Editorial

Salud y/o economía

Que la salud es un tema prioritario, nadie lo discute, porque el objetivo al que se apunta desde el primer día es a salvar vidas. Con aciertos o con errores, y hasta con medidas discutibles en algunos casos, en buena parte se pudieron alcanzar las metas, aunque el crecimiento de los últimos días estuvo por encima de las especulaciones de los gobernantes y de los propios infectólogos.

Desde lo sanitario, en el país se reaccionó con premura, obviamente, tomando como referencia lo observado en otros lugares del mundo, particularmente en Europa, donde llegaron las primeras oleadas de Covid-19 procedentes desde China.

En ese sentido, nada para reprocharle a la política sanitaria. Después, se podría discutir si las primeras cuarentenas fueron apresuradas -hoy, con el diario del lunes es más fácil señalarlo- o se debieron postergarse, habida cuenta de los casos que se están reportando en este último tiempo.

Hubo expresiones de apoyo a la estrategia y también voces de desaprobación, de modo especial cuando entró a tallar la política y las acusaciones cruzadas, una costumbre que ni siquiera en estas circunstancias puede erradicarse.

Cuando se mezclan los intereses, que deberían ser comunes, nada funciona. Tan es así que la brecha, que en algún momento dio la sensación de dejarse de lado a partir de una serie de acuerdos que se lograron establecer, el fuego cruzado, lamentablemente, volvió a instalarse en el centro de la escena.

La gente, que está angustiada por la presencia de un enemigo invisible que pega con fuerza después de más de cuatro meses de aislamiento para varios sectores de la población, no merece ser convidada de piedra en discusiones que a esta altura de las cosas, provocan un mal humor generalizado.

Es realmente muy triste que esto siga ocurriendo en estos tiempos, donde sería ideal, para todos, que los intereses políticos le den el lugar que corresponde a una situación extremadamente delicada como la que vive el país.

Dentro de los mismos partidos mayoritarios, se desataron internas que marcan diferencias casi inconcebibles, pero que en definitiva no sorprenden, por una lucha que nunca se acaba.

De ninguna manera se puede construir una estructura firme sobre bases que tambalean y que amenazan con derrumbarse ante la primer brisa, como un castillo de naipes.

La gestión de Alberto Fernández fue criticada por la oposición, pero también lo ha sido por parte del denominado fuego amigo, que luego de una andanada de cuestionamientos, transita un momento de tregua, gracias a intermediaciones oportunas de quienes salieron a respaldaron.

En la vereda de enfrente, las aguas tampoco están calmas y los pases de facturas siguen a la orden del día, incluso con algunas reacciones impropias de quienes militan bajo la misma órbita, que se empeñan en marcar la cancha de acuerdo con sus ideologías.

La salud y la economía, aunque se intente separarlas, desde que se declaró la pandemia, empezaron a caminar de la mano. Desde lo sanitario, todo lo que expresamos refleja claramente lo sucedido desde marzo. Por supuesto que se escribirán nuevos capítulos de una historia que no tiene fecha de vencimiento.

Por lo enunciado, es prematuro saber de qué manera puede reaccionar, en un futuro de mediano plazo, una economía que dejó una preocupante secuela en varios sectores productivos, con cierres de empresas y pérdidas de empleos.

Que no hay un plan económico. Que sí hay un plan económico. Que no son importantes. Se dijeron tantas cosas a lo largo de este tiempo, que el último anuncio pateó el tablero.

Alberto Fernández aseguró que el plan existe y que consta de al menos unas sesenta medidas que permitirán una reactivación concreta una vez que pueda terminar esta pesadilla.

Esos anuncios serán aguardados con expectativas por su regionalización, de acuerdo con los trascendidos. Poner en marcha el aparato de las pymes, será esencial para llegar a las metas que se propone el Gobierno.

Los más afectados no tienen margen para seguir esperando mucho tiempo. Varios quedaron en el camino y la posibilidad que tiene de reinventarse es prácticamente imposible, al margen del empujón que pudiesen recibir.

El hecho de seguir planteando la dicotomía entre salud y/o economía, ya se agotó. Habrá que encontrar otros argumentos y aplicarlos en términos reales para salir de este atolladero al que nos fueron llevando las erráticas políticas económicas durante tantos años.

Si lo último que se pierde es la esperanza, debemos aferrarnos a ella, como si fuese una balsa en la inmensidad del mar. La orilla está lejana, pero como lo imposible no existe para el optimista, nos asiste el derecho a seguir esperando una corriente favorable para llegar a buen puerto, aunque tengamos que remar con todas nuestras fuerzas.

Autor: REDACCION

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