Turismo: "actividad o hecho de viajar por placer". La definición de la Real Academia Española es demasiado simple, pero define con absoluta claridad, al menos, cuál es la principal sensación de quienes disfrutan de esa posibilidad, que en tiempos de pandemia obliga a tomar precauciones.
Hasta que el COVID-19 se empezó a propagar, ya hace un año, todo el mundo debió cambiar sus hábitos en diferentes aspectos, pero esencialmente, en los sanitarios.
Los confinamientos decretados por los gobiernos atentaron contra la posibilidad de realizar actividades que eran habituales y que se vieron limitadas por el creciente número de contagios, que se reflejó en millones.
Entre tantas restricciones, el cierre de las fronteras, provocó una lógica y muy sensible caída en materia turística, uno de los sectores más afectados en sus diferentes rubros: transporte, hotelería y gastronomía, entre otros.
En el caso específico de nuestro país, esa lamentable situación causó pérdidas significativos, no solamente en lo económico, sino también en lo laboral.
Hubo algunas flexibilizaciones en determinados momentos, pero retrocesos en otros, que perjudicaron los intereses de los empresarios y de los empleados.
Las consecuencias, en algunos casos, fueron terminales, manifestándose en el cierre de una cantidad importante de comercios vinculados con la actividad turística en estos casi nueve meses de trabajos regulados por protocolos y disposiciones que castigaron enormemente al sector.
En este mes de diciembre, los centros más emblemáticos, volverán a recibir a los turistas, que deberán respetar una serie de recomendaciones que fueron establecidas con la finalidad de garantizar el cumplimiento de todas las cuestiones protocolares.
Está claro, que serán unas vacaciones distintas, pero obviamente necesarias, quizás más que ningunas de las anteriores, por tratarse de una opción que despertó interrogantes hasta poco antes de conocer las reglas de juego.
La mayoría de las provincias que por sus encantos naturales y por los servicios que ofrecen, tienen entre sus principales recursos al turismo, que se reflotará durante una temporada que no será igual, pero que, en definitiva, recibirá, seguramente, a una muy buena cantidad de visitantes en cada uno de los principales centros.
Las opciones son variadas y atractivas, como siempre. Los turistas saben bien qué pueden encontrar en cada lugar que los reciban. En ese sentido, ya se menciona de un buen porcentaje de reservas anticipadas. Se aguardan ocupaciones que respondan a las expectativas, pero sin desbordes.
Tal vez, la excepción sea la Costa Atlántica, que para la movilización de los porteños siempre es un polo de atracción cercano en lo geográfico.
Sin embargo, no debe perderse de vista otro tema crucial, que es el económico, en tiempos de bolsillos flacos para el trabajador común, que tendrá, sin duda, otras prioridades que atender.
Será cuestión de tirar números sobre la mesa cuando la idea de tomarse algunos días incluya a todo el grupo familiar, como para elaborar un presupuesto que permita disfrutar de un período, tal vez, no tan extenso, pero que de todas maneras contribuirá a fortalecer la relación entre sus integrantes.
A la hora de preparar un viaje, no solamente deben tenerse en cuenta los gastos relacionados con el alquiler y la alimentación. También deben considerarse, entre otros, los inherentes al combustible y a la diversión, especialmente, cuando se deben cubrir largas distancias o existen tentadoras ofertas de distracción para chicos y grandes.
Pero al margen de cualquier especulación y de la disponibilidad monetaria que varía sustancialmente de acuerdo con el poder adquisitivo de cada turista o grupo familiar, lo importante es que la industria volverá a traccionar.
Aseguran los especialistas que viajar es una de las mejores inversiones y de las más saludables. Quienes tienen el privilegio de hacerlo con frecuencia avalan esa definición y tratan de llevarla a la práctica.
La salud mental, que fue sometida a una prueba intensa y prolongada durante estos últimos meses, reclama con urgencia un momento de distensión.
Si es compartida en familia o con amigos, tiene un valor agregado. La vida es una sola y hay que disfrutarla, reza un dicho que bien se puede aplicar en un tiempo de pandemia que nos obliga a bajar un cambio en este camino que terminará conduciéndonos, más temprano que tarde, con destino a la tan declamada nueva normalidad.
Las alternativas para hacer una pausas son múltiples. Van desde los paquetes clásicos, que promocionan las agencias, hasta los programas que se pueden organizar sin recurrir a ese tipo de servicios. Todo será válido a la hora de vacacionar un fin de semana largo o un período más extenso. Es que las sensaciones de viajar son comparables con muy pocas cosas.