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Separado

Me encuentro cada vez más con hombres solos, separados de su mujer. Y hombres que han quedado solos porque su esposa se fue con otro hombre. Dejemos de lado las causas por ahora, y pensemos cómo se siente un marido abandonado. Quizá pueda ayudarnos esta plegaria de Michel Quoist incluida en su librito “Oraciones para rezar por la calle”:
“Eran casi las doce cuando llamé a su puerta. Marcelo estaba solo, todavía en la cama, que ahora le sobraba por todas partes: su mujer lo ha dejado hace unos días.
Me dolió -¿sabes?- aquel hombre desalentado, aquella casa medio vacía. Alguien faltaba. Un amor faltaba. Inútil buscar el ramillete de flores sobre la consola, la polvera y la barra de labios sobre el cristal del tocador, el tapete sobre la cómoda y las sillas femeninamente colocadas.\Lo allí veías eran unas sábanas sucias sobre un lecho arrugado como el rostro de una vieja, unos ceniceros desbordantes de puchos, los zapatos tirados por el suelo, cajas y papeles por todos los rincones, un estropajo sobre el sillón, las persianas caídas. Todo triste y sombrío y maloliente.
Me hizo daño, Señor. Algo había allí desgarrado, algo había pedido su equilibrio como un juguete roto, como un hombre con los miembros tronchados. Ah, Señor, y qué bien comprendí entonces lo bien que estaban las cosas cuanto Tu las hiciste, y que no puede haber ni orden, ni hermosura ni amor, ni alegría fuera de tus planes de amor.
Ahora te pido, Señor, por Marcelo y... por ella y... por el otro y por la mujer del otro y por las dos familias y por los vecinos que comentan y por los compañeros que juzgan.
Yo te pido perdón por todas estas roturas, por todas estas heridas... Yo te pido, Señor, para mí y para todos mis amigos, que nos enseñes a amar".
Como escribe también Michel Quoist, “amar es encontrarse con otro, y hace falta salirse de uno mismo para ofrecerse al otro”.
Resulta fácil decirlo, ¡pero qué difícil se torna cuando el amor ha sido profundamente herido! Con todo, el amor bien vale los mayores sacrificios.

Autor: Redacción

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