Suplemento Economía

RSE y la empatía

Una cuestión central para la RSE es todo lo relacionado

con la empatía; con la capacidad de identificarnos emocionalmente

con el estado de ánimo del otro.

Siempre somos personas las que nos vinculamos de mejor o peor

forma y obtenemos -como consecuencia- mejores o peores resultados.

Lo que no siempre somos capaces de hacer es ponernos, de

verdad, en los zapatos del otro. Ponernos en los zapatos del otro

para "sentir" lo que el otro siente, para tomar su lugar en vez de

proyectarnos nosotros en la situación que vive la otra persona; lo

cual es completamente diferente.

Solemos "ponernos" en lugar del otro; empatizar con el otro

imaginando lo que haríamos nosotros en su situación. Y esto suele

ser errado por varias razones. Porque nos falta todo lo que no

conocemos del otro, porque nuestras vidas -y experiencias- suelen

ser realmente distintas, porque nuestros tiempos seguramente

difieren. 

Diferencias que suelen impedirnos siquiera imaginar lo

que se siente en la suya, considerando que la imaginación suele no

coincidir con la realidad.

La RSE implica tener un vínculo dinámico -generador de valor-

con todos y cada uno de los grupos de interés (stakeholders,

aquellos cuyo comportamiento influye en la empresa al tiempo que

el comportamiento de la empresa influye en el grupo). Este "todos y cada uno" de los grupos de interés es un abanico

muy amplio que incluye a personas de lo más diversas en cada uno

de sus aspectos; sexo, edad, educación, residencia, actitudes,

deseos… y la lista continúa sin límites hasta llegar a

convencernos de que estamos hablando de grupos donde la diversidad

termina alejando las chances para nuestra capacidad de empatía.

Esta limitación es el resultado directo de la forma en que

pensamos las posibilidades de vínculo. 

Si creemos que nosotros

somos el centro del universo el modelo debe ser el de cada uno de

los "otros" girando en derredor nuestro y siendo nuestra

responsabilidad la de comprenderlos y atenderlos en la medida de

nuestras posibilidades.

Este modelo tiene la trampa de hacernos creer que acertamos en

el corto plazo sin que tengamos la paciencia, o la voluntad, para

esperar al largo plazo en el que se pondría en evidencia nuestro

fracaso. Fracaso porque es un modelo que solo puede generar

asistencialismo. 

Ayuda paternal donde quien la brinda se "pone" en

el lugar del otro para actuar con generosidad resolviendo lo que

"conoce" como su problema y/o necesidad. Para que, cuando esté

ausente, el problema original se agrave por no haber transmitido,

ni enseñado a conseguir, la solución.

La trampa a la que hacemos referencia puede ser tan simple de

ver como difícil de resolver; porque implica reconocer que no

somos capaces de interpretar al otro convenientemente, y hace más

simple creer que es el otro el desagradecido que no reconoce

nuestro esfuerzo y dedicación. 

Lo que le falta -en primera instancia- a este modelo es el

diálogo. La capacidad de ponerse en lugar del otro no funciona en

automático, no es lo que nos surge intuitivamente avalado porque

ambos somos humanos y finalmente nuestra naturaleza y esencia nos

iguala; lo cual no deja de ser cierto en un punto que no toma

valor para la capacidad empática.

Los ejemplos sobran y se repiten cada día. 

Pasa en las

situaciones extremas, cuando ocurre un desastre natural (por tomar

solo un ejemplo entre muchos) y nuestra empresa reacciona rápida y

eficientemente recolectando y enviando frazadas, dinero y

alimentos no perecederos. Reacción rápida y oportuna -si fuéramos

nosotros los afectados- pero lo cierto es que no hay un llamado

previo para chequear la situación, las necesidades de los

afectados y las posibilidades ciertas de envío, recibo y gestión

de los recursos necesarios. Si hiciéramos este simple llamado

tendríamos la oportunidad de descubrir que nuestra intuición no

suele coincidir con la empatía. 


LLAMAR ANTES DE ACTUAR 

Para hacer ese simple llamado previo es necesario vencer antes

a dos grandes enemigos internos; el prejuicio de la desubicación

[cómo voy a llamar -y molestar- para preguntar lo evidente] y el

prejuicio de la falsa modestia [cómo voy a identificarme como un

donante frente a una fatalidad].

Lo "evidente" es una consideración nuestra que solemos no

molestarnos en confirmar con el otro, la búsqueda del anonimato

suele ser una cuestión personal innecesaria.

Quien se anime a llamar a un sitio que haya sido afectado por

un desastre natural, pide hablar con quienes tienen en sus manos

la logística de la ayuda recibida se encontrará con que tuvieron

que lidiar con más complicaciones de las que hubieran preferido en

buena medida debido a que la ayuda suele ser espontánea.

Espontánea significa -en estos casos- que quien ayuda envía lo

que creé correcto.

El caso típico suele ser el envío de frazadas.

Por alguna razón hay una tendencia a enviar frazadas a quienes son

víctimas de desastres naturales. La tendencia suele estar tan

difundida que llegan frazadas en cantidades inimaginables. Esa

superabundancia de frazadas genera complicaciones de todo tipo.

Suelen no ser necesarias, los excedentes ocupan demasiado

espacio, no es simple manejarlas, es imposible rechazarlas… y es

el resultado de la empatía libre de preguntas. Si quien reacciona

en automático preguntara antes sobre las necesidades la congestión

de frazadas -o lo que sea en cada caso- se evitaría y con ella las

complicaciones que frente a semejantes circunstancias son una

complicación que todos preferirían evitar.

Una de las características humanas es la emoción y la ayuda -de

todo tipo- suele ser conmovedora. La RSE, como modelo de gestión

humano, tiene a la emoción como una de sus características

inherentes; pero no busca conmover sino ser eficiente.

La eficiencia, en casos como el descripto, suele depender

simplemente de un llamado previo.

De tener en cuenta al otro de

forma tal que, antes de actuar le preguntemos lo que necesita, lo

que espera de nosotros y entendamos por donde pasa el mejor camino

para tender un puente que nos una en un tránsito de ida y vuelta.

Como podemos hacer para comenzar una relación en la que el

protagonismo sea intercambiable, tanto como lo es cuando llevamos

a cabo un diálogo.

La empatía, finalmente, es la capacidad humana que nos permite

generar diálogos donde ambas partes se entienden de forma tal que

el resultado es crecimiento para cada uno de los participantes.

Autor: Fernando Solari

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