Locales

Silencioso merecimiento

UNIDOS. Juan Felissia, María Felissia, Fernando Belinde, Elisa Cordera de Armando, Elena Mandrile y Gabriela Armando.
Crédito: FOTO ACPUR

Hay personas a las que se las destaca y aquellas que hacen de su apacible y certero accionar el destaque del otro. Hay obras que lucen sus grandes aportaciones merecedoras de elogios, laureles, fotografías y otras que desde la quietud de la corrección, la dedicación y el talento cincelan el mármol para hacer perennes no a ellas sino al fruto de su esfuerzo. Hay ciudadanas ilustres que brillan por las luces que sobre ellas se posan y también las hay que alumbran desde dentro con la tenue flama de la perseverancia y sus convicciones, pero siempre iluminando como faro hacia dónde va el sendero.

Hay personas, hay obras, artesanas y ciudadanas… pero hay pocas, y hoy especialmente una, que las reúne a todas y construyen tales merecimientos no sólo partiendo de lo que hicieron, cuánto hicieron y cuánto están dispuestas a seguir haciendo. Lo que verdaderamente distingue a la destinataria de este aplauso del alma son los silencios de su vida forjando cauce y río en familia, bajo el manto de una actividad de luna a luna, con trabajo, sinsabores y alegrías, haciendo de su sembradío inspirador y callado recorrido.

Porque justamente desde el silencio de los surcos que conocen del sol antes que sus rayos despierten el cemento. Cuando el rocío cruje y el frío anestesia o cuando el sol cuartea y encandila. Desde la semilla hecha rumen y blanco alimento bajo la magia de sus manos y de la de tantos retratos que desde las paredes velan. Desde su campo y desde un ramillete de flores con perfumes de Cordera y colores de Armando, y de muchos nietos y de los pequeños de los que se cultivarán otros tantos… Doña Elisa es sustantivo y aún más: Verbo. Es la protagonista del campo con nombre propio rafaelino, como jardín de enfrente, como ostra de la perla y su oeste resuelto en la rosa de los vientos…

Esta mujer, madre y abuela rural y citadina hoy recibe el abrazo de un pueblo no solo por ser ella la caricia de un lugar, su historia y su gente, sino especialmente por encarnar el silencioso merecimiento de Orgullo y Ejemplo para todos quienes respiramos la extensa, fértil, agreste y cautivadora comarca rafaelina.

Gracias Doña Elisa por regalarnos su amistad, su temple, el brillo de sus ojos y la lumbre que hoy y siempre ilumina nuestro camino.

Asociación Civil Productores Unidos de Rafaela

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