Editorial

Punto final

Todo tiene un comienzo y un final. Después de 57 años en el diario, una vida y tal vez algo más que eso, desde esa época en que compartía el trabajo con la secundaria en el viejo Comercial, llegó el momento de la despedida, al menos de la presencia cotidiana, sostenida en jornadas de horarios extendidos y casi siempre prolongada en el hogar. Decisión realmente difícil, muchas veces postergada, porque en definitiva es como desprenderse de una parte de la vida misma.

Tuve el placer, y más que eso el privilegio, de hacer siempre el trabajo preferido, el que me gustaba, algo invalorable. Una verdadera pasión, heredada seguramente del surco dejado por Renaldo, mi padre. Para resumirlo, fue una muy extensa jornada en la cual se mezclaron buenos momentos y también de los otros, esos que es mejor dejarlos en el cajón del olvido. Alegrías, tristezas, risas y también algunas lágrimas. Al momento del retiro, en un fugaz balance, en la mochila de los recuerdos me llevo los mejores, los más agradables, que por fortuna fueron mayoría. También el desfile de muchos rostros, algunos algo borrosos, otros más nítidos, pero igualmente valorados, que dejaron el sello de la amistad, del compañerismo, de actitudes dignas, de comportamientos fieles y lealtades inquebrantables. Absolutamente a todos, muchos de ellos observando desde el misterioso escenario del más allá, un sincero reconocimiento y el más afectuoso de los recuerdos. 

Ha sido un tiempo prolongado y no es momento de pesadas cronologías, sí en cambio de decir, simplemente, que con aciertos y errores, cada uno de mis escritos siempre sostenido por una total honestidad de pensamiento, alejado de influencias y otros intereses, simplemente como corresponde. Y con eso tengo la satisfacción de haber cumplido la tarea lo más dignamente posible.

En ocasión del suplemento especial al cumplir 90 años el diario, hace ya tres, una nota de página entera de mi autoría titulada "Entre recuerdos de más de medio siglo", desfilaron nombres de compañeros de todas las épocas, de personalidades entrevistadas de todas las áreas, junto con algunas anécdotas, recuerdos y otras historias, que las hubo y en cantidad. Por entonces iba anticipando esta posibilidad del retiro, al que sólo restaba fijarle fecha. Ahora la tiene.

Las despedidas nunca son totales, ni tampoco definitivas, simplemente imponen algunos cambios. Es simplemente abrir la puerta y trasponer el umbral de un nuevo comienzo. Al fin y al cabo la vida es eso, cada día empezarlo como un nuevo capítulo, con la esperanza renovada en el futuro.

Vaya para todos, los que muchas veces me endulzaron el oído como aquellos que puntualizaron sus diferencias, mi reconocimiento en este momento de despedida.

 



Autor: Roberto Actis

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