La excesiva presencia de arsénico declara al agua no apta para el consumo de las personas, por tanto se debe invertir una montaña de dinero para construir un acueducto que transporte el líquido vital desde el río de agua dulce hasta aquí. El problema es compartido por una gran región, que tiene como otra alternativa instalar plantas de ósmosis inversa para potabilizar el agua, un proceso que no es nada barato. 

He aquí la otra gran dificultad, la calidad del agua (que se suma al drama de la escasez). Un reporte del Banco Mundial presentado a fines de agosto pasado advierte que el mundo enfrenta una crisis invisible de calidad del agua que disminuye en un tercio el potencial de crecimiento económico en zonas altamente contaminadas y pone en peligro el bienestar humano y ambiental.

En "Calidad desconocida: La crisis invisible del agua" se muestra, con nuevos datos y métodos, de qué modo una combinación de bacterias, aguas residuales, productos químicos y material plástico puede absorber el oxígeno de las fuentes de agua y transformarlas en veneno para las personas y los ecosistemas. Para arrojar luz sobre la cuestión, el Banco Mundial creó la base de datos sobre calidad del agua más grande del mundo, con información que se obtiene a través de estaciones de seguimiento, tecnologías de teledetección y aprendizaje automático.

En el informe se señala que la carencia de agua limpia limita el crecimiento económico en un tercio y, por lo tanto, se insta a prestar inmediata atención a nivel mundial, nacional y local a estos peligros que enfrentan por igual los países desarrollados y en desarrollo.

De acuerdo al reporte, un elemento clave que contribuye al deterioro de la calidad del agua es el nitrógeno que, al aplicarse como fertilizante agrícola, con el tiempo ingresa a los ríos, lagos y océanos, donde se transforma en nitratos. La exposición temprana a los nitratos afecta el crecimiento y el desarrollo cerebral de los niños, lo que repercute en su salud y su potencial de ingresos en la edad adulta. El escurrimiento y la descarga en el agua de cada kilogramo adicional de fertilizantes de nitrógeno por hectárea pueden aumentar las tasas de retraso del crecimiento de los niños en un 19% y reducir sus ingresos en la edad adulta hasta en un 2%, en comparación con aquellos que no están expuestos.

En el informe también se señala que el rendimiento agrícola cae a medida que aumenta la salinidad de las aguas y los suelos como consecuencia de las sequías más intensas, las marejadas ciclónicas y el incremento de las extracciones de agua. Debido a la salinidad de las aguas, en el mundo se pierde cada año una cantidad de alimentos suficiente para 170 millones de personas.

En el informe se recomienda un conjunto de medidas que los países pueden adoptar para mejorar la calidad del agua, entre ellas, políticas y normas ambientales; un seguimiento minucioso de las cargas de contaminación; sistemas que garanticen el cumplimiento de las normas; infraestructura de tratamiento del agua respaldada con incentivos para la inversión privada, y difusión de información confiable entre los hogares para inspirar la participación ciudadana.









Autor: REDACCION

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