La Palabra

Saber cerrar la puerta para ir a jugar

“Quiero volver a jugar como cuando empecé”. Con esa frase casi siempre se inicia la relación entre el jugador compulsivo y el profesional de la salud que le propondrá un tratamiento para que logre superar su situación. Con abordajes que son el fruto de la capacitación en el tema de la ludopatía, desde un equipo especializado brindan esta terapia y divulgan el tema en los lugares donde los convocan. De la experiencia personal nos habla la psicóloga Débora Blanca, una de las directoras de la entidad, en esta charla con LA PALABRA.

 

LP - ¿Cómo surge Entrelazar?

D.B. -  Surge después de unos años que empezamos a trabajar con la otra directora de la institución, Mariela Coletti, en otra entidad, con jugadores compulsivos, con familiares de jugadores. No habíamos tenido experiencia previa con relación a esta problemática, y nos llamaba mucho la atención lo que le pasaba al jugador, lo que le pasaba al familiar, los relatos que contaban, nos empezó a interesar, empezamos a investigar, empezamos a escribir. De ahí surge el primer libro “La adicción al juego” y al poquito tiempo armamos Entrelazar. Creo que por una pasión, así como el jugador es un apasionado del juego, trabajar con este tipo de problemática implica alguna pasión, porque un terapeuta tiene que hacer ahí, un poco parafraseando, una apuesta fuerte en cada tratamiento, en cada jugador, porque son afecciones complicadas, complejas, el jugador no quiere dejar de jugar porque cuando juega encuentra algo que no encuentra en ningún otro lugar, en ninguna otra actividad. La sensación que encuentra, solo la tiene jugando, porque el adicto al juego no es adicto ni al dinero -no va a jugar para ganar plata aunque diga que sí- es adicto al juego, es decir a la actividad, al acto de jugar, necesita jugar porque ahí encuentra algo. Entonces no es fácil que el jugador acepte dejar eso, porque tiene que encontrar algo que igual no le va a dar lo que encontraba en el juego, tiene que hacer una renuncia importante. Y para eso hay que hacer un trabajo fuerte. Es toda una decisión. El jugador cuando llega a la primera entrevista lo que dice es “yo quiero volver a jugar como jugaba al principio”. No quiere dejar de jugar, sino volver a jugar controladamente. Cuando iba poco, cuando iba con la esposa, no cuando empezó a ir solo, cuando empezó a pedir préstamos, cuando empezó a no poder dormir. Cuando el juego tenía que ver con una diversión, con un disfrute, con algo a compartir, a eso quiere volver. Lo que pasa es que una vez que se pasa cierto umbral es muy difícil volver. Como con el alcohol, con cualquier sustancia cuando ya la persona pasó ese límite. Entonces para poder trabajar con esta problemática como institución es muy difícil que se comprometan y sostengan el tratamiento, a veces es frustrante, a veces un paciente tiene una recaída, o que abandona los tratamientos, porque en realidad cree en la magia, y un tratamiento no tiene nada que ver con la magia, hay que ponerse a laburar, a pensar, hay que asociar las causas, qué lo lleva ahí. No va a haber una solución mágica ni para él ni para la familia que lo trae.

LP - ¿El jugador siempre llega con alguien a pedir ayuda?

