Por un momento, Argentina dejó de ser Argentina y se pareció a un país distinto, mejor. Fue solo una ilusión que duró un poco más de lo que el agua tarda en escurrirse de entre los dedos de la mano. Al fin y al cabo fue apenas una sensación pero a la que le siguió, casi naturalmente, esa frase de "que lindo sería vivir en un lugar así", sin grietas ni abismos profundos, esos que actualmente nos separan mucho más que la distancia social sanitaria.
El Gobierno argentino y los principales grupos de acreedores alcanzaron un acuerdo en el proceso de reestructuración de deuda emitida bajo legislación internacional, tras un arduo período de negociación con ofertas tras ofertas. Esa fue la causa que desencadenó un estado de consenso generalizado entre todos los actores políticos sin distinción de colores ni de frentes. Si bien no se trata de ningún logro épico, al menos todos estuvieron contentos y en la misma vereda por un ratito. No es mucho, pero sería un buen punto de partida para un nuevo comienzo.
Los principales referentes del Gobierno federal, comenzando por el Presidente, las figuras de la oposición, las organizaciones empresarias vinculadas al campo, la industria, las finanzas y el comercio junto a la CGT compartieron por un instante el mismo espacio de coincidencias básicas al ponderar el acuerdo con los bonistas. Fue fugaz pero quizás lo positivo es que sucedió y demostró que es posible avanzar hacia objetivos comunes que permitan que un modelo de crecimiento sostenido y equitativo eche raíces y se instale definitivamente como una herramienta que se mantenga como política de estado, al margen de los cambios de gobierno y de los estériles embates de los fundamentalismos ideológicos, mejorando la calidad de vida de los argentinos.
Tras ese martes de consensos breves, reaparecieron las diferencias a la vuelta de la esquina cuando la reforma judicial se acomoda sobre la mesa. Y qué hacer con la economía en tiempos de pandemia constituye otro de los desafíos que dividen ante la falta de un plan consistente, puesto que por ahora se atropellan un conjunto de medidas de emergencia (solo son parches) que de ninguna manera pueden ser consideradas como parte de una política integral. Si bien el debate actual gira en torno a qué hará el gobierno para reactivar la economía postpandemia, en realidad hasta que no aparezca una vacuna contra el coronavirus se vivirá en una etapa permanente de pandemia.
Al menos funcionarios nacionales confirmaron que el Estado asumirá el rol central para dinamizar la economía. El relanzamiento del plan de créditos hipotecarios Procrear puede ser una punta de lanza en esta dirección, teniendo en cuenta que la construcción suele ser uno de los motores de la locomotora de la economía. A estas acciones se sumarán las inversiones en infraestructura vial, como la que se registra actualmente en el proyecto de reconversión de ruta a autopista de la 34 en esta región, o en obras urbanas en cientos de municipios. Por ahora se está a la espera de las 60 medidas económicas que por ahora están en el laboratorio de los científicos gubernamentales.
Más allá de que brevemente los políticos argentinos hablaron en el mismo idioma al elogiar el acuerdo sellado con los bonistas, lo que tiene como cuenta pendiente el Gobierno -nada más y nada menos- es definir un plan con el que se piensa generar ahorros con los que después se cancelarán los vencimientos reprogramados. Otra diferencia que rompió el clima armónico y de cordialidad que derivó del acuerdo fue cuando el foco se posó en el origen de la deuda. El actual Gobierno adjudica plena responsabilidad en el aumento de la deuda a su antecesor, mientras que éste último señala que el 70 por ciento del nuevo pasivo asumido durante su gestión fue para pagar a acreedores de antes del 2015. Lo concreto es que el país está hundido en el pozo por responsabilidad de unos y otros, de los de antes y los de ahora, que no dejan de ser los de antes también pues estuvieron en el Gobierno durante una década en la que podríamos haber ganado mucho más de lo que se ganó.
De alguna forma, el ex candidato a presidente José Luis Espert cortó con tanta dulzura al escribir con sus dosis habituales de ironía en las redes que el arreglo con los bonistas "es una buena noticia para el país que los que nos metieron en default con la deuda externa, nos hayan sacado de ahí" a la vez que criticó los términos del entendimiento puesto que "se cerró donde los acreedores querían, a años luz de lo que el gobierno deseaba".