Suplemento Economía

¿Qué pasa en los Estados Unidos?

El riesgo de que Estados Unidos entrara en default adquiere significación cuando se lo analiza en términos históricos. La historia no anticipa lo que sucederá, pero da una referencia para dimensionar y significar los hechos del presente. Media docena de veces la administración federal estadounidense debió suspender funciones -al igual que sucedió ahora- por falta de acuerdo en el Congreso sobre el presupuesto.

Desde esta perspectiva, es una señal importante sobre la disfuncionalidad del sistema político por las divergencias entre el Legislativo y el Ejecutivo, pero no se trata de una situación nueva. La última vez que sucedió fue durante la gestión de Clinton. Pero el default es una situación distinta.

En dos siglos EE.UU. nunca entró en default: la última vez fue en 1814 en el contexto generado por la única guerra perdida por EE.UU. en su propio territorio, que fue contra los británicos un cuarto de siglo después de la Independencia. Con una fuerza militar mucho menor, las tropas del Canadá británico llegaron hasta ocupar Washington en 1812. Esto precipitó el desastre del gobierno federal, que se vio obligado a entrar en default acosado por las deudas externas e internas, entre las cuales de destacaba por su conflictividad los salarios adeudados a los ejércitos que habían sido movilizados durante la mencionada guerra.

La disfuncionalidad del sistema político y el riesgo económico que implicó la posibilidad del default se corresponde a una de las divisiones políticas más profundas en la historia estadounidense. Historiadores sostienen que la división ideológica que hoy afecta al país es la más grave desde mediados del siglo XIX, cuando la incapacidad de la dirigencia política del momento llevó a una crisis que derivó en la secesión y culminó en la sangrienta guerra civil que terminó con la esclavitud.

Las posiciones tan enfrentadas de entonces impidieron soluciones racionales que eran posibles, las que hubieran evitado los cientos de miles de muertos que provocó la guerra. La división ideológica de hoy tiene causas sociales profundas. Una de ellas es el gran cambio demográfico que está sufriendo EE.UU. por la inmigración, especialmente la hispana, que es la más relevante en términos cuantitativos.

Los Wasp -blancos, anglosajones y protestantes- que han dominado el poder en los EE.UU. históricamente, han perdido su predominio en la política. Hoy no sólo hay un Presidente afro por primera vez en la historia, sino que además ninguno de los cuatro integrantes de las dos fórmulas presidenciales que compitieron el año pasado lo era (la republicana estaba integrada por un mormón y un católico y la demócrata por un afro y otro católico). Entre los nueve miembros de la Suprema Corte, tampoco hay ningún Wasp (seis son católicos y tres judíos). Por esta razón hay quienes sostienen que hoy la mitad de los estadounidenses piensan que le están cambiando su país.

La racionalidad indicaba que debía encontrarse una solución, pero la historia también mostraba que las crisis suelen escalar por errores de cálculo. Debía encontrarse un acuerdo que, al mismo tiempo, permitiera a la aprobación del presupuesto, el aumento del techo para tomar deuda y la implementación de la reforma de salud. Pero para lograrlo Obama debe hacer concesiones en los tres temas a los republicanos, que tienen la mayoría en la Cámara de Representantes.

El Presidente había rechazado las alternativas que implicaban prórroga de plazos sin una solución definitiva. Había rechazado dos acuerdos logrados entre los legisladores que prorrogaban los plazos para la deuda y el presupuesto, primero hasta el 7 de febrero y después hasta el 15 de diciembre.

Los mercados seguían apostando a un acuerdo de último momento el que finalmente llegó sobre el límite, porque Obama aceptó lo que rechazaba antes: una prórroga hasta el 7 de febrero. La historia muestra que EE.UU. superará la crisis política que está viviendo, pero también que ya ha llegado demasiado lejos.

Diez días atrás Obama dijo públicamente que el default sería como “una bomba nuclear”, buscando presionar tanto a los mercados como a los republicanos. Pese a todo estos, se jugó en el límite y sólo se obtuvo una prórroga del problema.


INFLUENCIA 

EN BAJA

Pese al compromiso de último momento de las prolongadas negociaciones entre demócratas y republicanos, el prestigio y la influencia de los EE.UU. no serán los mismos de ahora en más. El gobierno chino ha exhortado en un comunicado oficial esta semana a “desamericanizar” el mundo dadas las crecientes inconsistencias que está mostrando EE.UU..

Con un lenguaje menos agresivo, en el mismo sentido se han pronunciado las autoridades económicas de la tercera y cuarta economías del mundo, Japón y Alemania. En el mundo emergente, aun aliados firmes de Washington, como es el caso de Colombia, han expresado su sorpresa por la irresponsabilidad estadounidense y han exhortado a que la primera potencia del mundo siga los mismos consejos que da al mundo emergente.

La Cumbre de los jefes de gobierno de la APEC realizada la semana pasada en la isla de Bali en Indonesia, mostró el efecto político inmediato que tuvo la suspensión de la presencia de Obama, originada en la falta de acuerdo sobre la deuda. El Presidente chino (Yi) ocupó el centro de la reunión diciendo que si bien “China no puede crecer sin el Asia-Pacífico, tampoco esta región puede crecer sin ella”. Fue una respuesta al TLC “Transpacífico” que Washington impulsa con las economías asiáticas -excluyendo a China-, el que perdió impulso político por la ausencia del Presidente estadounidense en dicho ámbito.

En conclusión: el riesgo del default de los EE.UU., que se ha postergado sin resolverse, adquiere dimensión cuando se lo analiza en términos históricos; la disfuncionalidad del sistema político que lo origina tiene relación con una de las divisiones ideológicas más profundas vividas por los EE.UU., detrás de la cual influye un profundo cambio demográfico; la lógica es que se encuentre una solución de último momento, pero las crisis suelen escalar por errores de cálculo y esto también puede suceder cuando una situación se lleva al límite, como ahora y aun evitando el default, la pérdida de prestigio e influencia estadounidense será importante en el exterior y por eso China ha llamado a “desamericanizar” el mundo.

Autor: Rosendo Fraga

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