Mientras en varios países de Europa y en los Estados Unidos ya se vislumbra el fin de la pandemia, en Latinoamérica se está viviendo el peor momento.
En la mayoría de las naciones, el crecimiento del nivel de transmisión del Covid fue progresivo y se alcanzaron cifras impensadas por los gobernantes y las autoridades sanitarias, con "riesgo de desborde" en algunos casos.
Esa situación, que adquiere ribetes dramáticos, potenciados ante la llegada del invierno, es la que no encuentra soluciones, a pesar de haberse intensificado últimamente la campaña de vacunación, que de todos modos está lejos de responder a las expectativas.
Durante la última semana de mayo la región acumuló alrededor del 35% de las muertes por coronavirus de todo el planeta, pese a contar solamente con un 8 por ciento de la población mundial.
En ese mismo período, Brasil se mantuvo en el tercer lugar en la estadística de personas fallecidas, superado por Estados Unidos e India, aproximándose el gigante sudamericano a las 500.000 víctimas fatales.
Pero las cifras del llamado exceso de mortalidad apuntan a que el número real en la región puede ser muy superior al informado oficialmente.
Al margen de las pérdidas humanas, que es lo más lamentable e irrecuperable, se puede constatar en todos los países latinoamericanos, sin excepción, una crisis económica sin precedentes.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Producto Interno Bruto se contrajo un 7,7%, arrastrando, como directa consecuencia el cierre de casi tres millones de empresas, lo que ha impulsado el desempleo y la informalidad.
Todo esto hace que Latinoamérica se haya convertido en la región más afectada del mundo. Pero la pregunta es: ¿Cómo se llegó a este punto y cuáles son las perspectivas para la región? Los expertos aseguran que es una mezcla de factores.
Aparte de razones obvias como la alta tasa de urbanización en la región y la densidad de población que facilitan la transmisión del virus, en casi todos los países persisten grandes falencias en los sistemas de salud.
Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela, por ejemplo, tuvieron muy serias dificultades para satisfacer la necesidad de cilindros de oxígeno, un elemento indispensable en los centros de internación.
Más preocupantes todavía son algunas noticias que se conocieron últimamente y que dan cuenta del robo de oxígeno en hospitales mexicanos y de la muy clara proliferación de un mercado negro en el que se comercializan no solo dichos aparatos, sino también mascarillas y hasta vacunas.
Profesionales del Colegio Médico de México, luego de analizar cuatrocientas referencias bibliográficas, detectaron marcadas inequidades en los sistemas de salud.
En ese sentido, se identificaron factores muy específicos, como el escaso acceso de las poblaciones más pobres a pruebas de detección, así como hacinamiento en viviendas y la necesidad de trasladarse en transporte público masivo.
Además se arribó a la conclusión que la mayoría de los países de la región no aprovecharon las múltiples oportunidades y el tiempo que dispusieron para enfrentar la segunda ola, que es más letal que la primera.
Hubo críticas, en el mismo informe, al liderazgo "errático" de los gobiernos de Brasil y México, asegurándose sobre el particular, que los "caprichos" de sus presidentes Bolsonaro y López Obrador, se vieron reflejadas en muy graves consecuencias en la salud de la gente.
Bolsonaro tuvo un discurso negacionista y claramente no apoyó a sus ministros de Salud, removiendo nada menos que a cuatro desde el inicio de la pandemia en Brasil.
El polémico jefe de Estado brasileño, en reiteradas ocasiones, se llegó a burlar de las personas que desde la primera hora decidieron utilizar barbijos para protegerse de la contagiosidad del virus.
Por si todo lo mencionado resulte insuficiente para clarificar el panorama, se le debe atribuir la explosión de casos en América Latina a que las medidas de confinamiento no fueron lo suficientemente estrictas en varios países.
Sobre el particular, se expresa que Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido, por citar solamente a tres países, impusieron políticas rigurosas que hoy se ven reflejadas en un sostenido descenso de los casos, algo que no ocurrió en Latinoamérica.
Se acepta, de todos modos, que en las naciones pobres es más difícil imponer confinamientos muy estrictos o multas.
El último dato preocupante fue suministrado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalándose que 158 millones de personas hoy trabajan informalmente en la región, representando el 54% del total, según los relevamientos que se llevaron a cabo en los últimos 15 meses.
El mismo organismo confirmó además que se perdieron 26 millones de empleos durante el mismo período.