En realidad creo que se autoformó, es decir, nadie se autoeduca sino que siempre hay una fuente. A él le gustaba mucho el humor de Saul Steinberg -un ilustrador rumano que se radicó en Estados Unidos- y empezó a publicar allí, tenía un humor absurdo y surrealista que le gustó mucho a papá, tenía un dibujo muy sencillo. El dibujo de mi padre como has visto es muy simple e ingenuo. También en el humor español había algunos autores que tenían esa característica y él los fue desarrollando con mucha observación. Si nos fijamos en sus personajes: Sir Jonás, María Belén, Mirna Delma, el Señor Porcel, y tantos otros, en realidad, si me preguntás a fondo, todos ellos están inspirados en gente real, con rasgos exagerados-. En cuanto al Señor Porcel, un discutidor de mala fe, me animaría a decir -aunque mi padre nunca me lo dijo- que fue mi abuelo. Me doy cuenta de que hay en los personajes de su creación una similitud con las características de las personalidades de gente real y entonces uno va identificando. Hay nombres que remiten a amigos de él. Y los pone con nombre y apellido. De chico mi padre dibujaba, a los quince años generó un trabajo que se llamó Génesis Novísimo, que era una especie de biblia, un absurdo total, donde decía que el Ser supremo había creado a los hombres llamándolos con nombres rarísimos. El concepto era que el primer hombre tenía un “cuerpo inmaterial” y “alma material”. Sorpresa total, un absurdo. Resulta que el alma material era un chocolate, un día el hombre se miró el alma de chocolate y tuvo la tentación de comérselo, se comió el alma e hizo una especie de remedo del pecado original. Tenemos la versión original manuscrita en un cuaderno con espiral. Después estudió arquitectura y llegó hasta tercer año de la facultad. Había mucha dificultad para estudiar porque el material era muy caro, y a él le gusta decir que abandonó la carrera porque él quería construir casas y un día se dio cuenta que todas las casas estaban hechas. Mientras estudiaba trabajó en Aeronáutica, después entró en Tribunales en un juzgado penal. Como siempre tuvo el don de la observación, le gustaba mucho interactuar en las audiencias con las personas y según él, obtenía de los testigos y de los imputados en las causas judiciales, información que otros funcionarios no lograban. Generaba una empatía con el interlocutor y le divertía mucho conversar con la gente y obtenía información valiosa para su actividad laboral.
Qué decía de su carrera profesional
Hace poco le hicieron una entrevista donde le preguntaron cómo se definiría a sí mismo, a lo que él respondió “me defino como dibujante”.
Aparece la idea de la fundación
La idea se originó hace tres años -hoy Landrú tiene noventa y dos-. Fui a visitar a mi padre y me dice “te quiero pedir algo, me gustaría que difundas mi obra, todo lo que he hecho durante sesenta y pico de años, porque yo no lo hice”. El comenzó a colaborar inicialmente en 1945 en revistas que ya no existen más -Rico Tipo, Avivato, Aquí Está, Vea y Lea, Continente, etcétera- y publicó desde 1972 hasta 2007 en Clarín. El día que mi padre me hizo ese pedido especial, en realidad yo no tenía la más remota idea de qué hacer. Le comenté a mi hijo Gonzalo, empezó a consultar y finalmente surgió una idea: tratar de recuperar la obra documental original y obtener un archivo digital completo. Ahí se fue desarrollando el proyecto. La misión era preservar una obra, un patrimonio cultural. Fuimos avanzando, y vimos que una fundación sería el marco legal adecuado para este emprendimiento. Inicié entonces el trámite de la fundación que reflejaba la finalidad de documentar toda la obra de Landrú, digitalizarla y difundirla. Ese es el objetivo y la iniciamos hace dos años, aprobándose a fines del dos mil catorce. Hoy se financia con una herramienta que brinda el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el mecenazgo. Presentamos distintos proyectos que nos fueron aprobados en forma sucesiva y obteniendo financiación a través la derivación de una parte del impuesto a los ingresos brutos que están obligadas a pagar las empresas, pudiendo ellas mismas elegir algún proyecto cultural que les guste. Hemos conseguido varios mecenas que han aportado y con eso estamos financiando las actividades.
Cuál es el próximo paso de la entidad
Tenemos tres proyectos aprobados en mecenazgo. El primero fue la digitalización del archivo personal de mi padre; el segundo fue la digitalización de todo lo que Clarín le publicó, que ya lo hicimos; y en este momento estamos haciendo lo mismo en Editorial Atlántida. Hay otro proyecto en ciernes, que es un documental muy interesante, que esperamos lo aprueben, y es un desafío para nosotros. Como en el dos mil diecisiete se cumplen sesenta años de la creación de Tía Vicenta, la idea es que si el proyecto se aprobara, pondremos en marcha un documental sobre la revista, recreando lo que fue la redacción de Tía Vicenta. Hay unos cuantos colaboradores y personas afines de aquella época que nos gustaría entrevistar. Y queremos que todo sea muy divertido. Estamos trabajando en eso. También tenemos un museo virtual con publicidades antiguas. Hay otra campaña virtual que es poner la lista de presidentes de los últimos setenta años con las caricaturas de todos y las frases más características de cada uno.
Por qué se llamó Landrú
El firmaba inicialmente J.C. Colombres. Había un tío mío, hermano de papá, llamado Ignacio Colombres, pintor de cuadros que también firmaba Colombres. Y le dijo: “no está bien que firmemos los dos igual porque nos pueden confundir, vos hacés chistes, yo no hago chistes”. Y bueno, también hubo un asesino serial francés Henri Desireé Landrú, que actuaba en París, se apoderaba de la fortuna de las viudas y después las mataba. Finalmente, lo capturaron, lo condenaron a la guillotina y fue ejecutado el mismo año que nació mi padre. Un día, Jorge Palacio, hijo de Lino, en mil novecientos cuarenta y seis le dijo a mi padre “¿te diste cuenta que si vos tuvieras barba te parecerías mucho a Landrú?”. Tenés razón le dijo. Y a partir de ahí comenzó a utilizar el seudónimo Landrú. Fue un auténtico éxito.
Anécdota con el nombre Landrú
Más tarde, en los años ‘70, este nombre artístico se hizo famoso en los ambientes periodísticos y del humor, y una empresa que comenzó a utilizar esta denominación para un bar-restaurant fue condenada judicialmente en 1976 a cesar en ese uso por la Cámara Nacional en lo Civil, ya que el seudónimo goza de la misma protección que el nombre. Este fallo marcó una tendencia como leading case y hoy se estudia el antecedente en los ámbitos universitarios.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Raúl Colombres