Editorial

Política energética

No es cuestión ingresar en la discusión de la década ganada que sostiene el oficialismo y la década perdida que se replica desde sectores de la oposición, pero sí existen algunas cuestiones que sustentadas en la realidad de los hechos, va mucho más allá de las apreciaciones semánticas, donde casi nunca llega a establecerse la razón de alguna de las partes en conflicto. Uno de los temas centrales, que es realmente un problema muy complejo, es el relativo a la energía, ya que el mismo se ha ido agravando sostenidamente todos estos últimos años, sin que haya habido intentos por procurarle alguna solución. Todo ha sido hasta tal extremo que está calculado que este año la importación de energía, en sus distintos fluidos, estará en el orden de los 13.000 millones de dólares. Algo a lo cual llegamos, tras haber sido hasta hace un par de años un país autoabastecido, condición que se ha resignado por la implementación de políticas erráticas, que hicieron perder exploración, producción y reservas, a tal extremo que la importación debió irse agigantando hasta la enorme inversión que habrá que destinarle este año, prácticamente insumiendo la mitad de lo que se logra por los derechos de exportación de la soja y sus derivados.

Es por ese motivo que, al menos en materia de energía, esta década de la administración kirchnerista ha sido una década perdida, pues la Argentina ha tenido un fenomenal retroceso.

Algunas estadísticas son lapidarias, pues transcurrida la primera mitad del año tenemos que la producción petrolera cayó 4,4% con relación a la comparación interanual; la producción gasífera se contrajo 7,3% también el último año, manteniendo esa constante desde 2004 en forma ininterrumpida; las reservas de gas natural son ahora apenas la mitad de las que existían al momento de salir de la convertibilidad; las importaciones de energía crecieron 29% con relación a los primeros cinco meses de 2012; los subsidios otorgados por el Estado al sector ascienden a 2,5 puntos del PBI. Si a este panorama añadimos que el Estado se hizo del 51% de las acciones de YPF expropiándolas al argumentar utilidad pública, pero todavía no fueron tasadas ni pagadas, ocasionando serios problemas de funcionamiento en todo el sistema petrolífero. Es así que tenemos entonces por delante tiempos muy complicados, ya que toda esta problemática no se soluciona sólo con buena voluntad y deseos, sino que requiere imaginación y capacidad de gestión, pero además tiempo, que no sobra en estas circunstancias.

Para colmo de males, las importaciones que hace nuestro país son mucho más caras que las que haría un país eficiente y organizado. En todo 2012 las importaciones de fuel oil, gas oil, gas natural y energía eléctrica sumaron 9.266 millones de dólares, cifra que puede ser medida en cuanto a su magnitud con el superávit fiscal de este mismo año, que fue de 12.690 millones, con un agregado que aumenta la dimensión del problema, ya que mientras el superávit está en tendencia decreciente, en cambio la compra de energía va en permanente aumento.

De no corregirse esta situación, la cada vez más pequeña brecha que existe entre los dólares que ingresan y los que deben salir para el pago de la energía, muy pronto quedará equilibrada, siendo además probable que la erogación pronto sea mayor que el ingreso, con lo cual estaremos realmente complicados, ya que se deberá indefectiblemente recurrir al endeudamiento. Para peor, aún cuando ya ahora estamos en esa situación, quedaremos todavía mucho más ligados a la soja, convirtiéndonos en soja dependientes, por lo cual sería difícil de dimensionar lo que podría llegar a suceder de darse una baja drástica en el precio de todo lo relativo con la producción sojera, o bien que alguna alteración climática impida disponer de una buena cosecha.

Un dato más que contundente respecto a la consideración comercial que tiene la Argentina en el mundo, es que mientras aquí se está pagando el gas natural licuado a razón de 17 dólares la medida internacional que usa en estos casos, otro país eficiente de la región lo está abonando a sólo 10 dólares, quedando expuesta una diferencia abismal entre uno y otro. Así queda en evidencia la falta de planificación estratégica que hubo estos últimos años en la materia, cuyas consecuencias se han tornado poco menos que insostenibles.

Estos sobreprecios, según opinan los especialistas, conforman una especie de paraguas bajo el cual se ocultan una serie de factores negativos, como la improvisación, la falta de transparencia y competitividad, la carencia de planificación, y por supuesto la corrupción, que no está ausente dentro de toda esta perspectiva. 

Autor: REDACCION

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