Editorial

Revolución agrícola

En los últimos diez años la superficie destinada a la cosecha se triplicó y la producción aumentó siete veces, en lo que bien puede ser calificado como una verdadera revolución agropecuaria, ya que toda clase de explotación del sector, merced a la tecnología y al avance conseguido con nuevas técnicas de aplicación, permitieron llegar a estos logros.

En los comienzos del siglo pasado, la exclusiva posibilidad de incrementar la producción de granos era aumentar en forma proporcional la cantidad del área cultivada, ya que por entonces los rendimientos se mantenían constantes, consecuencia de las limitaciones existentes en cuanto a la oferta de semillas de mayor calidad y prácticas de cultivo.

Puede recordarse que antes de la Primera Guerra Mundial -en 1914- nuestro país era conocido como "el granero del mundo", teniendo la producción de granos y carnes el gran impulso por la demanda de países de Europa, por entonces convertidos en el eje de la economía mundial. Sin embargo, entonces no podía incrementarse la producción de manera exponencial como ahora, salvo con la ampliación de la superficie sembrada, que así y todo, limitaba con rindes que aunque considerados excelentes para aquellos tiempos, muy poca relación tienen con los obtenidos ahora. Es que a diferencia de entonces, los logros de esta última década fueron el resultado de un sostenido proceso de incorporación de nuevas tecnologías que impactaron positivamente en los rindes, y además, también con una incorporación constante de superficie con ese destino, habida cuenta de los buenos resultados.

Según lo analizó el periodista Jorge Castro, en "El campo y sus transformaciones", destaca respecto a lo planteado, que la excepcional productividad del agro argentino tuvo como sustento principal el cambio tecnológico, ante todo de la biotecnología que permitió el uso de semillas transgénicas, y los métodos de labranza como el caso de la siembra directa. Si a eso se agrega el uso de la informática y la tecnología aplicada desde el espacio, con la disponibilidad de imágenes satelitales, bien se podría decir que dos tercios de la nueva productividad es el resultado de la aplicación de las nuevas tecnologías.

Pero además, el salto tecnológico del campo en esta última década, se encontró también con recursos humanos altamente calificados para canalizar toda el potencial del campo, que dadas las circunstancias y por los visto estos últimos años, tiene un techo de expansión al que aún no se le pueden establecer limitaciones.

Un dato saliente es que los graduados universitarios son más que en el medio oeste estadounidense, considerando la relación habitantes, y además, más jóvenes con 42 años de promedio, con una mayor predisposición para la innovación, que es justamente uno de los factores esenciales para sostener el crecimiento. Aunque no debe olvidarse al momento del análisis, que tanto esta fuerza laboral como la ola innovadora, encontró una estructura empresarial plenamente dispuesta para desatar el enorme potencial productivo, constituidos por pooles de siembra que se desarrollaron dentro de un sistema de contratos y especializaciones que convirtieron a nuestra producción agrícola en una densa estructura de organizaciones en red, las que son movilizadas y sostenidas por el sistema financiero internacional, desentendiéndose en buena medida por la propiedad de la tierra como de la maquinaria agrícola, aunque sí sacan el mayor provecho de los avances de la tecnología aplicada al aumento de la productividad.

Nuestro país tuvo una revalorización cualitativa de la producción agrícola como impulso fundamental del proceso de acumulación, con el aporte de la más avanzada tecnología y destacándose plenamente en cuanto al aumento de producción. Luego de muchas oscilaciones en los niveles de producción, cuando la misma no tenía los precios importantes de estos años, acicateados desde la aparición de China y la India en el mercado, tenemos que entre 1995 y 2008 la producción creció en la Argentina 6,6% cuando el promedio del mundo había sido en ese lapso de 2,8%, quedando claramente expuesta la preeminencia que hubo en ese sentido. En ese mismo período, la producción de soja que fue sin dudas el boom y motor del crecimiento, se expandió a un ritmo de 8,4% anual, lo cual llevó a que la Argentina se convirtiera en la primera exportadora mundial de aceite y harina de soja, pero además en uno de los tres países mayores vendedores de granos del mundo.


Autor: Redacción

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