Por José Calero
(Especial de NA)
Cuando tenía todo preparado para anunciar el camino de
expropiación de YPF, casi llevada en andas por los gobernadores,
la presidenta Cristina Fernández decidió pisar el freno, hacer un
análisis más pormenorizado de la situación y recién entonces sí
avanzar sobre la petrolera hispano argentina.
¿Qué pasó? Son múltiples las especulaciones.
Se asegura que la
presidenta consideró que haber hecho un anuncio el jueves, cuando
aún no habían terminado de analizarse todas las consecuencias,
habría sido una jugada carente de ´timming´, algo imperdonable en
política.
La mandataria también habría notado que la resistencia
internacional preparada por España podía dejar a la Argentina aún
más aislada de lo que está ahora en Europa y otros lugares del
mundo.
Y tampoco habría sido de su agrado cierto estilo de algunos
gobernadores, incluso de uno que hasta el año pasado estaba en la
vereda de enfrente y adquirió mucho protagonismo en esta
ofensiva sobre la petrolera, tal vez demasiado para el paladar K.
La jefa de Estado también habría evaluado que, más allá de que
YPF sea privada o estatal, demandará años revertir la fuertes
necesidades de importar, y no quisiera volver a quedar en la
incómoda situación que atraviesa con Aerolíneas Argentinas, un
barril sin fondo de dinero de los contribuyentes que administran
sin suerte sus niños mimados de La Cámpora.
Entre 2003 y 2011 la Argentina multiplicó por 16 sus
necesidades de importación de combustibles, porque el crecimiento
económico no fue acompañado por las inversiones en el sector
petrolero.
El año pasado importó 9.500 millones de dólares en combustibles
y este año va camino de los 13.000 millones, un golpe muy duro
para la balanza de pagos, acompañado de una caída del 46 por
ciento en las reservas de gas.
Entre las provincias también afloró el malestar, porque luego
de haber hecho el trabajo sucio de quitarle áreas de explotación a
petrolera, se encontraron con que el proyecto de Axel Kicillof -
apodado "El Jacobino" por algunos funcionario que lo quieren
poco- los dejaba afuera de casi todo.
Los mandatarios también se dieron cuenta de que el plan
Kicillof puede complicarles el pago de regalías que en la
actualidad les hace YPF religiosamente.
Antonio Brufau, el por ahora presidente de Repsol YPF, fue
recibido fríamente por el ministro de Planificación, Julio De
Vido, y con cierta vehemencia por parte de Kicillof, quien le
exigió, no en los mejores términos, que la empresa traiga el país
15.000 millones de dólares de utilidades que se llevó, según él,
en estos años.
Brufau dejó una frase que sonó a advertencia: "Piensen en las
consecuencias de lo que van a hacer", les dijo, antes de partir
hacia España.
Cristina tiene también preocupaciones políticas: para avanzar
en el proyecto Kicillof, el gobierno deberá tragarse el sapo de
usar una "ley" de la última dictadura de Jorge Videla, el mismo
represor que acaba de admitir y justificar la desaparición de
entre 7 y 8 mil personas durante los años más duros del Proceso.
Se trata de la ley 21.499, promulgada en 1977, y que fue el
sustento jurídico para expropiar empresas, viviendas -recordar la
construcción de la autopista 25 de mayo-, obras, terrenos, campos
y hasta maquinaria.
Esa ley se usó también para que los jerarcas del régimen
dictatorial se quedaran con bienes de los desaparecidos y para que
empresarios que no comulgaban con los generales, almirantes y
brigadieres, lo perdieran todo.
Demasiado olor a muerte detrás de ese argumento como para que
Cristina no se tome algunos días más para analizar el camino a
seguir.
Pero la ley de la dictadura 21.499 es funcional a la estrategia
hilvanada por el pragmático Kicillof, porque sostiene que "es
susceptible de expropiación el subsuelo, con independencia de la
propiedad del suelo".
Avanzar en el camino Kicillof desatará una catarata de juicios
para la Argentina, como ya lo advirtió España, pero al gobierno K
hace rato que dejaron de preocuparle las avanzadas jurídicas del
exterior porque se considera inmune a las mismas.
Igual, la advertencia habría llegado a oídos de la presidenta
de parte del secretario legal y técnico, Carlos Zannini, quien no
pasaría por su mejor momento en la relación con el joven Kicillof.
Tal vez el baño de realismo que se dará Cristina en Cartagena
de Indias, cuando estará cara a cara con líderes mundiales como
Barack Obama, haga reflexionar a la Presidenta y elegir el camino
más conveniente para el país sobre qué hacer con la principal
compañía de la Argentina, y que la política petrolera pueda
encontrar una senda de racionalidad.