Suplemento Economía

Se fugan al dolar esperando una devaluación que no tiene sentido

El traspaso a precios de una posible devaluación: Una vez pasadas las elecciones presidenciales de octubre, el Gobierno ha decidido mantener

su estrategia de postergar lo máximo posible una suba de tasas de interés que pudiera enfriar la economía y, a la vez, dilatar lo máximo posible una devaluación, que sería lo único capaz de desarticular las expectativas de devaluación pero a costa de más inflación.

Sin embargo, la contracara del atraso cambiario (tipo de cambio casi fijo con inflación creciente) con tasas de interés reales negativos, es un aumento paulatino de la demanda de dólares, que alcanzaría un pico de U$S 3.500 millones en octubre y superaría los U$S 22.000 millones en los últimos 12 meses. Esta fuga de capitales, resulta insostenible en el tiempo porque además de secar la plaza de pesos, arremete contra el consumo y la inversión, desgastando el crecimiento económico.

En este contexto, las tasas de interés pagadas por los bancos por los plazos fijos mayoristas se mantuvieron en torno al 20% anual (tasa Badlar), a la vez que el BCRA debió desprenderse de más de U$S 150 millones diarios para mantener el dólar estable. En este marco, el BCRA tuvo que vender U$S 2.000 millones en septiembre y U$S 2.600 millones en octubre para mantener el tipo de cambio. Como resultado, las Reservas Internacionales habrían caído a cerca de U$S

46.500 millones, acumulando una contracción de un poco más de U$S 5.000 millones desde el comienzo de 2011.

A su vez, para reforzar la oferta de dólares y evitar una depreciación mayor del tipo de cambio, el Gobierno decidió obligar a las empresas mineras y petroleras a liquidar en la Argentina el 100% de las divisas que generan en sus operaciones de exportación. Esta medida apunta a incrementar la abundancia de dólares en 3.000 millones, cifra que representa solamente la fuga del mes de septiembre. Otras medidas incluyen la repatriación de fondos que las compañías aseguradoras tienen en el exterior, la obligatoriedad de los no residentes a ingresar al mercado de cambios los dólares destinados a la compra de activos locales, un mayor control sobre la operatoria en los mercados cambiarios paralelos y la presencia de personal policial y AFIP en las casas de cambio. Todos estos recursos no alcanzarían para abastecer a la demanda ni para solucionar el problema de base.

La pregunta es si, con estas medidas, el BCRA logrará torcer las expectativas o simplemente ganar tiempo al costo de ampliar las presiones cambiarias futuras. Luego, si la idea es subir lo menos posible la estructura de tasas para no enfriar la economía y perder la menor cantidad de reservas posible, cuál sería la consecuencia de una devaluación programada con el objetivo de revertir las expectativas de devaluación y así frenar la fuga.

Y la cuestión es que las fluctuaciones en el tipo de cambio pueden afectar tanto el producto como el nivel de precios de una economía, haciéndola vulnerable a choques externos (sobre todo si esta es una economía pequeña y abierta como la argentina). El efecto de un cambio en el tipo de cambio sobre los precios internos se conoce en la literatura como el “coeficiente de traspaso” o “pass‐through” del tipo de cambio a precios. La magnitud del coeficiente del pass‐through, mide la proporción del cambio en el tipo de cambio que se va a trasladar a los precios. La velocidad del pass‐through es el período de tiempo que toma en efectivizarse el traspaso total de un choque en el tipo de cambio a los precios.

En pocas palabras, una depreciación del tipo de cambio puede trasladarse en mayor o menor medida a precios. En el extremo, si la devaluación se traslada absoluta e instantáneamente a precios, no se obtiene ninguna ventaja en términos reales, dado que la competitividad que se gana al devaluar se pierde ‐al mismo tiempo‐ con la inflación. Por el contrario, cuanto menos se traspase la devaluación a precios y por ende, mayor sea la depreciación real, mayores deberían ser los efectos positivos sobre el nivel de actividad y el empleo. En este marco, cabe analizar la magnitud y velocidad del impacto para el caso argentino.


Grado de apertura de la economía


Cuanto mayor sea la cantidad de productos cuyos precios se encuentran vinculados al mercado externo, mayor será el coeficiente de traslado. Los productos vinculados al mercado externo no son sólo las importaciones, sino también los bienes exportables que se reparten en el mercado interno y externo, y muchos transables que compiten con sus pares del exterior.

En la Argentina de hoy, las exportaciones e importaciones representan el 40% del producto si se mide en términos corrientes (y el 27% a precios de 1993); este ratio duplica al del promedio de la década del ’90.

