Dónde nací
Nací en Alemania, en la Baviera del Este porque soy hija de húngaros refugiados de guerra. Justo fue la Segunda Guerra Mundial, y ellos se refugiaron en esa parte de Alemania, y ahí nací. Llegué a Argentina cuando ya tenía tres años. Vinimos todos.
Por qué eligieron la Argentina mis padres
En realidad, era adonde se podía venir, adonde le daban visa porque mi papá iba a ir a Estados Unidos, pero no le dieron la visa. Fueron temas políticos de aquella época.
Radicarse con un trabajo en este país
Mi papá era arquitecto, le costó mucho porque le decían que para trabajar tenía que revalidar el título, cosa que no hizo, pero ya mi tío estaba acá de antes, que trabajaba en un estudio de arquitectura y eso le facilitó. Mi papá era excelente pintor de cuadros. Y durante la guerra, estuvo el expresidente Eisenhower en la frontera de guerra y se canjeaban retratos de mi papá por comida, chocolates, cigarrillos. Era una época dura. Nosotros vinimos a la Argentina en un barco de refugiados. Era un barco de carga, con marroquíes, gente de Africa que los expulsaban de Europa. Me acuerdo mucho -aunque era chica- del barco cuando pasaba por el Ecuador que parecía que se iba a dar vuelta y que la gente se caía por la borda, fue una cosa muy traumática para mí. Era un oasis venir a tierra firme y no puedo decir que haya sido infeliz a pesar de las penurias.
La niñez en este país
Y… dura… dura. Porque mi mamá murió acá cuando yo era chica. Había muchos problemas de vivienda. Problemas económicos. Pero bueno, era feliz porque me gustaba dibujar, era un poco discípula de mi papá. Desde los cinco o seis años me querían hacer exposiciones como niña prodigio, pero él no quiso.
Aprender de mi papá esos primeros años
Aprendí de él. Era como un medio muy culturoso, mi casa era como un taller de arte y de pintura, de collage. El hacía noches culturales, hacía charlas de filosofía, sobre arte, con los mismos refugiados de guerra también, la gente que venía de allá, había como una colectividad húngara acá establecida de antes, muy fuerte. De chica miraba muchos libros de arte que mi papá tenía, retrató a mucha gente, hizo el retrato de Eva Perón de la CGT en vivo donde iba todos los días y al final lo quemaron, el de San Martín, hizo cuadros muy famosos que se fueron perdiendo. El pintaba lo que le pedían.
En la escuela con esa impronta del dibujo
Todavía tengo mi cuaderno de primer grado guardado. Mi maestra era una admiradora mía por los dibujos que hacía. Aprendí a hablar en español en el colegio, o sea que entré hablando húngaro. Húngaro y alemán. Fue terrible. Pero mi primera maestra era divina y me apoyaba muchísimo, y aprendí rápido. El primer día fue el más duro por el choque de ver a la gente hablar y no entender lo que decían. Pero una cuando es chico se acostumbra a todo. Los grandes tenemos más prejuicios. Era buena alumna, especialmente en cosas de arte y dibujo, y en ortografía porque me esmeraba en aprender bien el castellano. Era abanderada. Después hice el secundario y cursé en la Facultad de Arquitectura porque me recibí de arquitecta. Ahí también era distinguida por los dibujos.
El estudio universitario y la elección por la profesión de mi padre
Supongo que hubo una influencia familiar y tampoco había carreras artísticas en esa época. A Bellas Artes no querían que fuera porque tenía mala prensa. En la facultad me conocían todos por los dibujos y me gustaba. Me hubiera gustado ir a Alemania a la escuela de Tomás Maldonado que era un argentino que había fundado un colegio de diseño de todo tipo. Pero por circunstancias económicas de la vida, no se dieron.
Ejercer como arquitecta
Algo sí. Decoraciones y otras cosas. Estando casi recibida preparaba alumnas particulares de arquitectura. Pude ser ayudante de cátedra como excepción sin ser arquitecta todavía. Fui docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de La Plata varios años, en materias siempre afines al dibujo.
Dedicarme al dibujo exclusivamente en algún momento de mi vida profesional
Empecé a dibujar tarjetas de Navidad. En esa época con témperas porque no había otra cosa. Cortaba los papeles de colores tamaño postal, los ponía arriba de una mesa y pintaba. Todas distintas, porque me cansaba mucho hacer todo igual. Y las vendía en librerías de la calle Florida. Vendía mucho para Navidad, me hacía unos pesos, aunque sea para comprar más papel, porque me costeaba la facultad. Tuve alumnitos de dibujo a mis quince años porque teníamos que rebuscarla para trabajar. Somos tres hermanas, mi mamá había fallecido, mi papá había caído en una decadencia personal después de eso, y vivíamos con una tía que nos crió. La vida fue dura. Eramos pobres, pobres adquiridos, no? Porque mi familia en Europa tenía dinero, pero perdieron todo. No éramos pobres, todos eran intelectuales, arquitectos toda la familia, mi papá, mi tío, mi abuelo, mi bisabuelo. Todos profesionales, habían hecho el aeropuerto de Budapest, o sea tenían una buena trayectoria, pero nos quedamos sin nada. Cuando llegamos al Hotel de Inmigrantes unos meses separaban hombres de las mujeres. Era terrible. Pero era lo que había. Y a mi papá le robaron la única valija que trajo con algo para vender. Y estaban acostumbrados a una vida diferente, donde no se robaba.
Volver a Europa
Mis padres no, pero yo sí con mi marido y mi hija. Visité el lugar donde nací, es un pueblito y fue muy lindo volver al lugar natal.
Ir afirmando la profesión de ilustradora
Seguí con las tarjetas impresas para empresas, después me relacioné con el Patronato de la Infancia con el que durante muchos años hacía trabajos para Navidad.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Anikó Szabó