D.B. - Sí. Es muy raro que un jugador solo pida ayuda. Puede pedirla a la familia cuando perdió todo y llega destruido a la casa y dice soy un desastre, soy una porquería, no tengo arreglo. Y ahí hace como un blanqueo de su situación y hay una especie de pedido de ayuda. Pero después, a las horas, a los días, si no se actúa rápidamente, se rearme y vuelve, porque lo patológico en el jugador es que cree que lo va a salvar es el juego. ¿A qué va a jugar? A recuperar lo que perdió. Y no puede recuperar lo que perdió porque él necesita perder. Para que se arme el circuito patológico el jugador tiene que perder, no puede ganar, porque si gana, eso no lo soporta. Los jugadores ganan plata, pero se quedan hasta que pierden. En decir que en realidad es el juego el que lo echa, no se va él. A veces se van, con una ganancia pero se les empieza a armar la idea de “¿y si voy? Y quizás duplico”, y ésa es la trampa. El tema del pensamiento mágico es lo más patológico en el jugador porque todas esas ideas que se le vienen y que lo llevan nuevamente ya sea al bingo o al casino es lo que le va a permitir perder, ser un perdedor. El jugador es un perdedor. Entonces cuando pide ayuda de esta manera, la familia o un amigo, alguien, que puede escuchar esto tiene que pedir rápidamente ayuda porque si no enseguida se recompone y niega: “bueno, ya está, ya entendí, no tengo que volver a jugar”. Y así puede estar años y años y años, puede tardar hasta ocho años un jugador en darse cuenta. Hay una última fase del juego que se llama de la desesperación, que es cuando se da cuenta que está enredado por todos lados, con préstamos, mintió todo, sin salida. La ludopatía, de todas las adicciones, es la que tiene mayor índice de suicidio. Es decir la idea de muerte, también como salvación, desaparecer del mapa, porque es como lo único que puede salvarlo. Ahí es muy necesario pedir ayudas, ir a un profesional, la familia también necesita trabajarlo. A veces el jugador empieza a recuperarse, y la esposa, el esposo, o el padre, sin darse cuenta, empuja a que vuelva a jugar. Hay algo del vínculo de la dinámica familiar como ocurre con todas las patologías que cuando la persona empieza a curarse esto implica un rearmado familiar, porque mientras él era el que tenía el problema, todo estaba puesto en él. A veces sucede que la esposa del jugador cuando empieza a dejar de jugar le dice “¿por qué no vas a jugar que estás muy nervioso?” o “Andá un ratito al bingo”. Estas cosas hay que trabajarlas. O sabiendo que tiene problemas con el juego dejan el dinero en un lugar de la casa donde ya saben que si el jugador lo encuentra va a jugar. Entonces hay como situaciones de complicidad con la familia. Es como un empuje a que el otro haga eso para volver a caer en el lugar de culpable.

LP - ¿Se propusieron con Entrelazar algo más que la atención del paciente?

D.B. - Es una institución privada pequeña que tiene un equipo de psicólogos especializados en el tema del juego que tiene dos patas fundamentales. Una es la asistencial, como los tratamientos son pagos esto hace a una dificultad porque el paciente jugador queda sin un mango porque se lo jugó todo, y la familia o no tiene plata o está enojada y no quiere pagarle el tratamiento, con lo cual es un tema fundamental que tenga que pagar. Y el jugador  no quiere pagar porque el dinero lo quiere para jugar, es decir que tiene  que haber un esfuerzo. La otra pata es la de investigación y transmisión que nos interesa mucho también con clases, cursos, seminarios y llegar a los medios de comunicación donde encuentran en nosotros una palabra más o menos autorizada, habilitada para poder decir algo sobre esto.

LP - ¿Cómo desean el futuro de la institución?

D.B. - Somos dos directoras y tenemos otras actividades. Nos interesa tener un lugar con una palabra habilitada donde la gente sepa cómo ubicarnos con cierta referencia. Sería buenísimo poder crecer, pero los pasos que vamos dando son cautos. Este año saldrá el tercer libro donde no se habla solo de ludopatía sino de los juegos en general. Siempre está la idea de seguir escribiendo y presentándonos en otros lugares. Esperamos que nos convoquen.

LP - ¿Recordás alguna anécdota entre tantas historias?

D.B. - Muchos dejan, y ocurre mucho en el campo de la salud, pero los que siguen trabajando y pensando, van alejándose del juego y van pudiendo armar una vida muy interesante, y cuando se recuerdan de esos tiempos les sorprende. No se olvidan de cómo llegaron al tratamiento, de hecho tuvieron oportunidad de ir a jugar y siempre trataron de mantenerlo a raya. Recuerdo a un paciente joven que cuando llegó estaba bastante complicado y jugaba a la ruleta. Se fue recuperando con mucho laburo y en una sesión me preguntó: “si mis amigos se reúnen una vez por semana a jugar al truco. ¿puedo ir?”. Le dije que sí, cómo ser va a quedar afuera de eso. De todos modos hay abordajes que le hubiera dicho que no. De hecho va. Este paciente está casado, tiene hijos, tiene un negocio, y quizás la lógica que antes ponía en el juego ahora la pone en el comercio, las cuentas que tiene que hacer, en qué invertir, si le va a convenir. El tema que es que pueda desplegar esa lógica en otro campo que no sea destructivo. Se van recuperando, cuando contás con una persona que tiene ciertos recursos, que puede hacer un lazo a un terapeuta, que puede confiar, que puede depositar algún saber. Cuando esto ocurre rearman su vida bien, sabiendo que el juego formó parte de ellos, que cada tanto hay un coletazo pero ya no con esa forma sino con otro disfraz, ahora hay que ver dónde lo resuelve. Y les permite animarse.

por Raúl Vigini

raulvigini@yahoo.com.ar

Autor: Raúl Vigini

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