Sociales

Sensaciones y sentimientos: un mundo en el aire

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Crédito: LOS PÉREZ GARCÍA// La emblemática familia radial.

 

Por Hugo Borgna

 Bécquer lo supo desde un principio. O al menos lo sospechó.
Lo explicó diciendo que las palabras son aire y van al aire y, con solo eso, habilitó un espacio nuevo donde convivieron la nostalgia y la imperfección como objeto. Todo como idea naciente de lo que es comunicación.
La radiofonía como forma inasible de contacto tiene origen en los comienzos del siglo 20. Nació como experimento flotante y llegó a tener brillo, necesaria y fácilmente adaptable a las costumbres de la gente. Y del nuevo y exitoso ámbito.
L R 1 Radio El Mundo de Buenos Aires fue una de las formas más palpables de la comunicación. Se decía entonces que por más que la gente cerrara su casa con siete llaves, ella iba a penetrar en todos los hogares, y se instalaría como habitante y dueño de la voluntad de un nuevo sector, con posibilidad de hacer que toda la familia se pegue al recién nacido y parlante medio.
Radio El mundo llegó a ser favorita. Ubicada en Maipu 555 y -conectada con permisivas y flexibles cadenas- era la dueña absoluta de la programación de la tarde y la noche.
Se consideraban estrellas propias sus programas, esos que hoy son recuerdo sólido.
Por la tarde transcurría la simpatía de “Qué pareja”, de Horacio S. Meiriale; el suspenso y el riesgo por las investigaciones de “Peter Fox lo sabía”, o la ternura de “Casi un ángel”, con Raúl Rossi. Y el cosmopolita ambiente del entretenido “Transatlántico de Luxe”…
Emblemáticas figuras del espectáculo dejaron su voz en receptivos micrófonos: Los Grandes del Buen Humor (sin Cambón), Luis Sandrini dándole presencia a ese “Felipe” que lo acompañó en toda su carrera, orquestas como las de Francisco Canaro, Alfredo de Ángelis y Héctor Varela lucieron como vecinos de una problematizada familia, “Los Pérez García” preparando todo el ambiente para las 21 en que se presentaban las resonantes propuestas de la emisora: Edmundo Rivero, Billy Caffaro, Lolita Torres, Waldo de los Ríos, Anamaría “Cachito”, Niní Marshall…
No terminaba allí la esplendorosa lista de artistas que enriquecían los micrófonos de Radio El Mundo. Artistas internacionales como Johnny Ray, Nat King Cole (entrevistado por la emblemática Paloma Efrom, “Blackie”) y cuanta figura -en su mejor momento- pasara por Buenos Aires.
Los sábados a la noche a las también había cine. Si, leyeron bien: se trataba de versiones radiales de películas dramatizadas que se veían en las salas de cine; el no repetido “Radiocine Lux”
Todo estuvo en radio El Mundo, a tal punto que habían acuñado una frase que decía que se estaba oyendo “la mejor programación del mundo”, aclarándose inmediatamente: Maipú 555.
El misterio (o la magia, como se decía entonces) abrieron camino para que la Radio avance, defendiéndose de la poderosa tecnología que avanzaba para llevarse el gran premio del favoritismo de la gente.
La televisión miraba desafiante. El temible poder de la imagen, armado de la posibilidad de, incluso, dar películas y que se pueda ver en cuerpo a cantantes luciendo su arte no fue un buen augurio para los tiempos que vendrían.
“Yo soy un sueño, soy imposible. Soy un fantasma de niebla y luz. Soy incorpórea, soy intangible”, pensó la radio, tomando prestados versos a Bécquer: eso soy yo y eso valgo.
La radio sigue. Vigente, triunfadora en un área que inventó para sí misma.
Ágil, instantánea, cambiante a cada momento, dueña de “sólo” la palabra y la música, tiene un elemento que le regaló el poeta y la hace totalmente inasible.
No puede amarnos.

Autor: REDACCION

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