El nivel de endeudamiento de la Argentina y el corset que pueden significar los vencimientos en los próximos años para el desarrollo y la recuperación de la economía se han instalado en el primer lugar de las agendas políticas de la actualidad. Lo curioso es que el Fondo Monetario Internacional (FMI), convertido en ángel o demonio según el lugar desde donde se mire, ha brindado una vez más un fuerte respaldo al presidente Mauricio Macri y su programa de reformas. Ha sido la propia directora del organismo, Christine Lagarde, quien en Japón renovó su apoyo al Gobierno nacional más allá de las sombras que oscurecieron nuestra economía en los últimos meses.
A su llegada al Gobierno, Macri estimó que una lluvia de inversiones no solo promoverían el aumento de la actividad económica sino que también mejorarían el clima de negocios en el país. Como los inversores fueron prudentes no sólo por las inconsistencias del modelo doméstico sino por la inestabilidad en los mercados internacionales, y optaron por poner su dinero en otros rumbos, la Argentina nunca logró subirse a un ciclo de crecimiento sólido y cuando faltó dinero, sin poder generar confianza, no tuvo más remedio que pedir auxilio al FMI.
Ahora bien, a la incertidumbre del escenario electoral se suman las dudas sobre si la economía argentina podrá producir los excedentes necesarios para atender sus obligaciones, desde pagar la deuda hasta los compromisos con los jubilados y pensionados y la seguridad social.
La consultora Economía & Regiones consideró que la calidad de la política macroeconómica y los fundamentos macro se vienen deteriorando con vistas al ciclo electoral 2019. Nada nuevo, lo mismo ocurrió en 2017; 2015 y 2013. Sus consecuencias quedaron expuestas con las devaluaciones de 2014; 2016 y 2018. Sin embargo, el episodio 2019/2020 agrega un nuevo ingrediente que no estuvo presente en las anteriores tres oportunidades: el acuerdo con el FMI y su renegociación. En su último reporte, puntualizó que hay que tener bien presente que el acuerdo con el FMI es parte fundamental de esta dinámica viciosa que se da en el período 2018/2020. Desde una arista positiva, hay que tener en claro que los dólares del FMI evitaron el default y la hiperinflación que probablemente habrían ocurrido en 2018 sin el acuerdo. No obstante, desde un lado negativo, hay que tener en claro que el programa y los dólares del FMI tan sólo sirvieron para postergar el riesgo de default e hiperinflación, pateándolos más adelante para 2020/2021.
De acuerdo a la consultora, el asunto es que el Programa con el FMI no fue diseñado para corregir y/o eliminar los
problemas de fondo de la macroeconomía argentina heredados en 2015 y magnificados en 2016/2018. Tampoco es un programa que apunte a sacar a Argentina de la recesión y pretenda devolverlo hacia el sendero del crecimiento económico perdido hace años.
Sostiene que el programa con el FMI es tan sólo un endeudamiento en dólares, que persigue como único objetivo surfear los 15 meses hasta octubre 2019 sin que haya otra crisis cambiaria y problemas financieros. De hecho, el FMI fue sucesivamente flexibilizando las condiciones del acuerdo, permitiendo que el gobierno de Cambiemos dilapide cada vez más dólares para mantener una calma cambiaria que no se logró. Se cumplieron los objetivos iniciales, pero los sucesivos, que eran más importantes, fueron totalmente incumplidos e ignorados.
Dentro de los primeros, evitó que la inflación mensual se fuera al 9%/10% mensual y luego logró bajarla del 5%/6% mensual. Por el lado de los segundos, evitó caer en default permitiendo pagar los
intereses y las amortizaciones de deuda. Sin embargo, el acuerdo con el FMI no cumplió con objetivos económicos más pretenciosos e importantes como propiciar la estabilidad del tipo de cambio, bajar la inflación a 2% mensual para luego hacerla caer más bajo aún y, sobretodo, no permitió ni re abrir los mercados financieros, ni bajar el riesgo país.
En este escenario, concluye que el principal objetivo del acuerdo con el FMI es político, no económico. El principal
objetivo del acuerdo entre el FMI y el gobierno no es otro que intentar mantener las chances electorales de Macri para que haya posibilidad que sea reelecto. De hecho, no hay ajuste del gasto para no lesionar las chances electorales del presidente. Los objetivos políticos del acuerdo con el FMI quedan en evidencia cuando se observa que en un acuerdo de tres años, el 90% del financiamiento ingresa durante el primer año y medio, recibiendo Macri U$S 1.200 millones y el próximo gobierno tan sólo 5.900 millones.
Por último, señala que a partir de los números fiscales de Argentina, su falta de acceso a financiamiento y sus
necesidades financieras de 2020/2023 conforman un combo muy complicado, que pone el riesgo de default sobre la mesa, por lo que ambas partes se deberán sentar a negociar. Desde el lado del FMI, no le queda otra. Aproximadamente un poco más del 50% de su cartera crediticia está expuesta en Argentina. Desde el lado de Argentina, tampoco queda otra alternativa.