- Sustitución de productos importados y nacionales y penetración de Importaciones:

Al ocurrir una depreciación del tipo de cambio los precios de los bienes importados se vuelven más caros con respecto al precio de los bienes nacionales. En la medida en que exista una alta sustitución entre estos productos, el pass‐through será menor.

No obstante, la mayor parte de las importaciones argentinas son insumos intermedios, bienes de capital y piezas para bienes de capital (73% en 2010), por lo tanto la capacidad de sustituir importaciones es muy acotada; y por el contrario, el traspaso a precios sería mayor.

A su vez, la participación de las importaciones en el PBI se ha incrementado paulatinamente en los últimos años, hasta superar el 14% y 18% ‐en 2010‐ en términos reales y nominales; respectivamente.

- El contexto inflacionario y las expectativas:

Debido a que las empresas fijan sus precios con anticipación, el ajuste de estos precios responderá a un aumento de costos percibido ‐de antemano‐ como persistente. En contextos de alta inflación, asociados a un aumento persistente de costos, se presentará un mayor passthrough.

Más allá del desconcierto que ha generado la intervención del INDEC, tanto la expectativa de inflación como los aumentos salariales, se encuentran por encima del índice de precios oficial y más que lo duplican. Por lo tanto, un incremento del tipo de cambio generará mayores presiones sobre las expectativas de inflación.

- Estado de la esfera productiva de la economía:

La situación por la cual esté atravesando la economía al momento de producirse un choque externo es relevante para predecir el traslado a precios. Cuando la economía se encuentra en recesión, las empresas tienden a asumir el costo a fin de no perder participación en el mercado dado que la demanda interna se encuentra contraída.

Hoy por hoy, la economía argentina se encuentra en torno al pleno empleo de sus recursos productivos. La tasa de desempleo se ubicaría cerca del 7% mientras que la utilización de la capacidad instalada de la industria se encuentra próxima al 80%. Por lo tanto, ante esta inelasticidad de la oferta, un ajuste del tipo cambio generaría en mayor medida un aumento de los precios (inflación) que de cantidades (mayor nivel de actividad).

- Grado de sobrevaluación real: De encontrarse el tipo de cambio por debajo del nivel de equilibrio, es factible que la devaluación nominal no provoque variaciones significativas en el nivel de precios, la misma se limita a corregir el desfasaje real.

Contrariamente, en los últimos años, la argentina ha evitado una apreciación nominal del tipo de cambio, a costa de inflación, lo que fue provocando una apreciación real de su moneda.

Resulta difícil determinar cuan cerca o lejos estamos del tipo de cambio real de equilibrio; no obstante, podemos decir que el incremento de precios ha corregido gran parte del desfasaje nominal. Por ende, la brecha entre el tipo de cambio real y nominal se ha ido agrandando con el paso del tiempo, lo que ha generado una significativa inflexibilidad cambiaria.


RELEVAMIENTO DE PRECIOS MINORISTAS DE E&R Y PERSPECTIVAS


Según lo explicitado en los párrafos anteriores E&R se abstiene de hacer público el incremento de los precios minoritas relevado durante el mes de octubre de 2011.

Asimismo, cabe resaltar que al analizar la dinámica de los precios de los últimos doce meses, se exhibe cierta estabilización durante los meses del primer semestre de 2011 respecto al mismo período del año anterior.

De todos modos, cabe señalar, que tanto la estabilidad del tipo de cambio nominal como la política de subsidios que lleva a cabo el Gobierno nacional funcionan como ancla anti‐inflacionaria al evitar una espiralización de los precios.

Sin embargo, la nueva disposición de aumentar las trabas a las importaciones,

sumado al fenómeno de la inflación importada (de alimentos), tienden a generar

presiones adicionales en lo que respecta a la dinámica de los precios.

Contrariamente, la fuga de capitales actual actúa restándole presiones al aumento de precios.

Para el 2011, teniendo en cuenta que se trataría de un año electoral con una política fiscal fuertemente expansiva y una política monetaria que financiaría al Tesoro Nacional se espera una inflación minorista anual similar a la del 2010.

Finalmente, en octubre de 2011, el costo de la canasta básica alimenticia para una familia tipo 25, o “línea de indigencia” (según los relevamientos de E&R en locales de CABA para suplir las necesidades energéticas básicas), alcanzó los $ 1.302 mensuales; mientras que la canasta básica total, o “línea de pobreza” alcanzó los $ 2.408 mensuales. Es decir, una familia tipo 2 necesita $ 1.302 mensuales para no ser indigente y $ 2.408 para no ser pobre.

Autor: Redacción

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