Editorial

Se terminó el romance

Desde que la oposición aprobó las primeras leyes que presentó el oficialismo en el Congreso, no pasó demasiado tiempo, por más que estemos hablando de una situación que se dio antes de la pandemia de coronavirus, que pareció, en una etapa inicial, un magro grado de coincidencia entre las partes.

Todos los sectores se alinearon detrás de un mismo objetivo, que era tan claro y previsible que no dio margen para adoptar posturas diferentes.

La salud pasó a constituirse en una prioridad absoluta del Gobierno y desde la otra vereda no ofrecieron reparos para darle una lucha en conjunto al "enemigo invisible", como lo definió el presidente Alberto Fernández.

Incluso, cuando se decretó la primera cuarentena, nadie levantó una voz en contrario a lo dispuesto por las autoridades nacionales y replicado en las provincias, los municipios y las comunas.

No hubo lugar para las distintas ideologías políticas en un marzo no tan lejano, que hasta dejó flotando la sensación que la grieta ya no sería tan pronunciada.

Las buenas relaciones se extendieron durante un buen tiempo, aún cuando se renovaron las cuarentenas, que paulatinamente se iban flexibilizando, para intentar darle respuestas a los sectores productivos más afectados.

Pero las rispideces empezaron a marcar una presencia cada vez más frecuente, hasta provocar una serie de cruces que hoy volvieron a marcar las diferencias entre los que gobiernan y los que tienen la responsabilidad de controlarlos.

Oficialismo y oposición se vienen tirando con munición gruesa y es inevitable que el fuego cruzado deje heridos en el camino.

Los últimos anuncios que compartieron Alberto Fernández, el gobernador bonaerense Axel Kicillof y el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, pusieron en evidencia que los roces, a partir de las cifras que se han proporcionado en relación con un tema definitivamente sensible como el de la pandemia, generaron discusiones, que se disimularon en las conferencias, pero que no lograron ocultarse en posteriores declaraciones individuales.

Está claro que algo se rompió entre los anunciadores seriales de las repetidas medidas de aislamiento social, al margen de los números, que son realmente preocupantes y que están mostrando un sostenido crecimiento.

La flexibilización de ciertas actividades por parte de Rodríguez Larreta, fue duramente criticada por Kicillof, que lo acusó de falta de responsabilidad por esa apertura, es uno de los ejemplos más contundentes.

Pero no todo se circunscribió en estos últimos días al coronavirus, porque se dieron otras situaciones que provocaron un desplazamiento del centro de la escena de un tema que nos sigue preocupando a todos.

Santiago Cafiero encendió la primera mecha cuando aseguró que "con Macri, esta pandemia hubiera sido una catástrofe", una frase desafortunada en un momento tan delicada, que tuvo una firme respuesta de Cambiemos.

Otro que aportó más leña al fuego con sus declaraciones es Alfredo Cornejo, el ex gobernador mendocino y presidente de la UCR, que arremetió contra el Presidente en reiteradas oportunidades, iniciando un fuego cruzado, que obviamente, tuvo como directo contrincante al propio Alberto.

Por si fuese poco, las denuncias por espionaje contra el gobierno de Mauricio Macri, el blanco preferido del peronismo y el kirchnerismo, liderado en este caso por Cristina Fernández, se convirtió en otro foco de ebullición.

La vicepresidenta no solo apeló a sus habituales tuits para cargar desde el inicio de esta denuncia contra el anterior Gobierno, sino que además grabó un audio que no deja títere con cabeza.

Pero como parece que nada alcanza para volver a profundizar la grieta, esta semana fue puesto sobre el tapete la intervención de Vicentin, una empresa de noventa años de historia que ahora se pretende expropiar en el Congreso.

Las reacciones espontáneas de la gente saliendo a defender su fuente laboral en la ciudad de Avellaneda, en el norte santafesino, precedieron a otras tantas en distintos lugares del país, entre otros, en Rafaela.

Esas resoluciones solo pueden adoptarse en un sistema democrático en el que no todos los poderes funcionan como lo establece la Constitución, más allá del grado de validez que puede tener o no la medida anunciada por Fernández.

El clima que se respira hoy no es el mejor y dista muchísimo del que se había instalado hace poco menos de tres meses, cuando la preocupación que unió a todos los sectores políticos fue el del Covid-19.

Los últimos acontecimientos se encargaron de poner blanco sobre negro y de volver a marcar que la salud no es lo único importante en este bendito país, al menos para quienes nos gobiernan.


Autor: REDACCION

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