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"Polka puede cerrar, Adrián Suar no"

Así se expresó el empresario teatral  en una entrevista con Teleshow, quien además enfatizó que mi cariño y admiración por Adrián Suar trae a mi memoria aquella carta que me dirigió Onofre Lovero, presidente de la Asociación Argentina de Actores, firmada en papel membrete de la entidad el 7 de julio de 1988, suscripta también por Héctor Tealdi, a cargo de la Secretaría General, en respuesta a la preocupación planteada por mí, públicamente, ante el momento que vivía por entonces el negocio teatral.

Al Chueco lo conocí a sus 11 años, cuando visitaba a sus padres en el departamento de avenida Corrientes, mano izquierda, pasando Scalabrini Ortiz, cuando todavía se llamaba Canning, pleno Villa Crespo. Su papá era Leibele Schwartz, un reconocido cantante de la colectividad judía, quien orientaba sobre lo musical en una obra que se representaba en mi teatro.

Al nene le gustaba quedarse en la sobremesa de los mayores escuchando historias de artistas y teatros.

Ya no tan nene, exactamente desde la mitad de sus 52 años actuales, sus ilusiones y prepotencia de trabajo lo llevaron a marcar historia en cuanto a la transformación de la ficción televisiva en nuestro país.

Hoy, resultante en pandemia de una situación empresaria que acarrea de los últimos años, según manifiesta en público, se encuentra con su contracara –aún en edad de plena carrera, con sus ganas intactas y su oficio acrecentado por el recorrido vivido- al no poder resolver el cómo concretar lo que sabe, quiere y elige hacer.

¿Por qué no lo haría? ¿Querrá jubilarse de la profesión? ¿Se cansó? ¿No quiere ganar más dinero? ¿No conoce del tema? ¿Perdió libertad societaria? Podría continuar con las preguntas, pero nadie responde que, tal vez, la respuesta se encuentre en aquello de Galileo que reprodujo Lovero: no se conoce del todo de qué se habla (me incluyo) y se dan por ciertas algunas versiones que se las convierten en verdades.

Corresponde dejar en claro que aún utilizando como analogía aquel texto del respetado Onofre, no son los actores los protagonistas de un conflicto que entrecruza demasiadas coordenadas para llegar a la situación actual. Siempre el rol empresario será el que deba llevar la responsabilidad primaria, entre otros motivos porque los trabajadores, todos en conjunto, fueron también quienes bajo su talentosa conducción hicieron a su crecimiento individual y de empresa.

Sin embargo aquella carta sirve para reconfirmar que todos los intervinientes en este tipo de actividades son al menos elenco del problema. Entre otras cosas porque no fabricamos una mercadería tangible y nuestra materia prima son los seres humanos. En este tipo de rubros -lo conozco por mi actividad teatral- nadie tiene éxito solo, como tampoco nadie puede estar liberado de ser parte del fracaso.



Autor: REDACCION

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