Editorial

Romero, mártir salvadoreño

Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador, fue asesinado en 1980 mientras celebraba la misa. Después de un largo proceso, Francisco aprobó el decreto que reconoce su martirio, por lo que Romero será proclamado beato este año en la capital de El Salvador.

Un mes antes de morir expresó: “Pongo bajo la providencia amorosa del corazón de Jesús toda mi vida y acepto con fe en Él mi muerte, por difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera por la paz de mi país y por el florecimiento de nuestra Iglesia... porque el corazón de Cristo sabrá darle el destino que quiera. Me basta, para estar feliz y confiado, saber con seguridad que en Él está mi vida y mi muerte. Y a pesar de mis pecados, en Él he puesto mi confianza y no quedaré confundido y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria".

El proceso de beatificación comenzó en 1994. Después de este recorrido que tuvo muchas dificultades tanto por las oposiciones respecto al pensamiento y a la acción pastoral del arzobispo como por la situación conflictiva que se había creado sobre su figura, el itinerario concluye, destacó el postulador de su causa Vincenzo Paglia.

Se mostró agradecido con el Papa argentino y también con Benedicto XVI que siguió la causa desde el inicio y el 20 de diciembre del 2012 -poco antes de un mes de su renuncia- decidió desbloquearla para que prosiguiera su itinerario ordinario. Mostró su gratitud con Juan Pablo II, que quiso recordar a Romero en la celebración de los nuevos mártires durante el Jubileo 2000, incluyendo su nombre, ausente en el texto, en el oremus final. Además, mencionó a Pablo VI: “Romero veía como su inspirador y que para él fue un defensor”.

Paglia destacó que “el martirio de Romero dio sentido y fuerza a muchas familias salvadoreñas que habían perdido a familiares y amigos durante la guerra civil. Su memoria se convirtió de inmediato en el recuerdo de las otras víctimas, tal vez menos conocidas, de la violencia”.

Habló de una coincidencia providencial: la beatificación tendrá lugar mientras en la cátedra de Pedro está, por primera vez en la historia, un Papa latinoamericano que quiere una "Iglesia pobre para los pobres."

Recordando la labor que Romero realizó como pastor, Paglia subrayó que en aquella época “el clima de persecución era palpable. Pero Romero pasó a ser claramente el defensor de los pobres frente a la feroz represión. Después de dos años al frente del arzobispado de San Salvador, Romero contaba con 30 sacerdotes perdidos, entre los asesinados, los expulsados y los reclamados para escapar de la muerte. Los escuadrones de la muerte mataron a decenas de catequistas de las comunidades de base y muchos de los fieles de estas comunidades desaparecieron. La Iglesia era la principal imputada y la más atacada. Romero resistió y accedió a dar su vida para defender a su pueblo”.

Hay que recordar las acusaciones que Romero sufrió y -siguieron después de fallecer- por estar vinculado a la teología de la liberación. Se mencionó una anécdota: “Una vez un periodista le preguntó: ‘¿Está de acuerdo con la teología de la liberación?’ Y Romero contestó: 'Sí, por supuesto. Pero hay dos teologías de la liberación. Una es la que ve la liberación sólo como liberación material. La otra es la de Pablo VI. Yo estoy con Pablo VI'”.

Jesús Delgado memoró cómo Romero le pidió que fuera su secretario. “Padre Jesús, ayúdame, el clero no me ama, ayúdame a tener una proximidad más grande al clero de San Salvador, quiero que seas mi secretario”, le dijo.

Desde ese momento hasta el día de su muerte, le acompañó en su misión. Otro episodio que también recordó sucedió el día en que Romero fue asesinado. Esa mañana, el 24 de marzo de 1980, le sugirió a Romero que se tomara un día de descanso. El arzobispo tomó la agenda, vio sus citas y le dijo que tenía una misa por un amigo que había fallecido, que era por la tarde y que quizá podía sustituirle. Pero antes de despedirse, Romero le dijo, “mejor no, yo celebraré la misa, no quiero implicar a nadie en esto”. Así, Delgado afirmó que este último recuerdo lo acompañó siempre como una bendición, un anuncio, una gracia de Dios: “podía haber sido asesinado en su lugar”.

El reconocimiento del sacrificio de Romero representa para los salvadoreños un nuevo llamado a la unidad y la paz. “Estoy seguro que la próxima beatificación llevará a la realización de gran milagro del encuentro fraterno de todos los salvadoreños superando toda división política, social y económica”, subrayó.

La cruz es un camino que muchos rehusan asumirla en sus vidas. Oscar Romero fue un testimonio al haberse jugado por el evangelio de Jesús hasta dar la vida por el pueblo salvadoreño... 

Autor: REDACCION

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