En toda sociedad, la educación exige un debate permanente que, en términos generales, involucra desde el rol del docente y la actualización de los contenidos hasta de qué manera enfrentar los nuevos desafíos como la violencia escolar y la incorporación de la tecnología. Ir a la escuela, capacitarse y lograr un título de grado siempre fue el camino más simple para aumentar las posibilidades de acceder al mercado laboral, cubrir las necesidades básicas y aspirar a la ansiada movilidad social. De la misma forma, aprender un oficio constituye una fórmula para contar con más chances de tener trabajo y lograr la inclusión social.
Sin embargo, en estos tiempos de desánimo donde crece el segmento de los jóvenes ni-ni, un nuevo término concebido para hacer referencia a quienes ni estudian ni trabajan, la deserción escolar se ha transformado en una problemática de gran magnitud en especial en el nivel secundario. Sabido es que para competir por un empleo de calidad se requiere, como mínimo, concluir la enseñanza media.
Por caso, de acuerdo a las estadísticas oficiales elaboradas por el ICEDeL que depende de la Municipalidad de Rafaela, en esta ciudad la desocupación alcanza principalmente a los jóvenes que no finalizaron el nivel secundario.
Ante esta situación que plantea la deserción escolar, los gobiernos de distintos niveles han diagramado distintas estrategias para atacar la problemática. El Programa de Inclusión Educativa es un esfuerzo para que los alumnos que terminan séptimo grado se inscriban y sigan la secundaria. El plan Vuelvo a Estudiar de la Provincia es un intento para que quienes se alejaron de las aulas regresen a completar sus estudios. El Plan Progresar impulsado por la Nación se inscribe en la misma línea.
Nadie cuestiona la buena voluntad de estas iniciativas, pero el objetivo es poner el acento en la calidad educativa. Porque no se trata solamente de que un joven logre a toda costa un título de la escuela secundaria pensando en mejorar las estadísticas, despreocupándose por la calidad de la enseñanza que se imparte a los estudiantes. Claro, después en los ciclos básicos de las universidades emergen las deficiencias o también cuando ese joven con título accede a un trabajo pero sin cumplir las expectativas de sus empleadores a raíz de una baja calidad de la educación recibida.
Hoy día, los especialistas coinciden en que no alcanza con inclusión educativa, sino que es necesario avanzar hacia un modelo de inclusión con calidad educativa.
La preocupación por este tema y por el estado general y los objetivos de la educación no es sólo argentina. El grupo de expertos de alto nivel, creado por la Directora General de la UNESCO con objeto de repensar la educación en un mundo en rápida transformación, ha completado una etapa de análisis y debate cuyas conclusiones se recogen en la publicación "Replantear la educación: ¿Hacia un bien común mundial?", que se presentará en el Foro Mundial de Educación, que tendrá lugar en Incheon, República de Corea entre el 19 y el 22 de mayo de este año.
En este sentido, el objetivo principal de la iniciativa "Repensar la educación" es "estimular el debate político en torno al propósito de la educación y la organización del aprendizaje, en un mundo cada vez más complejo, incierto y contradictorio". Si bien los avances tecnológicos conducen a una mayor interconexión y abren nuevas perspectivas de intercambio, cooperación y solidaridad, asistimos también a la proliferación de la intolerancia cultural y religiosa, la movilización política basada en la identidad y los conflictos. Estos cambios señalan la aparición de un nuevo contexto mundial para el aprendizaje que tiene repercusiones esenciales para la educación. Nunca ha resultado más urgente replantear la finalidad de la educación y la organización del aprendizaje que ahora.
¿Desde qué escenario se impulsa el debate? "Vivimos en un mundo que se caracteriza por el cambio, la complejidad y la paradoja. El crecimiento económico y la creación de riqueza han reducido los índices mundiales de pobreza. Sin embargo, la vulnerabilidad, la desigualdad, la exclusión y la violencia se han intensificado en las sociedades y entre ellas en todo el mundo. Las modalidades insostenibles de producción económica y de consumo provocan el calentamiento planetario, el deterioro del medio ambiente y un recrudecimiento de los desastres naturales. Además, aunque hemos reforzado los marcos internacionales de derechos humanos en el transcurso de los últimos decenios, sigue siendo difícil aplicar y proteger esas normas", advierte.
La obra propiciada por la UNESCO "es una exhortación al diálogo" que se inspira "en una visión humanística de la educación y el desarrollo, basada en el respeto de la vida y la dignidad humana, la igualdad de derechos, la justicia social, la diversidad cultural, la solidaridad internacional y la responsabilidad compartida en relación al futuro sostenible".